La arquitectura y el diseño han jugado un papel fundamental en la historia del cine desde sus inicios hasta nuestros días. Es un diseño de cine: de Villa Arpel al ático de «Mujeres al borde de un ataque de nervios».
Hay realizadores que tienen devoción por la ciudad: toda la obra de Woody Allen puede leerse como una declaración de amor a Nueva York; Otros han hecho de ella, de la ciudad, una recurrente obsesión, como Wim Wenders, que no se cansó de reflejar la vibración de las urbes – Alicia en las ciudades (1974), Tokyo Ga (1985), Lisbon Story (1994) o Las alas del deseo (1987).
Las encrucijadas urbanas han sido fuente de núcleos dramáticos: el suspenso de La ventana indiscreta (1954), de Alfred Hitchcock, sería inconcebible sin la percepción de los misterios que encierra la vida vecinal.
La arquitectura en el cine puede también servir para contar teorías: En El manantial (1948), de King Vidor, se narran los avatares de un arquitecto por imponer sus ideas. El héroe –alter ego de Frank Lloyd Wright– diseña prodigiosos edificios inspirados en los postulados de la arquitectura orgánica.
Así, el ciclo “Diseño de cine” de la Filmoteca Valenciana, en colaboración con la Capitalidad Mundial del Diseño, llega el 26 y el 27 de abril con la proyección de dos películas importantes en esta línea: Mon Oncle (1958), de Jacques Tati, y La Chinoise (1967), de Jean-Luc Godard.
A lo largo de los meses de mayo y junio se celebrarán nuevas proyecciones en el marco de este ciclo cinematográfico donde se explorarán los lazos entre el diseño y el séptimo arte.
Completan el programa de este ciclo las películas Mujeres al borde de un ataque de nervios, de Pedro Almodóvar, Ladrillos dorados, de Tan Hongyu, y Enric Mestre. La impronta del paisaje, de Luis H. Pardo, Ismael Lopez y Rafaela Pareja. Diseño de cine: de Villa Arpel al ático de «Mujeres al borde …».
Mon Oncle y Villa Arpel
«Si le exijo mucho a Tati y a «Mon oncle» es porque su arte es tan grande que quisiera poder aplaudirlo totalmente y porque, en el fondo, su película está tan lograda que nos sentimos un poco impresionados ante ese documental sobre el futuro. Tati, como Bresson, inventa el cine al rodar. Rompe con los esquemas de otros«.
Así hablaba Truffaut de la película «Mon oncle», que Jacques Tati rodó en 1958, donde Villa Arpel simbolizaba todo aquello que le disgustaba de la arquitectura moderna.
El argumento de Mon oncle está basado en la incongruencia que supone, para un personaje que vive en una casa de un barrio tradicional, el uso de la arquitectura moderna, ya sea en una vivienda o en una fábrica, con todos sus adelantos técnicos y mecánicos.
Este argumento aparentemente retrógrado, realmente lleva implícita una crítica a las desviaciones que se estaban produciendo en los postulados del Movimiento moderno desde la década anterior.
El propio Tati decía: «La película lleva a cabo una defensa del individuo. No me gusta sentirme militarizado. No me gusta la mecanización. Prefiero vivir en un barrio antiguo y humano que en medio de una red de autopistas, aeropuertos, carreteras y todo el barullo de la vida moderna. La gente no se siente feliz rodeada por todas partes por líneas geométricas».
«En Mon Oncle le digo a esa familia: perdonen, se interesan ustedes mucho por su coche, por su fábrica, y también querrían que su hijo fuese el primero de la clase, pero sin ningún calor humano».
Como explica el arquitecto Jorge Gorostiza, «Tati critica la arquitectura de su tiempo, para ello reconstruye en un estudio la casa de Hulot, la fábrica Plastac y la casa de los Arpel, caricaturizando los elementos tanto de las edificaciones tradicionales, como de las fábricas y las viviendas modernas».
«No hay grandes movimientos de cámara, ni planos complicados (Tati se anticipa en un año a la irrupción de la Nouvelle Vague: 1959 es el año de Los 400 golpes, Hiroshima mon amour, Al final de la escapada y Los primos), el punto de vista de la cámara se identifica con la del espectador, que podría estar realmente en el sitio desde donde se está filmando y sufriendo lo que sufre Hulot».
Villa Arpel fue diseñada por el arquitecto Jacques Lagrange en colaboración con el propio Jacques Tati y es un paradigma del racionalismo moderno carente de humanidad. Proyectada con una concepción exagerada del estilo internacional, la vivienda y sus espacios, muebles y aparatos electrodomésticos, condicionan la vida de sus habitantes, a menudo, de forma cómica.
El largometraje ganó un Oscar a la mejor película extranjera en 1959 y está considerada una de las joyas del cine mundial, además de un maravilloso catálogo visual de objetos y de muebles tan modernos como antifuncionales.
La Chinoise, de Godard
En La chinoise (1967), Godard se inspiró libremente en la novela de Fiodor Dostoievski, Los demonios. Estéticamente, la película conservó el atractivo colorido de los filmes del realizador en esa época. La cultura pop y las viñetas de cómics Marvel contrastaban con las proclamas marxistas del argumento.
La película ha mutado con el tiempo y de modo mágico, como le ocurre a algunas ficciones filmadas, en un fascinante documental de época.
Godard declara en la película la necesidad de una revolución en el arte y en la sociedad. La Chinoise se estrenó en un momento de cambio y revolución, cuando los realizadores estaban comenzando a rechazar la propuesta de la Nouvelle Vague.
El rojo en Almodóvar
Hay una declaración de principios en la estética que rodea a las películas de Pedro Almodóvar. El Pop-Art, el kitsch o el camp son las referencias artísticas y culturales más evidentes que laten en el imaginario iconoclasta de un Almodóvar ligado al movimiento posmoderno.
La influencia de artistas como Andy Warhol y Roy Lichtenstein se ve, fácilmente, en sus películas. Warhol, siempre rodeado de actrices, drogadictos, travestis, músicos y seres de todos los estratos sociales, cala en los personajes de la filmografía almodovariana.
Por otro lado, la admiración que el director profesa por Lichtenstein, quien elevó al cómic a la categoría de arte, queda patente tanto en el campo literario en forma de fotonovelas como en la narración del manchego.
Mujeres al borde de un ataque de nervios no es sólo una película en la que se propone un universo femenino en el que todo es maravilloso salvo los hombres sino que, en lo estilístico, marcó un antes y un después.
Por no hablar de los carteles, títulos de crédito y demás elementos gráficos que aparecen en las películas de Almodóvar. “La estética del diseño de los carteles y de los títulos de crédito tiene una importancia crucial para Almodóvar. El director manchego siempre trabaja en estrecha colaboración con diseñadores de prestigio en la elaboración del cartel, el material de prensa y los anuncios de cada uno de sus films», explican desde la productora El Deseo.
La parte icónica del cartel de «Mujeres» recae en la imagen de un sofá donde se encuentran los personajes principales posando junto a elementos que dan pistas al espectador sobre los caracteres de cada uno de ellos.
Como telón de fondo está la escenografía de la azotea de la protagonista, excusa que el director utiliza para ofrecer la visión más kitsch de la ciudad de Madrid.
Por otro lado los colores rojo, amarillo y fucsia de los rótulos destacan sobre el resto, transmitiendo toda una variedad de connotaciones psicológicas que van desde la vitalidad a la violencia, pasando por las envidias y los celos.
Cuatro de los autores de sus carteles, Gatti, Ceesepe, Berlanga y Mariné, se inclinaron hacia la utilización de criterios realistas para la concepción de sus trabajos a pesar de distinguirse en la manera de plasmar los mensajes; mientras Mariné abogaba por una transmisión esquemática del contenido, Ceesepe y Berlanga plantearon propuestas más plásticas y Juan Gatti se desmarcaba con un tratamiento más publicitario.
El director le comentó a Nuria Vidal, quien lo entrevistó para su libro «El cine de Pedro Almodóvar», que intentó hacer con Mujeres al borde de un ataque de nervios «una película con una estética completamente artificiosa para que lo único auténtico y lo único verosímil fueran los sentimientos».
Para lograrlo recreó, en el ático en donde vive la protagonista, un enorme balcón que desentona con lo que podría esperarse de un edificio en el centro de Madrid: plantas como sacadas de un jardín tropical, una jaula con gallinas y conejos, sillas de lona y una gran pelota de plástico. Además del horizonte de la ciudad intencionalmente falso.
En «Mujeres …» si hay un color presente, de forma definitiva, es el rojo. El director confirma esta obsesión: “El rojo siempre aparece en mis películas, pero ignoro el porqué. Aunque se puede encontrar una explicación: el rojo, en la cultura china, es el color de los condenados a muerte, lo que lo convierte en un color humano. Pero, en la cultura española, también es el color de la pasión, de la sangre, del fuego”.
Las proyecciones, que comenzarán el 26 de abril, serán en la sede de la Filmoteca Valenciana (Plaza del Ayuntamiento, 17. Valencia).