El éxito incombustible de Barbie a lo largo de más de seis décadas se fundamenta, entre otros factores, sobre su capacidad de influencia en las sociedades de las que ha bebido y a las que ha alimentado, según se prefiera. Las intermitencias en su popularidad no han agotado el potencial de la muñeca, cuya raigambre en occidente la convierte en un indudable icono de la cultura pop.
Nunca ajena a las pulsiones de la sociedad, Barbie no podía sino habitar una vivienda en sintonía con las tendencias de la época. No en vano, si se rastrea con intención la andadura de las «dreamhouses» es posible encontrarse viejos conocidos de la historia del diseño del siglo XX. Fue en los años 60 cuando Ruth Handler y sus colegas de Mattel ampliaron el universo de la polifacética muñeca con el lanzamiento de su primera casa de ensueño, la «Bachelorette Pad», un apartamento concebido para la mujer independiente.
La primera casa diseñada para Barbie consistió en un volumen prismático de cartón aguamarina desplegable y asequible para transportar, pues se trataba al mismo tiempo de un maletín de líneas rectas. Abrir sus solapas suponía la acotación de los tres lados de un espacio horizontal —algo que nos recuerda a la forma de aproximarse al espacio en el videojuego de simulación social y construcción Los Sims—.
El despliegue de gran variedad de muebles y elementos decorativos, así como el vibrante envoltorio que éstos ocupaban, hacían florecer un vívido carácter «años cincuenta», aquel que salpicaba la icónica costa oeste del Estados Unidos de mediados de siglo y que reconocemos inevitablemente en las estudiadas Case Study Houses y su ambicioso programa.
Es difícil saber si John Entenza calculó la repercusión de su plan cuando promocionó el desarrollo de este proyecto en el marco de Arts & Architecture —revista de la que era editor— pues situó en primera plana figuras de la modernidad estadounidense, como fueron Craig Ellwood o Richard Neutra y designó un posible manual, una forma de hacer, para el desarrollo de la vivienda del siglo XX.
Podría decirse que —acaso por efecto de su calado en el imaginario— las viviendas proyectadas por Ellwood, la casa de Charles y Ray Eames o la popular mansión de Pierre Koenig en Hollywood, todas ellas para el programa de las Case Study Houses, fueron de algún modo consideradas para establecer el estilo del primer hogar de Barbie.
De igual manera que en las CSH 8 y 16, en la «Bachelorette Pad» observamos un pavimento cuadrado colocado siguiendo una estricta retícula, como no podía ser de otro modo en una propuesta racionalista; si bien es cierto que no persigue la misma ambición en el tratamiento de los huecos, pues Mattel los asume como convencionales ventanas con apertura de guillotina. Al mismo tiempo, del prisma rectangular de los Eames (la CSH 8), con su acogedor y bohemio interior, podría deducirse cierta herencia formal.
Donde la casa de Barbie echa el resto es ofreciendo un abundante mobiliario de estilo mid-century y un interior rico en materiales cálidos como la madera, lo que nos puede hacer pensar al mismo tiempo en espacios domésticos escandinavos.
Estos muebles se componían de pequeñas piezas de cartón —con los años llegaría el plástico— que debían encajarse entre sí, sirviendo de guiño, dicho sea de paso, al ejercicio de ensamblado de elementos industriales que se puso en práctica para estas viviendas.
El tapizado de las butacas y sillones sin reposabrazos, así como sus formas angulares, singulares y estilizados soportes recuerdan al estilo del diseñador George Nelson, del cual podemos observar su sofá modular y sillón coconut para amueblar la CSH 18 en la fotografía de más abajo.
Con todo, el maletín nos deja algunas referencias más. Construyendo una de sus esquinas, como pondría en práctica Ellwood en su casa Salzman (la CSH 16), se observa sobreimpresa una chimenea de fábrica de sillares a modo “núcleo del hogar”, una apuesta wrightiana con calado en la vivienda del siglo XX.
También, en las paredes amarillas del apartamento de Barbie hay dispuesto un cuadro donde puede observarse una casa muy diferente, de estilo victoriano, una estética que veremos en algunos modelos a partir de los años noventa y principios de los 2000.
Así las cosas, con su debut, la primera «dreamhouse» puso de acuerdo el carácter moderno, funcional y de ambición atemporal de las Case Study Houses con un estereotipo de vivienda suburbana estadounidense, algo que también se intuye en la vivienda cincuentera de «Los Increíbles» (Pixar, 2004) y un sinfín de productos audiovisuales de entretenimiento más, donde de igual modo se recurrió a «lo icónico» para el diseño espacios reconocibles y familiares a ojos de quien observa, puntos de partida con personalidad genuina para pensar en lo excepcional.