Los Pedrones es una aldea situada a veinte kilómetros de Requena (València), rodeada de viñas y con una población censada que no llega a las doscientas personas. El origen del nombre de la aldea hay que buscarlo en Martín Pedrón, quien en el siglo XVIII compró varias casas de labor y los campos adyacentes. A partir de ahí, topónimo y propietario se fundieron.
Nos situamos ahora en el presente. En ese mismo lugar de Los Pedrones, como si fuera la aldea gala archifamosa, resiste felizmente un estudio de arquitectura que, a la que se descuide, dejará su sello en las casas por los siglos de los siglos, como lo hiciera Martín Pedrón hace trescientos años. Lo bueno es que ese sello es, precisamente, el de hacer arquitectura enraizada en el medio rural.
CRUX Arquitectos son Raquel Sola y Alejandro G. Pedrón. Ambos se licenciaron con matrícula de honor en Arquitectura por la Universidad Politécnica de València y completaron su formación en otras escuelas de arquitectura (Brno, Delft y Chile). Es muy importante el segundo apellido de Alejandro porque es el hilo invisible que nos une con la aldea de la que hablamos y con los trabajos que allí han hecho.
¿Acaso Los Pedrones va camino de convertirse en Villa CRUX?
«Alejandro nació en Los Pedrones y está fuertemente vinculado a este territorio. De hecho, hace unos años compaginaba su trabajo como arquitecto con su actividad como agricultor. Aunque actualmente trabaja a tiempo completo en CRUX, continúa siendo secretario de la Cooperativa de Los Pedrones. Yo, ya empadronada en Requena, crecí en Manises pero desde que iniciamos nuestro proyecto de empresa, tuve ganas de vivir y trabajar en esta comarca», explica Raquel Sola.
«Hemos recibido diferentes encargos por esta zona, los primeros llegan de gente conocida y una cosa va llevando a otra. Nosotros estamos felices de poder trabajar para personas cercanas en un lugar que conocemos y del que nos sentimos parte».
Arquitectura rural
«De una manera sencilla, te diríamos que nuestra arquitectura está enraizada en el medio rural porque lo habitamos y nos sentimos parte de él. De una manera más elaborada, diríamos que nos gusta revindicar el territorio rural y nuestro entorno desde muchos puntos de vista: a nuestro modo de ver, la calidad de vida en el medio rural es mayor que en una gran ciudad, siempre y cuando haya unas condiciones materiales de vida suficientes, como acceso a sanidad, educación y servicios», explican.
«Por otro lado, nos gusta poner en valor el patrimonio material y cultural de este territorio, que languidece muchas veces por falta de autoestima de los autóctonos. Para nosotros un muro de piedra en seco en un bancal o una cubierta de cañizo y yeso son muy buenos ejemplos de cómo optimizar los recursos disponibles de una manera sostenible y lógica».
«Compartimos con el territorio rural esa idea de aprendizaje a través de la experiencia y de la tradición, de cómo el tiempo va modelando las mejores soluciones. Por ejemplo, durante la vendimia pruebas mil formas de aproximarte a la cepa, te agachas, te pones de cuclillas, te sientas; pero al final doblar la espalda como hacía tu abuelo es la forma en la que menos duele al final del día y eso es un hecho».
Buscan que sus proyectos reconozcan lo preexistente, que sean una línea más de una historia que se empezó a escribir tiempo atrás. Quieren dar valor al tiempo, al trabajo y a las ideas que otras personas tuvieron antes que ellos para dar forma a nuestra cultura material.
CRUX tiene su cuartel general fuera de una gran ciudad, ¿condiciona eso los trabajos que hacéis? «Sí que lo condiciona, pero no es el único factor. Por supuesto que nos gusta trabajar por esta zona, e ir andado a las visitas de obra, disfrutar del paisaje, charrar con los vecinos y no pasar media hora buscando aparcamiento. Pero también valoramos mucho la visión compartida con el cliente y el encargo, lo que nos lleva a trabajar también en otros lugares», explican.
«Vivir fuera de una gran ciudad nos aporta muchas cosas, nos gustaría destacar tres: la primera es formar parte de una comunidad. La segunda es el contacto con el paisaje y el paisanaje. La tercera es el tiempo. Tiempo de estar con nuestras familias, con nuestro hijo, de no perdernos en retenciones y semáforos», concluyen.
Tres son los trabajos de CRUX Arquitectos en los que nos vamos a fijar, todos ellos en Los Pedrones, claro.
Villa Serrano
El proyecto Villa Serrano es el resultado de la rehabilitación de un espacio doméstico para su adecuación como alojamiento rural. El origen de la vivienda es de planta rectangular, rodeada de un patio de tres metros equidistante de cada fachada, a la que posteriormente se le sumaron construcciones secundarias (almacén y patio) en el lateral sur.
La estrategia de revisión espacial se resume en una serie de gestos mínimos pero eficaces: la eliminación del pasillo de la cocina al quitar el tabique que la encerraba, la regularización de huecos en la fachada trasera en espejo con la fachada principal, y la remodelación completa de los baños y lavadero. Se sacó al aire el material constructivo de los muros, que estaban completamente enfoscados y se recuperaron azulejos y elementos originales.
Esta casa se ha rehabilitado en plena pandemia, así que abrirla de nuevo tras años cerrada y a la venta ha sido como un reencuentro. Durante la obra, los vecinos pasaban a visitar el proceso, y al finalizarla, expresaban cómo seguían leyendo en ella el lugar del pasado. El día del reportaje fotográfico se les hizo un pequeño homenaje a estos vecinos, utilizando la casa como una especie de “showroom” de quesos, panes, carnes y vinos, donde los productores pasaron a mostrar su producto y posar con él.
¿Es esto un espacio para el turismo? «Quizás. O quizás es simplemente una casa del pueblo que da soporte a otras actividades base, sin las cuales ningún lugar puede sobrevivir. Sin el sector primario, la vida no es posible en ningún lugar. Al visitarla por primera vez, nos dimos cuenta de que el disfrutar del hábitat poco había cambiado en cien años”, comentan Raquel y Álex. “Queremos que sea buena para el pueblo, y también tener un sitio donde poder acoger a familia y amigos”.
Bodega Dussart Pedrón
La «Bodega Dussart Pedrón» es el nuevo espacio surgido tras la rehabilitación de una antigua construcción familiar que ha tenido ya muchas vidas.
El espacio actual, de 156 metros cuadrados, fue en origen un corral, un volumen alargado de una planta con un gran patio anexo. Posteriormente, se transformó en bodega, reutilizando la nave del corral como almacén de depósitos y rellenando el patio aledaño para crear un espacio en un segundo nivel desde el que elaborar el vino y verterlo a los depósitos por gravedad.
En los años 60, al crearse la cooperativa del pueblo, la bodega dejó de elaborar su vino para convertirse en almacén. Hoy, sus descendientes regresan desde Francia para rescatar la antigua bodega familiar que levantó un día el bisabuelo, rescatando también el vino de elaboración propia que se había abandonado.
La construcción original se revisa, actuando de manera personalizada con cada elemento. La cubierta mantiene su estructura de rollizos original sobre la que se aplica un tratamiento al agua, el cañizo se sustituye por listones de madera machihembrados, las tejas se limpian y vuelven a colocarse en su ubicación. La fachada norte, que aún muestra las trazas de su pasado como corral, se mantiene así, con los huecos cegados. En el nivel inferior, donde la familia comenzó a elaborar sus vinos hace más de cien años, se redescubre el muro de ladrillo de los depósitos originales.
Este trabajo fue reconocido con el Premio COACV 2019 de intervención en edificios existentes.
Casa DOM
Casa DOM es la mitad de una vivienda construida en los años 50 del siglo XX que fue dividida, salomónicamente, durante una herencia. En contraste con la fachada principal, que vuelca sobre la carretera y consta de elementos representativos propios de la arquitectura popular, aparece la fachada posterior que está relacionada con la ermita, la fuente de Los Pedrones y los cultivos cercanos.
La parte trasera se configura como una suerte de “pars rústica” con patios y estancias para los animales, los aperos y la producción agraria. Era el lugar de los gallineros y el “terrao”. El lugar de trabajo del día a día, sucio, sin valor y privado. A lo largo de los años la casa, como suele pasar, ha sufrido una serie de transformaciones con el objetivo de resolver necesidades específicas en momentos puntuales.
Estas modificaciones se han llevado a cabo, sobre todo, en la parte trasera, añadiendo cubiertos, ampliaciones, nuevas estancias y servicios. «Pero debido al cambio radical que sufrió el campo a partir de los años 70, pasando de una agricultura de subsistencia a una agricultura extensiva, estos espacios fueron quedando poco a poco desactualizados y en desuso. Finalmente, y como tantas otras casas de la España vaciada, la casa DOM dejó de ser una vivienda de uso habitual y pasó a ser una vivienda de veraneo, a ser la casa del pueblo», explican.
El propósito de CRUX en esta casa fue reconectar al habitante con el paisaje cercano y con su paisanaje latente, seguir transformando esta vivienda, como se viene haciendo desde hace 70 años. La casa cuenta con menos volumen después de la intervención y se vacía por dentro. Suprimir para crecer.
También se recuperan y reutilizan materiales presentes, como una manera de entrelazar los tiempos. Las ampliaciones exteriores más informales se han sustituido por una estructura ligera que contrasta con la pesadez del muro de mampostería.
Las diferentes intervenciones buscan, sobre todo, que se haga uso de la casa, que se hagan cenas para amigos, que se celebren cumpleaños y que, en definitiva, la familia Domingo vaya más al pueblo. Arquitectura con alma y con calma.