Reconociendo a la industria de la construcción como generadora masiva de residuos, la arquitecta de DRDR Arquitectura, Lluc Darder, junto a Tomás Montis Sastre, propuso esta alternativa responsable ante un edificio plurifamiliar, en el casco antiguo de Artà (Mallorca), a partir de un minucioso estudio previo respecto a la construcción existente, «ejecutada de manera popular hace más de 100 años que se encontraba en un estado ruinoso». El proyecto de rehabilitación se enfocó en la reutilización de todo aquello que se pudiera salvar, permitiéndole una vida nueva y evitando que fuera considerablemente manipulado.
Facha del edificio, antes y después de la intervención.
«El concepto “KM0,015” (nombre del proyecto) hace referencia a la longitud de la parcela, pues de ella se recuperó parte de los materiales con la que se diseñó y donde se concentró especialmente, nuestro mapa de recursos. Como resultado, consiste en una construcción de mayor eficiencia ambiental y económica», explica la arquitecta Lluc Darder.
Además, recurriendo a lo que ya existía en la parcela así como a la utilización de materiales locales, con este proyecto se ha garantizado una vinculación patrimonial, cultural, arquitectónica y respetuosa respecto el cambio climático. «El trabajo de estas dos viviendas de protección oficial está inspirado, constantemente, en la arquitectura tradicional, tanto en forma como en metodología», explican sus responsables.
La fachada original se ha mantenido adaptándola, mínimamente, para cumplir con las exigencias de habitabilidad actuales. Por otro lado, se reutilizaron los materiales recuperados como baldosas hidráulicas de diferentes colores, vigas de madera macizas de carácter estructural, vigas pretensadas de hormigón, teja cerámica, piezas hidráulicas a modo de rodapié, puertas de madera y, en otra medida, material de grava reciclada por medio de machaca de los bloques de construcción originales. Por último, se emplearon materiales de bajo impacto ambiental y locales como construcción con ladrillos cocidos con biomasa.
«De este modo, al recurrir a materiales reutilizados o fabricados con fuentes naturales, siendo todos ellos imperfectos por naturaleza, así como su manera de ejecución, se consiguió dotar de un carácter único al edificio. Gracias a ellos, estas imperfecciones se muestran y el resultado se trata como una expresión del proceso constructivo honesto. El proyecto reduce al máximo el uso de PVC, poliuretano, derivados del petróleo y otros productos tóxicos. Todas las pinturas y todos los tratamientos para la madera son ecológicos y exentos de plomo y metales pesados», apuntan. Esta estrategia de reutilización ha repercutido sustancialmente en la gestión de residuos, que ha resultado mucho menor que en una construcción convencional debido a la minimización de suministro de estos.
El proyecto consiste en dos Viviendas de Protección Oficial en un edificio de planta baja más dos pisos entre medianeras, con dos viviendas dúplex de una habitación cada una. Ambas viviendas disfrutan de un pequeño espacio exterior, así como buena ventilación cruzada, «soluciones que tras el COVID19, se han convertido en ámbitos necesarios». Se disponen los canales de ventilación adecuados, por lo que se han colocado persianas frente a las aberturas de fachada para que estas puedan participar en la ventilación cruzada. Las ventanas que reciben radiación solar disponen de elementos protectores (persianas y pérgolas) y se han dispuesto subestructuras en la fachada para facilitar el crecimiento de las plantas trepadoras de hoja caduca.
«En invierno, las grandes vidrieras orientados a sur calientan de forma pasiva. La organización de los espacios y las decisiones formales son el resultado del conocimiento de las ventajas y limitaciones de los materiales, que por ser naturales son más frágiles. Esta fragilidad se convierte en oportunidad de diseño».
Este proyecto, seleccionado para los Premios de Arquitectura CSCAE 2025, representa un ejemplo claro de arquitectura sostenible, donde la reutilización de materiales y el uso de recursos locales configuran un enfoque respetuoso con el medio ambiente y el patrimonio cultural.
La reutilización de elementos existentes no solo reduce la generación de residuos, sino que también otorga un carácter distintivo al edificio, reflejando un proceso constructivo consciente y honesto. El empleo de materiales naturales, junto con soluciones de diseño bioclimático como la ventilación cruzada y el aprovechamiento del calor solar pasivo, responde a las necesidades contemporáneas de eficiencia energética.
«De esta manera, se logra un equilibrio entre el respeto por la arquitectura tradicional y la adopción de estrategias sostenibles para enfrentar los desafíos del cambio climático, demostrando que el diseño consciente es fundamental para una construcción más responsable y duradera», concluye la arquitecta.