El cierre de la galería Pepita Lumier, en Valencia, fue un pequeño desastre artístico para la ciudad en tanto que era un sitio muy especial, donde lo mismo te podías comprar una ilustración de Mariscal que un paquete de calcomanías de diseño o ver la última exposición de Paula Bonet o Paco Roca.
El propio espacio era peculiar, un antiguo garaje en la calle Segorbe, haciendo frontera mental con la Plaza de Toros, la Estación del Norte y la Gran Vía, en la manzana de edificios proyectados, principalmente, por arquitectos como Javier Goerlich y Miguel Martínez en los años 40 y 50.
Apenas unos meses después de que cerrara la galería y sin dar tiempo a que el vacío se instalara, la arquitecta Sonia Rayos y la artista y gestora cultural Silvana Andrés trasladaron allí su estudio, Arquilecturas. Como restos del «naufragio Lumier», quedaron pequeños tesoros que las nuevas inquilinas quisieron mantener en memoria de lo que fue aquel lugar.
Las ilustraciones de la Premio Nacional de Cómic Ana Penyas (1987, Valencia), primera mujer en obtener ese premio y última artista en pasar por la galería, perviven en las paredes del local junto a la frase «Estamos todas bien», título de la novela gráfica de Penyas que rinde un homenaje a esas mujeres que siempre han sido personajes secundarios de otras vidas: la mujer de, la madre de, o la abuela de.
Dejar aquello en las paredes fue toda una declaración de intenciones sobre la filosofía de este lugar. Silvana y Sonia aún no lo sabían, pero habían empezado a dar forma a un espacio que acabaría albergando a un grupo variado de profesionales creativas lleno de inspiración y de cuidados.
Sonia Rayos y Silvana Andrés
Sonia Rayos, bailarina, arquitecta y mediadora cultural, trabaja desde hace veinte años ordenando el espacio.
«Me gusta hablar de la arquitectura como el inicio de una transformación y del arquitecto como el hacedor de espacios. Compagino la obra nueva con las reformas, tratando de huir de impostados: lo nuevo tiene que parecer nuevo, pero rescatemos la artesanía de antaño. En 2014 fundé junto a Silvana Andrés el proyecto Arquilecturas desde el que trabajamos la arquitectura como herramienta de aprendizaje y el espacio como tercer docente. Diseñamos por y para la infancia, muy centradas en espacios escolares».
Silvana Andrés explica «me he criado en una cocina, el mejor lugar de la casa para conectar con los cuidados y desarrollar la creatividad. Seguramente por ello me he dedicado muchos años a la docencia artística; en educación secundaria obligatoria y en la facultad. Durante los siete últimos años, con Arquilecturas, hemos tenido la oportunidad de trabajar en formación no reglada para niños, niñas y docentes. Así que ya puedo decir que he dado clase en casi todos los niveles educativos».
«Silvana y yo trabajábamos en un local más pequeño en la calle Buenos Aires, en Ruzafa», cuenta Sonia. «Cuando Pepita Lumier cerró en 2019 se nos ofreció la posibilidad de alquilar el espacio y, como era muy grande, nos pareció un lugar fantástico para compartir con otras profesionales. Las que han ido llegando ya eran conocidas o amigas, y las que no, venían de la mano de. Queríamos que no se perdiera la sensación de estar como en casa que tenemos desde el principio, con las diferentes personas que nos han ido acompañando durante estos años».
«En julio de 2019 nos enteramos que el espacio de Pepita Lumier estaba en alquiler, en septiembre firmamos el contrato y 6 meses después nos confinaron. Así que, después de todo este tiempo, me siento casi casi como recién llegada. Realmente es un lujo estar en este espacio, pero me haría más feliz que el proyectazo de Lucía Vilar siguiera vigente. Lo importante no son los espacios sino los sueños que albergan», dice Silvana.
Ellas dos comparten estudio con otras seis profesionales, «convivir con mujeres talentosas y creativas es sumamente inspirador», apunta Silvana. «El hecho de que todas sean autónomas hace que sean compresivas con mis cambios de humor cada cierre de trimestre. Otra ventaja es la económica; yo las adoro, pero no le haría ascos a un estudio para mí sola frente al mar. Por ellas haría paella cada domingo».
«Nos nutrimos unas de las otras además de habernos convertido en apoyo personal. Todas somos creativas, de una forma o de otra. Y somos más que compañeras de espacio de trabajo, somos amigas. Hay días de mucha concentración y otros días en los que paramos y nos contamos lo que nos preocupa o nos inquieta. A veces hay risas, lloros y, siempre, abrazos. Ser todas mujeres es un plus», dice Sonia Rayos.
«Por este espacio han pasado personas maravillosas que siguen formando parte de mi vida. Ahora mismo somos ocho mujeres ¡vaya número! Compartir espacio y comida con todas es casi casi como viajar o comer en un restaurante de fusión: Japón, China, Francia, Finlandia, Murcia, Gandía… Imagínate», explica Silvana. «Las personas hacemos el lugar. En realidad el espacio es maravilloso, pero lo más importante son las personas que lo ocupan», apunta Sonia.
¿Qué dinámicas de trabajo hay en este espacio? ¿Cómo se organizan los días?
«No hay dos semanas iguales», explica Sonia Rayos. «Lo complicado es coincidir todas al mismo tiempo porque cada una lleva dinámicas diferentes. Yo, hay días que me voy a la obra o me quedo en casa. Y días que no saldría del estudio porque el ambiente es inspirador».
«En los últimos meses – dice Silvana al respecto- estoy cambiando la dinámica de trabajo de forma radical, me he quitado el ordenador, la mesa y la silla. Estoy recuperando mi vena más creativa y conectando con otras facetas que me hacen más feliz. He tomado la decisión de cuidarme más y cumplir sueños».
Lucía Meseguer
A las componentes de Arquilecturas se les unió la diseñadora gráfica Lucía Meseguer, «una feliz murciana» afincada en Valencia desde hace más de 25 años. Desde hace 10 dirige su propio estudio especializado en branding y packaging.
«Creo en el buen diseño y en las soluciones que emocionen como eje principal para el crecimiento del negocio y la creación de valor diferencial en el producto. Soy una enamorada de mi profesión y tengo la suerte de estar donde quiero estar. Desde que tengo uso de razón me he sentido fuertemente seducida por el color y la forma. Creo firmemente que diseñar es el verbo que resulta de hacer bien las cosas».
Ella llegó a este espacio por el boca a boca. «Me dijeron que lo que era la galería de arte ahora era un coworking, hablé con Lucía Vilar, la gerente de Pepita Lumier y ella me puso en contacto con Silvana y Sonia, de Arquilecturas. Efectivamente, buscaban gente para compartir espacio. Me gustó el ambiente, el espacio, la ubicación, la tranquilidad de la calle Segorbe y me lancé sin pensarlo».
«La ventaja más importante para mí, de estar aquí, era tener gente con quien compartir el día a día y socializar más allá de un café rápido por videollamada con alguna amiga. En tu casa te puedes quedar trabajando y nadie te va a molestar pero es tan necesario separar la vida personal de la profesional … al final en casa se generan vicios (vas a por un café y acabas poniendo una lavadora) nada productivos».
«Al final formas parte de algo bonito donde el intercambio de impresiones con las compañeras es algo muy enriquecedor, ya sea del terreno profesional o personal. Es un lugar al que me gusta venir caminando y que ya considero mi segunda casa. Las conversaciones, el cafecito a mitad de mañana, las risas, los dramas, todo se comparte. También destaco el haber convivido con otras compañeras que han pasado por aquí y han generando excelentes colaboraciones profesionales y personales. Ana Valero y su delicioso café, Paula G. Furió, el talismán y la frescura, Yukari Taki, la elegancia y la honestidad. Y no me olvido de Juan y su mirada a golpe de click, click. De este lugar destaco el poder compartir y conectar con personas de distintos países, Finlandia, China, Francia, Japón hasta hace poquito. Yukari, te quiero».
Carola Falgás
La cuarta en (no) discordia es Carola Falgás, «creativa de nacimiento, de formación y de experiencia. Apasionada del diseño, con más de veinte años de experiencia en el sector textil y de la moda, y muy alineada con las nuevas estrategias en sostenibilidad. En 2017 di un giro al sector del mueble y del interiorismo. Distintas posiciones profesionales y diferentes modelos de negocio me han hecho llegar a plantearme un nuevo proyecto, Gatokilo, que se inspira en la transversalidad y en la sostenibilidad. Porque la codicia no puede seguir alimentando el sistema; que la producción frenética de novedades tiene un límite».
En enero de 2022, a Sonia, Silvana y Lucía, se les quedó un espacio en el estudio. «Nos conocíamos después de muchos años, -teniendo en cuenta que los años de pandemia se cuentan como los años en los perros, porque nosotras somos jóvenes-, y aquí estoy», explica Carola.
En cuanto a las ventajas del coworking, Carola lo tiene claro «las energías y sinergias que comparten ocho mujeres creativas y trabajadoras es una gozada. La amistad entre mujeres diferentes y pares, que se proponen trabajar, y que crean, se encuentran y reconocen en relaciones positivas y en el apoyo mutuo, para lograr el empoderamiento vital de cada una».
«Yo trabajo freelance para una empresa, aparte de para mi propio proyecto que recientemente he lanzado. Los días que no voy a la empresa, los trabajaba desde casa; desde que estoy aquí mi energía es otra, es un chute. Me encuentro mucho más receptiva, he ampliado mi networking y vengo a trabajar mucho más motivada».
En cuanto a las dinámicas de trabajo, «vengo tres días a la semana, sobretodo aprovecho para realizar labores de producción y todo lo que tengo que hacer con las manos, aunque estoy en una fase muy inicial de mi proyecto y, absolutamente, todas las labores pasan por mi, por lo que las dinámicas son muy variadas», explica Falgás.
Inés García Clariana
La arquitecta Inés García Clariana está al frente de Dame d’architecture, una oficina que categoriza su producción en áreas temáticas en torno a la innovación educativa, la sostenibilidad, lo fúnebre, la investigación activa y las nuevas tecnologías, a través de la arquitectura y la ciudad. Desarrolla proyectos de edificación, asesoramiento, gestión, diseño de procesos y actividad docente.
«Llegué a este espacio físicamente, a través de las precursoras y activadoras de este lugar, Sonia y Silvana –Arquilecturas–, y desde lo personal, en una búsqueda interna de generar alianzas reconstituyentes, ya que, tras la experiencia pandémica, el espacio vivido y compartido cobra más valor y se ha convertido en un motor necesario para activar el conocimiento, las emociones y la economía», explica.
No ve ninguna desventaja a compartir espacio «desde lo más operativo hasta lo más profundo, todo son beneficios; poder tener un espacio amplio, completo y confortable que, además, desde la cotidianidad de su uso te motive para querer estar. Esto solo es posible desde la colectividad. De hecho, la palabra “compartir”, por sí misma, ya es gratificante».
«¿Las bondades de compartir espacio? el aprendizaje diario, el cuidado y el cariño con el que se expresan las ideas, las opiniones, y lo dulce que es el ambiente de trabajo desde el respeto más absoluto –profesional y personal–. Creo que cada una de nosotras se respeta mucho a sí misma, al tiempo que se exige, y eso se expande de una manera natural, como si fuera fácil».
Los modos de trabajo se basan en la flexibilidad y la enorme capacidad de adaptación de todas. «Somos un grupo muy diverso en ocupación, en horario y hasta culturalmente, y esta peculiaridad requiere de dinámicas de trabajo muy diversas que son acogidas bajo un mismo espacio; desde el trabajo a ordenador hasta actividades más plásticas, todas conviven y se potencian. Existe una dinámica de trabajo individual, sin embargo, sin darnos cuenta, de fondo se ha establecido una dinámica de grupo».
Los fichajes internacionales: Nathalie Boujut, Violet Zi y Tiiu Tiilikainen
La traductora francesa Nathalie Boujut lleva cinco años viviendo en Valencia, antes vivió diez en México. «Tengo una amiga mexicana en Valencia, que también es amiga de Sonia y fue quién me comentó lo del estudio. Este espacio permite socializar, charlar y compartir ideas. Yo soy traductora y me anima trabajar rodeada de gente creativa. Hasta puede fomentar mi propia creatividad a veces. Últimamente, he tenido trabajos de traducción creativa para una empresa famosa de muebles de diseño, Herman Milller o grupo MillerKnoll, y me ha ayudado el ambiente de aquí», explica.
Respecto a las bondades de trabajar en un espacio compartido así, «somos un grupo de chicas de perfil profesional, de nacionalidad y de personalidad diversas, y es lo que enriquece nuestra experiencia. Yo vengo a trabajar aquí dos días a la semana porque mi trabajo requiere mucha concentración y a veces necesito estar sola. El ambiente de trabajo aquí es muy agradable», concluye.
«Fue una gran suerte conocer este espacio. Sabía que era mi destino», cuenta la diseñadora Violet Zi. «Una tarde me trajo aquí mi amigo Jaime Hayon, que conocía el sitio. Traje pastel chino para merendar y Jaime trajo vino. Compartimos un fantástico tardeo con toda la familia de Arquilecturas. Me preguntó Jaime, ¿Por qué no vienes a trabajar aquí? Y solo pensé en una cosa: esto es mío».
«Cada persona de este espacio es una gran artista de lo suyo. Es gente muy creativa y artística. Aunque cada una se dedica a su propia profesión, pero siempre tenemos algo en común. Es la creencia en el arte. Eso para mí es fundamental para trabajar como diseñadora, necesito inspirarme con la gente. Soy una persona que trabaja en silencio y soy muy solitaria. Tengo mi trabajo en otra oficina durante todo el día. Y cuando salgo de mi trabajo oficial vengo aquí a convertir mi pasión en una realidad. Amo a la gente de este espacio y la buena vibra de aquí», resume.
La finlandesa Tiiu Tiilikainen, una creativa enfocada en diseño, dirección de arte y producción audiovisual, fue la última incorporación a esta especie de ONU de los cuidados y los espacios compartidos. «Dedico mi tiempo a proyectos propios dentro del campo de la cultura. Actualmente, estoy con Project Caverna, un laboratorio de acciones experimentales contra el descreimiento y desinformación, donde se mezclan el arte, la ciencia y el periodismo. Siempre me ha parecido interesante combinar diferentes disciplinas y mundos, creando algo nuevo e impensable, sin miedo».
«Llegué aquí a través de una amiga en común que sabía que estaba buscando un espacio compartido. Ella me había hablado muy bien de las chicas del estudio, concretamos una visita y ¡me quedé enamorada desde el primer momento! Compartir espacio de trabajo es como compartir la casa con la familia y los amigos. Tener vida a mi alrededor me hace lucir el día y la mente», apunta.
«Para mí este estudio es un espacio íntimo, donde poder ser yo en todos los sentidos. Aquí no solo compartimos el espacio, sino también historias, experiencias y momentos bonitos. Son estas cosas las que, para mí, crean un ambiente de creatividad sin límites».
«Trabajo muchas horas a la semana así que, si pasas por el estudio, es muy probable que yo esté por allí con una taza generosa de café. Después de estos años de pandemia y teletrabajo, agradezco poder separar el espacio de trabajo y descanso. En ese sentido, desde que vengo al estudio, mis días han empezado a tener una estructura y fluidez mejor que nunca».
Aquella generación silenciada de mujeres del libro de Ana Penyas mira, desde las ilustraciones de las paredes del estudio, a esta otra generación de mujeres, talentosas y creativas, que ha elegido apostar por los cuidados. A ellas, afortunadamente, no las calla nadie.