Esther González Gea es investigadora, docente, comisaria y, sobre todo, curiosa. Doctora en Historia del Arte con una carrera profesional en la que la imagen, en sus múltiples facetas, siempre ha estado presente. Ella es la comisaria de la exposición que explora la firma de los hermanos Mariscal, Tráfico de Modas (1980-1992). Arrebato, juego y familia, junto a dos de los artífices de la marca de ropa que fue, a la vez, testimonio de la efervescente década de los 80, Pedrín Errando Mariscal y María José Villalonga, y que se puede ver en el Centre Cultural La Nau de València hasta octubre.
Además, es inminente la publicación de un texto suyo sobre el diseño de vestuario, València y Miguel de Molina con motivo de la exposición que sobre el rey de la copla se muestra en La Nau y que gira en torno a tres ejes fundamentales: la diversidad cultural, la restitución del patrimonio y la construcción de la memoria colectiva.
Cartel de la muestra en un diseño gráfico de Mati Martí sobre una fotografía de Xavier Guardans.
Sometemos a Esther González Gea a cuatro preguntas para saber cómo pasa el verano, si es más de playa, montaña, ciudad o aldea; si tiene debilidad por el salmorejo o le horroriza; qué tiene previsto intelectualmente para superar el bochorno estival y qué planes le esperan en septiembre cuando, como todo el mundo sabe, empieza el año nuevo.
Esther González Gea en un retrato de Daniel Requeni.
¿Qué haces en verano?
Los veranos actuales han perdido toda romantización. Ahora de lo que se trata es de buscar refugios y sobrevivir al calor extremo. Por lo que a diferencia de la opinión más extendida, en verano aprovecho para trabajar en temas aplazados de carácter más personal, lo que me proporciona algo de placer. También intento hacer más planes con las amigas, coincidir con muchas que a lo largo del año es complicado ver, reunirnos con la excusa vacacional, actualizar nuestras vidas y darnos, metafóricamente, calor.
¿Qué sitios te gusta visitar en vacaciones?
Llevo años sin planificar viajes en verano, pero este año gracias a una amiga italiana tengo la oportunidad de conocer parte de Sicilia, y la verdad, me hace mucha ilusión visitar el sur de Italia que era algo que tenía pendiente y, además, hacerlo en un ambiente familiar. Entre las paradas que tenemos programadas, más allá de las playas, como imprescindibles hemos marcado las Catacumbas y, por supuesto, algunos cementerios. El necroturismo siempre es una opción tranquila y de la que extraer datos artísticos y culturales que definen el lugar que se visita.
Vista de una de las playas de Taormina, en la isla de Sicilia.
Además, todos los años paso unos días en Barcelona con parte de la familia y los amigos que tengo allí, se ha convertido en un clásico veraniego. Y dado que la oferta cultural en la ciudad condal es tan copiosa, siempre hay algo imprescindible para ver, este año tengo muchas ganas de visitar la exposición del CCCB En el aire conmovido… Imagen, emoción, utopía, comisariada por George Didi-Huberman. También pasaré por la Virreina. Centre de la Imatge, donde la programación nunca defrauda.
«En el aire conmovido…», que se puede ver en el CCCB, reivindica el poder transformador de las imágenes y explora cómo se ha representado la emoción en el arte. Una exposición del pensador Georges Didi-Huberman que invita a vivir una experiencia poética y crítica a través de un recorrido de trescientas obras de figuras clave de la cultura europea. La exposición rinde homenaje a Federico García Lorca y a su idea de duende. El título de la muestra proviene de un verso del poema Romance de la luna, luna, con el que Lorca iniciaba su Romancero gitano. El verso («En el aire conmovido») hace referencia a la atmósfera que se genera entre el observador y la imagen u obra de arte observada.
Alimento real y espiritual que prefieres.
En cuestiones gastronómicas, en verano disfruto sobre todo de las frutas de temporada que son mis preferidas y de las cenas organizadas o improvisadas en cualquier terraza de algún/a amigo/a.
Este año, como peregrinación, volveré a asistir al concierto de Los Planetas en València. Aunque es sin duda el grupo al que más veces he visto en directo, soy incapaz de renunciar a uno de sus conciertos en la ciudad.
También me esperan unas cuantas lecturas a las que les tengo muchas ganas. A lo largo del año normalmente leo libros académicos o teóricos alrededor de mis temas de investigación, por lo que en verano me gusta, en la medida de lo posible, salir de esos lugares y emprender otras búsquedas, aunque no siempre lo consigo del todo.
Para empezar, como admiradora, ya me he hecho con el ejemplar de Escribir la vida: fotodiario de Annie Ernaux, en el que junta dos de mis grandes obsesiones: las fotografías personales de legados familiares y el diario íntimo. En dos de sus obras anteriores, El uso de la foto y El diario de las afueras, ya me deslumbró con la capacidad para articular nuevos sentidos alrededor de la fotografía y el género del diario.
Otro libro al que voy a acudir es el recientemente publicado por mi compañera y amiga Raquel Baixauli, La mujer enferma. Icono de modernidad, fruto de su tesis doctoral y su dominio sobre el tema de la relación entre el género y la enfermedad en la visualidad artística del fin del siglo XIX.
¿Qué te espera en septiembre?
Estoy dándole forma a la publicación de mi tesis doctoral que versa sobre las relaciones entre la muerte, las mujeres y la imagen, por lo que espero que este año vea la luz. Por lo demás, continuaré dando cursos en lugares como la Nau Gran de la Universitat de València y en Espacio Modotti. Escuela de fotografía sobre la(s) historia(s) de las mujeres, el trabajo con archivos vernáculos, la historia de la fotografía y otros tantos temas que he ido sumando esta última temporada, como la fenomenología de la moda.
Como Neocursis –colectivo fantasma de dos amigas precarias y descentradas–, también estamos tramando cosas. Somos lentas –y a veces las instituciones, en su amplio espectro, más–, pero constantes, por lo que antes o después aparecemos.