«Un profesional del diseño debe mantener una postura racional desde una formación absolutamente humanista. Se debe enriquecer la intuición cultivándola y, después, resolver los problemas de la manera más racional posible porque así las soluciones serán espontáneas y humanas». Así hablaba el diseñador Miguel Mila en febrero, en Madrid, con motivo de la fenomenal retrospectiva que comisarió su hijo Gonzalo Mila (ambos en la imagen), junto a Claudia Oliva, en Madrid Design Festival. Fue una ocasión feliz para contemplar todas las creaciones de la trayectoria profesional de Miguel Milá (Barcelona, 1931-2024) a través de más de 200 piezas – desde prototipos hasta sus obras más recientes-, planos y dibujos originales. El diseñador ha fallecido hoy a los 93 años.
Nacido en Barcelona en el seno de una aristocrática familia relacionada con el ámbito artístico (su tío Pedro Milá Camps encargó a Gaudí la célebre Casa Milá, conocida como La Pedrera), Miguel Milá empezó a trabajar como interiorista en el estudio familiar que compartía su hermano Alfonso Milá con Federico Correa. Corrían los años 50.
Dejando de lado sus estudios de arquitectura hacia una artesanía más útil, fundó Trabajos Molestos (o TRAMO), junto a sus dos amigos arquitectos, Francisco Ribas Barangé y Eduardo Pérez Ulibarri, una empresa centrada en el diseño y producción de mobiliario de interior. De aquí surgirían las primeras versiones de la lámpara TMC (1958) y la lámpara TMM (1961), dos de sus clásicos atemporales.
A comienzos del siglo XXI, Milá fundó su propio estudio de interiorismo y diseño, custodiando sus procesos y perfeccionando su técnica: «En realidad -decía- soy un diseñador preindustrial. Me siento más cómodo con aquellos procedimientos técnicos que me permiten corregir errores, experimentar durante el proceso y controlarlo al máximo. De aquí también mi preferencia por materiales nobles, que saben envejecer».
Fuera del taller, Miguel Milá participaba en reuniones con arquitectos y diseñadores donde debatía sobre la estética y la modernidad arquitectónica de la ciudad condal. La primera asociación de diseño industrial en España, la ADI-FAD, nació de tales discusiones y fue fundada junto a André Ricard, Antonio de Moragas, Oriol Bohigas o Rafael Marquina, entre otros. Desde su creación, el grupo se dedicó a difundir el diseño español en el extranjero y Miguel Milá fue su presidente entre 1974 y 1984.
Miguel Milá definía su estilo de creación como un proceso de artesanía, basado en “tener una idea e ir quitando lo que sobre”. Así sucedió con la lámpara Cesta (1964) y su posterior familia compuesta por varias lámparas de sobremesa, tales como Cestita o Alubat, y varias de suspensión, como Globo Cesta. “Una lámpara está más tiempo apagada que encendida, entonces hay que cuidar mucho de su forma para que contribuya al espacio de la forma más emocionante posible” afirmaba Milá.
En 1987 fue reconocido con la primera edición del Premio Nacional de Diseño, ex aequo con André Ricard, y en 2008 recibió el Compasso D’Oro del ADI italiano como reconocimiento a su trayectoria profesional y su contribución a la difusión del diseño español en el extranjero.
En su extensa carrera, Miguel Milá siempre mantuvo una búsqueda constante de la simplicidad. Su enfoque estuvo basado en la economía de recursos y el rechazo a la ostentación y el despilfarro. Diseñar, según decía Miguel Milá, es simplificar lo complejo para que sea hermoso. Cada pieza, aparentemente sencilla en su imagen, alberga una riqueza de ingeniosos recursos que revelan la profundidad de su pensamiento creativo.
Su enfoque nunca se limitó únicamente a la estética, sino que se sumergía en la importancia de crear entornos que promovieran el bienestar y la calidad de vida en las ciudades. Así, la confortabilidad la llevó más allá de la ergonomía; para él implicó crear lugares agradables para las personas.