Este proyecto consiste en la rehabilitación de un volumen perteneciente a un cortijo familiar, que originalmente funcionaba como casa del pastor y más tarde como almacén. El cortijo está formado por tres viviendas independientes para tres familias, pero carecía de un espacio de reunión que no fuese el exterior.
La intervención que ha realizado Espacio Propio Arquitectura, el estudio formado por Manuel Díaz y Rocío Martí, se centra en transformar esa casa del pastor en un espacio amplio de reunión donde cocinar, comer y convivir. La renovación preserva la esencia del lugar a la vez que ofrece una arquitectura funcional que se adapta a diferentes usos y actividades a lo largo del día. El volumen puede funcionar además de forma independiente del resto del cortijo, reforzando la idea de refugio de montaña.
El objetivo principal fue crear un espacio diáfano que pudiera transformarse según las necesidades del momento, para ello se optó por un diseño flexible, con un mobiliario fijo mínimo y una distribución abierta que permite al espacio funcionar tanto como sala de reuniones como para descansar.
La cocina se integra dentro del salón y una gran chimenea tradicional actúa como punto de encuentro para la familia, donde se puede cocinar o reunirse alrededor del fuego. En el altillo, que aprovecha la altura del volumen original, se habilitó un área para dormir hasta seis personas, permitiendo que el espacio también funcione como un refugio de montaña.
«Lo que más destaca de este proyecto es la flexibilidad del espacio, que permite que el salón se transforme según las necesidades del momento. Los muebles móviles, el banco perimetral y las diversas configuraciones del espacio son claves para la adaptabilidad de éste. La casa puede albergar tanto a una pequeña reunión familiar como a un gran grupo, funcionando como una sala de encuentro o como una pieza independiente, dependiendo de las circunstancias. Esta adaptabilidad es uno de los valores principales que le da carácter al proyecto, haciendo que el espacio sea versátil, funcional y acogedor», explican los arquitectos.
La intervención respeta la estética exterior del almacén original, manteniendo su aspecto rústico y sencillo. Para conectar el interior con el paisaje circundante de la Sierra de Moratalla (Murcia), se abrió un gran ventanal, el único de todo el complejo. Éste se oculta mediante portones de hierro oxidado preservando la estética de almacén.
«En el interior, se recuperaron las paredes de piedra originales, eliminando el enlucido y dejando al descubierto la textura irregular de la roca. Una solera de hormigón pulido, la carpintería de madera y el altillo de madera, junto con una cocina de obra, complementan la materialidad minimalista del proyecto, dándole además un toque de color», apuntan desde Espacio Propio. «El reto era conseguir encajar en 24 metros cuadrados varios usos y distribuciones diferentes sin renunciar a la espacialidad, aprovechando la luz natural y cada metro, permitiendo que el espacio resulte acogedor tanto para dos personas como para veinte».
Fuera de la construcción principal, se intervino en el área exterior con la creación de una piscina que se ubica al final del bancal de la casa, que se integra perfectamente con el horizonte de árboles y amplía las fronteras de uso actual. La piscina se materializa con una estética austera, evocando la simplicidad de una alberca tradicional, y está rodeada por un banco perimetral construido con la piedra de la excavación que abraza el agua, creando un nuevo espacio de estar al aire libre. Esta intervención amplía y al mismo tiempo define los límites de los espacios exteriores, haciendo que el agua enmarque el paisaje circundante y actúe como un elemento de unión con el entorno natural.
«Lo que más nos gusta de este proyecto es la materialidad, que está en total sintonía con lo existente pero con una lectura contemporánea. La combinación de materiales tradicionales, como la piedra y la madera, con una propuesta funcional y minimalista genera un equilibrio entre lo antiguo y lo nuevo. Además, la flexibilidad del espacio es otro aspecto fundamental que nos encanta».
«El salón se transforma conforme avanza el día: por la mañana se monta una gran mesa para desayunar en familia, poco a poco las mesas y las sillas desaparecen y se trasladan al exterior para la comida; después, parte de la gente entra para disfrutar de la sobremesa en el sofá o descansar en el altillo. Al caer la noche, se enciende el fuego y comienzan a aparecer de nuevo las sillas, luego las mesas. La comida llena la mesa y horas más tardes la mesa se reduce a un mínimo para que unas cuantas personas se queden alrededor del fuego, disfrutando de la velada. La idea de refugio en 24 metros cuadrados que contiene todo lo necesario para vivir y convivir es, sin duda, lo que más nos inspira de este proyecto», concluyen.