La Finca Roja es una de esas construcciones que tienen todo lo que, sobre el papel, contribuye a hacer una ciudad más habitable: zonas verdes, vida social comunitaria y comercios locales en sus bajos a pie de calle. Construida por Enrique Viedma como fruto de la Ley de Viviendas Baratas la Finca Roja resolvía, cuando se finalizó en 1933, problemas de salubridad y de acceso a la vivienda, además de posibilitar un hábitat digno para un sector de la población que, de otra forma, no hubiera tenido acceso a casas más propias de la burguesía en lo que fue un intento de segundo ensanche de la ciudad de Valencia. Ahora, una de sus 378 casas es la vivienda-estudio del dúo de arquitectos que forman OJJO studio, João da Silva y Pep Ruiz.
«Hace cinco años que nos mudamos a Valencia e iniciamos nuestra propia práctica profesional. Tras varios años trabajando en diferentes empresas del sector en Oporto, ciudad natal de João, decidimos cambiar el Duero por el Túria ante una mayor perspectiva de crecimiento a nivel empresarial y familiar, y fue Valencia, donde Pep cursó sus estudios universitarios, el lugar escogido para esta nueva etapa», explican los arquitectos.
La materialización de su imaginario alcanza el máximo en su vivienda-estudio. Ubicada en el interior de la Finca Roja de Valencia ha sido, desde que se concretó la compra, una fantasía soñada. «Un lugar donde habitar significa el respeto absoluto al propio edificio y a las vivencias que lo caracterizan. Con un estado actual que comprendía varias reformas realizadas desde su construcción en 1933, se abordó el proyecto como una reforma integral que conserva los elementos originales existentes protegidos, tales como las ventanas de madera en fachada y patios, algunas molduras decorativas existentes en techos, la puerta de acceso a la vivienda y la chimenea de ladrillo. El edificio parte del expresionismo holandés para su configuración formal y utiliza elementos decorativos art déco, dos premisas que fueron la base del concepto de este proyecto de rehabilitación, pensado para albergar un programa concreto generado a través de la esencia de la propia finca», apuntan.
Los espacios se articulan dentro de una amalgama de materiales nobles que se van transformando en elementos de distribución y almacenaje de forma lineal, dejando el perímetro original de la vivienda como un contenedor vernáculo que alberga la nueva propuesta.
El inmueble, ubicado en la planta cuarta, cuenta con un dormitorio doble, otro simple, un cuarto de baño, galería, estudio, trastero en el ático y un salón comedor con la cocina integrada. Las circulaciones suceden a través de un recorrido lineal en la zona de día, donde los espacios conectados a través de un muro en espejo se van descomprimiendo desde el acceso, que genera un segundo recorrido, esta vez circular.
«Tardamos dos años en dar una nueva vida al interior de esta joya arquitectónica porque trabajamos muy al detalle y queríamos que todo saliera perfecto. Se ha conjugado el proyecto de rehabilitación junto con el de interiores, cuya paleta de materiales y colores parte de los de la tan característica fachada y chimeneas de los apartamentos: el ladrillo en tono cobrizo a soga, la cerámica verde vidriada y los azulejos hidráulicos decorativos».
La planta racional propuesta genera la escenografía donde se implementan los materiales que transportan al interior la policromía del exterior, reflejando el movimiento art déco, afín a la monumentalidad y la gran presencia de los elementos en sus composiciones. Los pasos entre las estancias se encuadran en bastos pórticos de mármol veteado color verde, en referencia a la cerámica vidriada exterior, y es la única piedra natural presente a lo largo de todo el apartamento.
OJJO ha escogido la madera de nogal para puertas, cocina, armarios y escritorio, todo a medida, porque que su tonalidad recuerda a la del ladrillo de fachada y se coloca un pavimento continuo de color claro en toda la vivienda, similar al de los muros perimetrales, con el objetivo de mimetizar así toda la envolvente. La estructura de hormigón visto recuperada aparece en vigas y pilares como si de otro elemento noble se tratase, marcando los pórticos y la trama original del edificio, enlazando con el resto del conjunto a través del propio material.
Por último, los arquitectos han hecho uso de espejos para duplicar la sensación espacial, a modo de trampantojo, para que la iluminación artificial indirecta y el uso del terciopelo o el latón en mobiliario, transmitan el aura pretendida. La parte pública y la privada han sido diseñadas para relacionarse entre ellas y adaptarse a diferentes usos mediante el uso de puertas correderas y de las piezas de mobiliario escogidas para ello.
Aunque actualmente el apartamento funciona como vivienda-estudio, la configuración racional de los espacios sirve como piedra angular para la democratización de las distintas estancias, públicas y privadas.
«Valencia es un excelente lugar para vivir, tanto por la calidad de vida como de las construcciones tan valiosas que existen, que todos tenemos la obligación de preservar. La Finca Roja es, sin duda alguna, el lugar que alimenta nuestra alma creativa y personal, ya que esta profesión es el eje de un determinado estilo de vida, que transforma e influye cada aspecto de nuestra cotidianidad», concluyen desde OJJO Studio.