Eugenia quería una casa sin salón. Una casa donde cada uno de sus habitantes tuviera un buen dormitorio espacioso y donde la cocina fuera el núcleo de la vida social. Decidió reformar una vivienda en un edificio de 1900, situado en el Eixample de Barcelona, intercambiando las zonas de día y de noche para conseguir esta distribución tan poco común. La arquitecta Maria Aucejo se ocupó de diseñar y ejecutar el proyecto que ha llamado ‘Casa Provença’.
La idea principal de que la casa no tuviera salón, como tal, partió de la clienta.
«El espacio de salón o sofá en la casa donde ella y sus dos hijos adolescentes estaban viviendo en el momento de la obra, era sustituido por la cama de la madre muchas veces. Lo cual nos puede sonar extraño pero tiene toda la lógica del mundo, siendo el dormitorio más grande, lo aprovechaban para reunirse todos a ver películas o contarse qué tal el día, desmontando la jerarquía del dormitorio de matrimonio impenetrable, de manera natural, y al mismo tiempo abriendo un espacio íntimo al resto de la familia, transformándola en una intimidad compartida y no excluyente», explica la arquitecta.
«Además, se quiso dar prioridad a un espacio central de cocina flexible, que funcionara como una cocina-comedor, cómoda y social, pero también como lugar donde hacer los deberes, sentarse con el portátil a escribir o recibir amigos. Convirtiendo el espacio del trabajo doméstico, tradicionalmente apartado, en el centro de la vida de la vivienda, y generando así un punto de encuentro entre todos los habitantes, facilitando la colaboración».
Ha sido un proyecto con unas exigencias técnicas considerables, «se han realizado afectaciones en muros estructurales para cambiar la distribución de la vivienda, aprovechar luz natural y hubo que hacer reparaciones en una zona muy deteriorada por filtraciones. También a nivel de diseño fue todo un reto hacer encajar las necesidades de tres personas con sus demandas e inquietudes, en un ejercicio de empatía donde dejar atrás prejuicios, pero es la parte que más disfruto del proceso», explica Maria Aucejo.
Vivir y ejercer entre Barcelona y València
Maria Aucejo fundó su estudio homónimo entre Barcelona y València, ciudades entre las que no deja de moverse. Esta arquitecta nacida en Meliana (València), miembro del Col·legi Oficial d’Arquitectes de Catalunya, estudió en la Technische Universiteit Eindhoven (TU/Eindhoven) y en la ETSAV de la Universitat Politècnica de València.
«Trabajar en y entre las dos ciudades ha enriquecido mi visión de la profesión, me permite estar en constante movimiento y trabajar de manera independiente. Ha ocurrido de manera natural, me mudé a Barcelona en 2018 buscando trabajo ya que el sector era extremadamente precario en Valencia. La realidad en Barcelona era similar pero con más oportunidades y más puertas donde probar suerte».
«Tras unos años trabajando en empresas y estudios medianos y pequeños empapándome de todo lo que podía, a la vez que intentaba esquivar prácticas abusivas, decidí en febrero de 2020 (ups!) dar el paso a trabajar por mi cuenta y, contra todo pronóstico y sin olvidar el esfuerzo que hay detrás, ha sido de las mejores decisiones que he tomado. Al final se puede resumir que es la manera que he encontrado de trabajar de forma creativa, con condiciones laborales sostenibles y -más o menos- feliz».
«Creo que la combinación de los ritmos de ambos lugares me ha permitido estabilizarme. En Barcelona, aunque al principio fuera complicado tener encargos por no tener mi red de apoyo cerca, una vez empiezas los encargos suelen ser más ágiles y con tiempos más apretados por la presión del precio del alquiler o de la vivienda, por ejemplo. En València he detectado que los trabajos tardan más tiempo en cuajar, los clientes son más prudentes, pero suelen ser proyectos de mayor envergadura».
«Trabajar entre los dos sitios me permite tener la excusa perfecta para volver a casa periódicamente sin que se note que la echo mucho de menos, lo cual no está nada mal», concluye.