Sergio Membrillas: «Cuaderno Blablabla podría pasar en Nueva York, pero pasa aquí»

22 octubre 2025

por | 22 octubre 2025

El ilustrador Sergio Membrillas, antes de estudiar Bellas Artes, forjó su identidad pasando tardes enteras en Discos Harmony y en las librerías París-Valencia, algo bastante generacional en una ciudad como Valencia en los años 90. En su adolescencia, tocó en una banda punk de la que no quiere dar más datos aunque cuenta que llegó a ganar algún concurso y a actuar en la sala Roxy. Recuperaremos esa faceta punk un poco más adelante.

El tiempo pasó y Membrillas se dio cuenta de que necesitaba un cambio, «en Valencia tenía la sensación de que no me podía desarrollar como artista», así que se subió a un avión y se fue a Berlín, donde vivió cinco años. «Allí pasaban cosas sin hacer nada, solo yendo a los sitios. Todo era fácil, cogía la bici y siempre había algún lugar al que ir a ver cosas interesantes». Ahí empezó a gestarse, aunque de una forma inconsciente, lo que sería Cuaderno Blablabla.

Nuestro ilustrador regresó a su ciudad por motivos familiares, justo antes del estallido de la pandemia, y fue entonces cuando se dio cuenta de que las cosas estaban cambiando. «Discos Oldies, recuperado; había nacido la librería Bangarang… Vi Valencia un poco como Varsovia, que es un sitio donde hay mucha precariedad pero la gente que se queda, porque no puede o no quiere irse, se lo monta allí y lo hace muy bien. He ido a sitios más hípsters en Varsovia que en Nueva York. La gente con ganas hace cosas que alucinas. Y eso me maravilló. Creo que Valencia tiene un poco esa esencia. O por lo menos, antes de la gentrificación la tenía», explica.

«Cuando volví y vi que la ciudad tenía un pulso que me gustaba decidí que me quedaba, pero tenía un gran cargo de conciencia: es una ciudad en la que realmente pasan pocas cosas de las que a mí me interesan, aunque la agenda esté repleta de eventos. También pasa una cosa muy horrible: la gente se queja mucho pero no hace nada. Ahí es cuando recupero un poco esa parte punk de mi adolescencia y me digo, “pues lo hago yo”». Así nació su proyecto Cuaderno Blablabla.

«Después de consultar con Jaime y Estela, los libreros de Bangarang, que me dicen que me apoyan y que cuento con el espacio, mando unos cuantos emails, entre ellos a mi amiga la artista Olga Capdevila que sabía que no me diría que no, y así empieza todo esto».

Estela y Jaime, los libreros de Bangarang, el lugar donde se celebran las sesiones de Cuaderno Blablabla.

La artista Olga Capdevila, una de las primeras artistas a la que invitó Membrillas a su proyecto.

«Todo esto» es una serie de charlas, cuatro al año, que Sergio Membrillas organiza bajo el nombre de Cuaderno Blablabla, en las que convoca a profesionales de áreas como el diseño, la fotografía, la moda, la edición o la escritura para tener un encuentro, en petit comité con unas sesenta personas, al fondo de una librería valenciana independiente. Todo muy underground y muy «do it yourself».

«Tuve la suerte de que a aquel primer Cuaderno Blablabla viniera Robbie Whitehead, uno de los editores de la revista Apartamento, lo que fue un bombazo. Se empeñó en hacer retratos de la gente que fue a su charla. Compré en un bazar folios de colores sobre los que él hacía los dibujos que después regalaba. Todo eso podría estar pasando en una librería del Lower East Side de NY, pero estaba pasando en Valencia. Esa idea de que estas cosas pasen aquí es la que me gusta. Puede pasar en NY pero pasa aquí».

Robbie Whitehead, director editorial de la revista Apartamento y uno de los primeros participantes en el proyecto de Sergio Membrillas.

Cumpleaños feliz

La lista de las personas que han circulado por estos cinco años del proyecto es apabullante. «Digna de cualquier festival de diseño de mucho nivel», explica su impulsor, que parte, en todo momento, de la premisa de que se trata de encuentros creativos para gente creativa, pero que no tiene porque dirigirse solo a los profesionales.

«Lo que yo quiero es que la gente que no se dedica a lo creativo per sé se sienta cómoda en Cuaderno. Estoy harto de ver siempre a las mismas personas en los saraos. A Cuaderno viene gente, por ejemplo, como mi amiga Àngela, que es farmacéutica».

A este quinto año de la iniciativa, que se cumple en 2026, Cuaderno llega con la certeza que le da el apoyo de una comunidad que compra el abono anual sin conocer siquiera el cartel que lo formará, se fían de la curadoría de Membrillas. «En eso nos parecemos a la revista Apartamento, que la gente la compra sin saber qué encontrará pero te descubre gente nueva e interesante». 

La ilustradora Carla Fuentes.

La diseñadora Ingrid Picanyol.

«Para el quinto aniversario voy a traer a alguien de fuera de España por primera vez, para darle un toque de celebración. Cuaderno trae siempre a gente de aquí, porque lo bueno es valorar lo que tenemos. Mi idea es que venga el editor de Fantastic Man. Le mandé un email con las mismas condiciones que mando a cualquiera que invito a venir y me dijo que sí, “Valencia me encanta”, contestó. Hay algo en la oferta para venir a Cuaderno que a la gente le hace gracia. Casi siempre dicen que sí, y es gente que no suele hacer estas cosas», apunta el ilustrador.

«Llamo a personas de todos los sectores, moda, fotografía, escritura, diseño, etc. En Cuaderno puedes escuchar a un fotógrafo muy top, a una locutora que me encanta… Tengo una lista de la que voy tachando. Tiré la caña el otro día a Experimental Jet Set y me dijeron que sí. Ya veré cómo lo hago (risas)». Además, para el cumpleaños, Sergio Membrillas tiene pensado hacer una exposición, un taller, «y una fiesta: hay que celebrar esos cinco años». El cartel 2026 nos lo adelanta en exclusiva: Sabina Urraca, Suffo Moncloa, Realmente Bravo y Jop Van Bennekom, de Fantastic Man. Su sueño es añadir a la fotógrafa Liv Liberg a la lista.

El alcance del evento es, como dice su organizador, muy underground. «No sé si quiero que crezca mucho más. Sobrevuela la posibilidad de hacer algo en la Casa Encendida de Madrid, porque yo creo que Cuaderno encajaría en un museo. Lo que pasa es que cuando entras en esa órbita pierdes un poco de control, pierdes autonomía punki. Igual que cuando cuentas con ayudas. O una cosa o la otra. Sí que me gustaría hacer algo con el IVAM: deberíamos tener un salón de estar en la mansión para que el grupo punki toque de vez en cuando. Veremos». 

Aunque repite que Cuaderno es revoltoso y la autonomía de la que goza está muy bien,  eso implica que todos los participantes se ajusten el cinturón. «Eso sí, tengo que decir que ninguno de mis sponsors privados han dicho nada jamás, total libertad». Le apoyan marcas locales como Impresum, Colla Paper, Bangarang, Cuit, Carmencita Film Lab o Turia.

Hay una cosa que fascina a Membrillas: la concreción. Ver en París tiendas, en la zona de Bastille, donde, por ejemplo, solo venden maquinillas de afeitar para hombres. Y ya está. Súper especializado. «En mi caso, la precariedad de hacerlo todo yo (diseño, fotos, textos, gestión, hacer de chofer, acompañante…) a veces hace que me plantee no hacerlo más (risas), pero luego se me pasa. Hay mucho de amor al arte, de crear un sitio común, una especie de campamento que pasa cada tres meses». Una bandera impresa, una cámara analógica y, como novedad, una pulsera blanca que parece de hospital, eso es todo en Cuaderno. Eso y las personas.

La gente y lo punki

Esta iniciativa se basa más en la gente que asiste que en las personas que dan la charla, porque es la que sostiene el proyecto. «Me veo en la necesidad de compartir esos ratos con ellos, la comunidad de gente que forma Cuaderno es increíble». La expectativa del proyecto ha sido superada por la realidad, «mucho mejor de lo que podía imaginar». Su entorno le intentó convencer de que era una locura, pero a él le dio un poco igual.

«Las cosas que te gustan, hay que hacerlas. Si quieres jugar, juegas. Es verdad que he buscado muchas rendijas por donde colarme para vender Cuaderno, pero no es fácil. Nadie ha venido a decirme qué necesitas. Y eso que he ido a reunirme con todo el mundo. Pero llega un momento que hacerlo pequeñito es menos agotador que todo lo demás, me he cansado de esperar que alguien me ayude. Todo el mundo se aprieta el cinturón y Cuaderno es sostenible. De otro modo, sería imposible. Es punki. Y eso es parte de su encanto. La gente que viene a hablar suele flipar», explica.

«Si creciera más, igual el proyecto palmaría. Cuaderno es un juguete que me da muchas alegrías, no se hace nada igual en ninguna ciudad española. No he inventado la pólvora, charlas hay muchas, pero nada como Cuaderno, con una comunidad detrás fiel que lo acompaña a ciegas».

Membrillas, que da clases y, además, ilustra profesionalmente para revistas extranjeras desde siempre, «pagan mejor y visualmente mi estilo les encaja mucho», destaca la calidad impresionante del mercado editorial de la ilustración infantil en España. Ha publicado en sitios como The New Yorker, The New York Times, The Economist, Le Monde, Wired Magazine, Pentagram, 4AD, Die Zeit o The Washington Post. Entre medias, se dedica a pensar en la siguiente edición de su Cuaderno.

«Ahora mismo creo que en Valencia, volviendo a aquello que decía antes sobre Varsovia, cuenta con propuestas como Cuaderno o como Recreo, la feria editorial que montan desde Handshake, que son proyectos consolidados que contribuyen a hacer ciudad».

Algunos de los trabajos de Sergio Membrillas como ilustrador.

Si tu ciudad no tiene lo que te gusta, hazlo tú

Sergio cita el caso de Calvin Johnson, el cantante de Beat Happening, «vivía en Olympia (Washington) y, como buen músico en el apogeo de la era del grunge, tenía la idea de ir a vivir a Seattle. Pero se lo pensó mejor y decidió que no se iba a ningún sitio, «vivo muy bien aquí», y lo que hizo fue montar K Records. Se dio la vuelta a la tortilla y fue la gente de Seattle la que peregrinaba a Olympia, incluido Kurt Kobain, quien era muy fan. Aquello partía de una decisión como la que motivó Cuaderno: montar algo guay en la ciudad propia. No aburrido pero con profesionalidad. Trato a la gente como me gustaría que me trataran a mí. Y eso lo valoran».

«Sin querer ser carcamal», Sergio acude a algunos referentes de gente que «hacía cosas». Por ejemplo, los promotores musicales que había en Valencia en los años 80 y 90, Napoleón Beltrán y Vicent Mañó. «Hicieron cosas increíbles: Ha venido Depeche Mode, te los has llevado a comer una paella; han venido Stone Roses, tocaron en Barraca; ha venido The Cure… ha venido todo el mundo. Pero había alguien que ponía la pasta para que eso pasara. Siempre hay un capital que se la juega. ¡Prince y Tina Turner tocaron en Mestalla! (risas). Han pasado cosas muy locas. No quiero parecer el abuelo cebolleta pero hay que reconocerles el mérito: Los Ramones han tocado en Valencia cinco veces. Hay una foto de ellos delante del antiguo Hotel Astoria, apoyados en una pared. Ese espíritu de que podría pasar en NY pero está pasando en Valencia lo estamos llevando a cabo en Cuaderno desde el más absoluto y sonrojante underground», apunta.

«Victor (el dueño de la tienda de discos Harmony) me contaba cuando Kurt Cobain entró a comprar». Sergio rescata el vídeo de YouTube de Nirvana esperando a embarcar en el aeropuerto de Manises, con Cobain y su bolsa de plástico de la tienda de discos en la mano. «Aquello pasó de una forma super natural (risas)». 

«Yo cuando veo fotos de Los Ramones en Valencia me da emoción. O los Depeche en una foto junto a una piscina en el Perelló. Es todo muy increíble en Valencia (risas). Y eso pasa porque hay gente que se arriesga a hacer cosas. Si tu ciudad no tiene lo que te gusta, hazlo tú».

Una de sus mesas cuadradas celebradas en Cuit.

Los valencianos tenemos el ego muy dañado, explica, «siempre llamándonos provincianos, ¡Si es una ciudad increíble que tiene de todo y es ideal para vivir! Las ciudades hay que ensancharlas con los codos. Yo compro en las tiendas de la ciudad, evito comprar fuera, quiero ser muy consciente del poder que tenemos como consumidores. Si puedo comprar un libro en una librería de mi ciudad no lo compro en la librería esa tan chula de Estocolmo. Es proteccionista, pero es que como no lo protejamos nosotros, desaparecen».

«En la fiesta que hay montada aquí para el turismo no estamos invitados. Es un espejismo. Esa tostada de aguacate a quince euros no está hecha para mí, está hecha para el turista. El bono de las charlas de Cuaderno no está pensado para ese turista, está pensado para los locales. Proteger nuestra economía es cuidar al animal en el entorno que le pertenece. La gentrificación es meter una especie nueva en un entorno diferente, todo se desestabiliza. Cuaderno es un proyecto que cuidamos entre todos, es una fiesta para la gente de aquí. Es favorecer ese espíritu de comunidad y que esto haya podido durar cinco años. Lo que no se cuida, se pierde, y luego llegan los lamentos».

Sergio Membrillas celebra sus cinco años de Cuaderno Blablabla.

Haber construido Cuaderno le hace estar orgulloso. «Al camarero del bar New York, ese que aún tiene colgada la foto de las torres gemelas, le cuento quién está sentado en su mesa cuando voy con los invitados a tomar copas y al tío le da igual, y eso es una cura de humildad total (risas)». Como él dice, «Mucho Cuaderno, mucho Blablabla». 

Fotografía: Sergio Membrillas. Retratos de Membrillas: Bernat Pérez.

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