La arquitecta Lourdes García Sogo (Valencia, 1959) tiene su estudio en pleno centro histórico de la ciudad, en un punto estratégico desde el cual se ven, con el mínimo esfuerzo de salir a la terraza del ático y mirar, la Basílica, la Catedral y el Miguelete, trío de ases. Ante esas vistas insuperables, charlamos con ella sobre algunos aspectos importantes de la organización urbana de Valencia y sobre uno de sus últimos proyectos.
García Sogo es arquitecta y se doctoró con la tesis “La desembocadura del Turia. Infraestructura hidráulica y territorio”. Entre 1985 y 1991 colaboró con Manuel Portaceli en proyectos tan importantes como Las Atarazanas, el Museo San Pío V o el Teatro Romano de Sagunto. Desde 1992 dirige Sogo Arquitectos y ha realizado un gran número de proyectos de edificación, rehabilitación y urbanización, además de participar en exposiciones internacionales como la 5ª Bienal de Arquitectura de Sao Paulo o el Architekturcentrum de Viena. Compatibiliza su trabajo con la docencia dando clases en el Departamento de Proyectos Arquitectónicos de la Escuela de Arquitectura de la UPV.
Leyendo información sobre usted me he topado con una entrevista que le hizo Miquel Alberola en ‘El País’ hace 15 años y es alucinante lo actuales que siguen siendo tanto las preguntas como las respuestas. Parece que hay temas que no terminan de salir de la agenda. Por ejemplo, usted hablaba, en 2007, de que la ciudadanía no era exigente porque no se le daba información sobre lo que se hacía en la ciudad. “Se dan noticias que los ciudadanos asumimos como buenas o malas. No hay crítica”. ¿Ahora somos un poco más críticos que entonces con la ciudad y su gobierno urbano o el diagnóstico sigue siendo parecido?
Desde ese momento hasta ahora han pasado muchas cosas. Esos temas siguen siendo de actualidad porque eran los importantes, pero se han hecho muchas cosas. De las cosas fundamentales que se han hecho: la huerta. No estaba protegida la huerta entonces, eso era un desespero porque claro que los huertos cerca de la ciudad valen una barbaridad, pero esa no podía ser la política. El plan de protección de la huerta se ha aprobado, eso marca un antes y un después. Antes había una inseguridad urbanística, ahora ya no.
Otro aspecto que ha cambiado radicalmente, el Cabanyal. Valencia es la huerta, el mar, la Albufera … digamos que la única batalla que estaba ganada en ese momento era la de El Saler, que se pudo recuperar. La huerta estaba en peligro, pero una vez que se ha dicho ‘esto no se toca’ tenemos que aprender a hacer las cosas de otra manera, contando con esto. De la misma forma que tenemos que aprender a hacer la ciudad contando con La Lonja o con la Basílica de la Virgen. Aunque nos cueste dinero rehabilitarla y mantenerla. Con el Cabanyal, igual. Ha estado a punto de desaparecer, se ha protegido. Conclusión, habrá que ir poco a poco recuperando el barrio, pero ya no hay inseguridad urbanística. Ya no hay miedo a la demolición.
Ambos aspectos los considero muy importantes. También te digo que yo ahora cuando hago valoraciones sobre la ciudad las hago desde dos niveles: desde el punto de vista de la arquitecta y desde el punto de vista de la ciudadana. Por ejemplo, la peatonalización del centro y, en general, la bajada de intensidad de las emisiones, como arquitecta, te gustará más o menos, te parecerá más o menos refinada la forma de hacerlo, pero son intervenciones sensatas, y mientras sean sensatas …
También decía que si la alcaldesa (entonces, Rita Barberá), quisiera, “los cinco carriles de las calles podrían convertirse mañana en tres para bicicletas y dos para coches, o uno. Y fuera emisiones”. Ribó (alcalde de Valencia hasta la legislatura anterior) lo hizo en gran medida. ¿Qué consejo daría al nuevo Ayuntamiento sobre las peatonalizaciones y los carriles bici?
Como arquitecta y como ciudadana, la ciudad es ahora muchísimo más vivible así. Repensar las cosas siempre es bueno. Seguir dándole vueltas para mejorar. Se ha ido con prisa, que a mi me parece bien porque se quería hacer cuanto antes: como sea se peatonaliza, como sea se pone el carril bici. O como en la plaza del Ayuntamiento, que nos hemos acostumbrado enseguida a que no haya coches. Sobre esa base, se pueden hacer de cosas … pero partiendo de la modernización de la ciudad. Y quitar los coches es parte de esa modernización.
Una cosa que no se ha hecho y que debería ser uno de los objetivos prioritarios de quien gobierne, sea quien sea, es tener en cuenta que Valencia no es nada sin su población del área metropolitana. Lo que no tiene esa parte de la población es sitio para dejar los coches al llegar a la ciudad. Y eso es malo, para ellos y para todos. Creo que es algo muy importante, lo hacen las grandes ciudades. En Valencia sería mucho más sencillo porque no es una ciudad como Londres. Pero algo se tiene que hacer con eso, urgente. Valencia tiene la suerte de que no tiene suburbios, lo que tiene son pueblos alrededor, con todos sus servicios, así que más que revertir la calle Colón, veo más urgente dotar la periferia de aparcamientos que solucionen el acceso al centro de la ciudad. Para estar por Valencia se puede ir perfectamente en transporte público, andando o en bicicleta. A la gente que necesariamente tiene que coger el coche también hay que atenderla facilitándole aparcamientos. Hay mil cosas que se pueden hacer en la ciudad para vivir mejor.
¿Valencia es una ciudad poco valorada por sus habitantes?
Toda la gente que se va de Valencia quiere volver. Esta ciudad tiene un tamaño perfecto, un clima fantástico, tiene sus limitaciones, claro, pero también muchísimas ventajas. Cuenta con un patrimonio histórico importante, fíjate, te asomas y ahí está el siglo XII, al otro lado el XIV … en ese sentido yo creo que sí se valora la ciudad.
En cambio, creo que no hay esa exigencia por el refinamiento que sería deseable. Vas a Verona y sí que hay ese refinamiento, aquí se debería valorar más eso. Cualquier intervención que se hiciera en la ciudad debería ser muy respetuosa porque se va a quedar mucho tiempo en pie y repercute en la vida de los ciudadanos, dura generaciones. No se debería permitir hacer cualquier cosa. El tamaño de la ciudad no debería influir en que la calidad de su arquitectura fuera menor. En París no se puede construir cualquier cosa. Pues en ese sentido todo debería ser París.
Algunos temas espinosos sobre el crecimiento de la ciudad de los que me gustaría saber su opinión. ¿Qué hacemos con la ampliación del Puerto? Los dos principales partidos políticos la apoyan, aunque eso suponga un daño fatal para las playas de Pinedo y de El Saler.
En Valencia hay que tener en cuenta que hay la misma pelea histórica por tener un buen puerto que por mantener la huerta a salvo. Mi tesis doctoral gira en torno al río, la desembocadura y La Albufera. El puerto, cada vez que se amplía, aumenta las playas del norte y disminuye las del sur. No me considero una experta, pero lo dicen todos los que sí lo son. Tiene que haber un equilibrio en las cosas. Ampliar el puerto supondrá más dinero para la ciudad pero haber recuperado El Saler también supone más dinero para la ciudad. Y las cosas no son solamente el dinero. Yo no quiero perder El Saler, no quiero que la restinga se vaya a paseo y se reviente La Albufera. El Saler está muy pequeñito ahora. A mí me da mucho miedo que se amplíe porque no hay sitio que perder.
Si me preguntas si a sabiendas de que se amplía el Puerto El Saler desaparece y llega el agua a los pinos, pues yo creo que no deberíamos hacerlo. Es un poco de cajón. Habría que tener todos los papeles económicos encima de la mesa y aún así seguiría diciendo que no quiero perder esa playa. La parte magnífica de Valencia es esa. Cuando la Albufera tenía una gola de 200 metros y se cerraba con madera para que entraran los peces y criaran, ya estaba terminantemente prohibido utilizar los pinos de la dehesa. El cerramiento se hacía con árboles traídos de Cuenca. La condición siempre ha sido no tocar ni un pino de la Devesa. Hasta que llegaron el Parador y el campo de golf la Devesa era intocable.
Siempre hay alternativas para mejorar la economía sin ser dañina: las cosas buenas son buenas para todos. Lo que sí que pasa a veces es que las cosas malas son muy buenas para unos pocos solo y muy malas para la mayoría. Pero estoy segura de que hay alternativas. Me encanta el puerto, me gusta ver las grúas a los lejos, también como paisaje al fondo de El Saler. No tengo nada en contra pero hay cosas que no se deben posibilitar, hay que buscar una mejor manera de hacerlo.
Si el Jardin del Turia desembocara en el mar tendríamos un jardín y una playa unidos por la dársena interior. ¿El proyecto del parque de desembocadura cree que se puede ver afectado de alguna manera por el cambio de gobierno local?
No creo que eso se paralice, ese proyecto se tiene que hacer. Sin que el Jardín del Turia termine donde debe, está inacabado. En mi opinión, en este momento, ese es el mayor proyecto de la ciudad. La costa no tiene continuidad y eso no puede ser. A veces los proyectos se cambian, pero vamos, espero que dentro de cuatro años ese esté hecho, es una de las cosas importantes de la ciudad. Igual que peatonalizar era importante, esto también. Le dará sentido a todo. Eso en Valencia nos pasa mucho, tenemos ‘rotos’ de por vida. Esto no se puede hacer mal.
Otro tema-espina es el turismo. En esa entrevista de hace años usted decía “Valencia tiene que ser una ciudad para vivir y para veranear”. ¿Sigue pensándolo? ¿No peligra la ciudad ante un turismo desmedido?
Que haya turismo es positivo para todas las ciudades. Lo que no es positivo es que se ofrezca paella a veinte euros y no te la puedas ni comer. Eso no es culpa del turista, eso es culpa de la restauración. Y pasa en muchos sitios. ¿Se puede evitar? pues, hombre, a mí me da un poco de vergüenza. Yo a Roma voy y me tomo una pizza en el centro buenísima y no ha bajado de calidad. Los helados tampoco han bajado de calidad. Eso se puede hacer. Volvemos a lo de que aquí no somos exigentes.
No me parece bien el deterioro del comercio en el Centro Histórico, sustituido por tiendas de souvenirs, que es una cosa que se tenía que haber regulado y no se ha hecho. Había que proteger el comercio y no se hizo. Aquí, hace veintitantos años, teníamos las mejores ferreterías, las mejores droguerías … ahora el último drama es que cierra la tienda de guantes de la Plaza de la Reina, que tiene de todo y al precio que corresponde … si este tipo de comercio no se protege no puede competir con las franquicias. Queremos tener ese comercio propio, pues habrá que protegerlo. Igual que protegemos La Lonja. ¿A quién conviene que esas tiendas no estén? Si en esta ciudad fuéramos más críticos, esa protección se habría hecho. Cuando en Roma pusieron el primer McDonald’s se montó un lío … pues al final se puso, pero de otra manera, adecuado a su entorno. No se han cargado las tiendas que había … Aquí han desaparecido todas las tiendas peculiares ¿es culpa del turismo?, no es culpa del turismo. Es culpa de un dejar hacer y que pase lo que sea. Lo que sea cultura de la ciudad habría que mantenerla, ayudar a que se mantenga. Al turista también le gusta ver las tiendas propias del lugar al que va, no solo franquicias.
Lo de los pisos turísticos es otro cantar. Desde luego, así no se puede seguir porque al final nadie podrá vivir en el Centro Histórico. Es evidente que esta medida sube el precio de los alquileres de una forma desorbitada, impagable para que un ciudadano la use como vivienda. No se trata de economía compartida, son pisos que normalmente se usan solo para alquiler turístico y los gestionan empresas.
Además del efecto del precio, en un edificio de viviendas normal crean problemas. En este edificio teníamos uno y creaba muchos problemas. Tengo que decir que lo denunciamos, porque es ilegal al menos que estén en la planta baja o en la primera si no hay viviendas, y el Ayuntamiento anterior lo canceló. Es lo que se debe hacer. Regular y hacer cumplir la ley. Y siempre pensando en que hay un problema de vivienda muy importante.
Otro asunto es que el sector hotelero haga ofertas más sencillas, habitaciones con cocina y en las que no te cambien las toallas todos los días. La gente no necesitamos siempre tanto y, además, no tenemos tanto dinero, pero viajar nos gusta mucho y es positivo.
Volviendo a lo de que se vacíe el casco histórico, en París hay edificios de alquiler especial para artistas en el centro. Hay formas para ir en contra de la selva, que va a seguir estando, pero para eso están las personas y los gobiernos, para intervenir. Una ciudad es más rica con turistas, a mí no me parece nada mal, pero regulado.
¿Qué le sobra y qué le falta a la ciudad?
Le falta finalizar cosas, la dársena con el puerto y el río, ese nudo es crucial. En general, Valencia es una ciudad agradable, con bastante de todo.
Una cosa en la que pondría mucho interés sería en limpiar el agua. Cuando yo era pequeña en Las Arenas no se le ocurría bañarse a nadie. Ahora no es que esté como debería pero ha mejorado mucho. Me faltaría que las aguas estuvieran muy limpias. El agua de por sí es limpia, si se ensucia es porque le tiran cosas. Todo lo que sea depuración me parece en este momento muy necesario. Este verano nos íbamos al Saler, entre las dos golas, y es como si estuvieras en Cerdeña, con los pinos y las dunas. Si el agua estuviera como en Cerdeña sería maravilloso. O como en Benidorm, que está igual de limpia que en Ibiza y es el sitio más poblado, pero allí se han tomado, desde el minuto uno, súper en serio la depuración de las aguas. Aquí se ha mejorado mucho pero yo esa vuelta de tuerca la daría y, entonces, serían playas de primera. La calidad del agua es fundamental. Se tiene que trabajar más ahí.
Y luego a Valencia le falta refinamiento. Excelencia. Cada vez que se tocara algo de las calles debería hacerse una obra de arte. La arquitectura es arte. La ciudad, también. La gente cuando viaja va a ciudades a admirar su arquitectura. Hay belleza en muchos sitios y en otros, no tanto. Ahí participamos un poco todos: la calidad de los arquitectos, la exigencia de la ciudadanía, la gestión de los políticos, la dedicación de los funcionarios … la belleza es fundamental para todos. La dejadez en las infraestructuras también es mala. Hay que hacerlas bien, con intervención de la composición arquitectónica, que para eso está, no de cualquier manera.
Su último proyecto ha sido un colegio en Biar (Alicante).
Era un proyecto muy difícil. Está dentro del Plan Edificant, donde el Ayuntamiento de cada localidad gestiona y la Generalitat financia las necesidades escolares. Al principio nos dio un poco de pánico la particularidad de esta gestión, pero hemos comprobado que el sistema tiene cosas muy positivas. En general, en este y en otros pueblos, nos hemos encontrado con gente con mucho interés y muy competente.
En la obra de Biar, que he dirigido yo, ha sido muy gratificante el apoyo de todos (arquitecto municipal, alcaldesa, director del colegio….) que, además, aportaron su punto de vista para enriquecer el proyecto. En otros pueblos tambien hemos encontrado apoyo en esta cercanía.
En el caso de Biar era un colegio feo y mal conservado, les faltaba un aulario infantil y un gimnasio, además de adecuaciones en eficiencia energética. La ventaja es que contaba con un patio grande con jardín, sin hormigón, con suelo permeable y arbolado. Lo más difícil ha sido coordinar los edificios nuevos con el ya existente y mejorar este último.
Hemos dejado al jardín como centro del proyecto, hemos quitado los arreglos añadidos que se habían hecho en las edificaciones sin la intervención técnica … ese es un problema muy frecuente. Se hace la obra pero después, con los años, se van haciendo añadidos sin la supervisión de los arquitectos autores del proyecto ni de ningún otro. Igual que quitando tres elementos impropios una obra mejora mucho, también empeora mucho si se le añaden esos elementos impropios. Es preciso incluir la dirección de un arquitecto en cualquier cambio que se produzca en un edifico. También en los colegios..
Estamos contentos con el resultado. Creo que demuestra que los estándares de los colegios públicos, si se realiza un proyecto sensato, son muy buenos.