Cuando asomó el siglo XXI, Santiago Calatrava era una celebridad global, tenía en construcción decenas de obras en diferentes ciudades, acumulaba veintitantos Honoris Causa y un montón de galardones, entre ellos el Premio Príncipe de Asturias de las Artes de 1999 y el Premio Nacional de Arquitectura, que conseguiría en 2005 (pero no el Pritzker).
«(…) Fue entonces cuando su carrera empezó a torcerse (…)».