El magnífico edificio que proyectaron los arquitectos Emilio Rieta, Cándido Orts, Filiberto Crespo y Rafael Tomás a principios de los años 60 en la calle Hernán Cortes, en pleno ensanche noble de Colón, fue pensado para albergar la sede del Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia. Totalmente enmarcado en los cánones de la modernidad, el propio edificio ha sido la inspiración para diseñar la nueva biblioteca que la institución ha renovado por completo. Materiales como los revestimientos de madera, el acero estructural, el pavimento pétreo y los textiles voluminosos dan forma a esta estancia, obra de Jaime García Mira, Javier Rivera Linares e Irene Benavent Valls.
Un viaje organizado por el colegio para visitar diferentes arquitecturas de las ciudades de Oslo y Estocolmo hace unos meses, según explica el vocal de Cultura del Colegio, el arquitecto Carlos Salazar, fue el empujón final que movió a la institución a remodelar esta parte tan importante del edificio, con vocación de servicio público, y dotarla de una biblioteca a la altura, versátil y adaptada a las necesidades de los diferentes tipos de usuarios.
«La nueva biblioteca del Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia le devuelve el protagonismo a los libros. Hasta entonces se encontraban escondidos en armarios, ocultos detrás de sus puertas. Incluso el valioso fondo de libros antiguos se ubicaba en un espacio cerrado, en el centro de la sala, con acceso restringido y sin visibilidad. El encargo requería no sólo renovar la imagen de la biblioteca, sino adecuarla a un nuevo concepto de biblioteca, más dinámica y que pudiese albergar otros usos. Toda la intervención se articula alrededor de cinco estrategias que proponen una biblioteca flexible, más cálida y abierta«, explican los profesionales al frente del proyecto.
El proyecto, en la planta sexta del edificio, mira a los colores primarios del movimiento moderno le corbuseriano utilizados en el edificio: el rojo, el negro y el blanco. Los materiales empleados en la nueva biblioteca son los mismos, reinterpretados, mezclados y combinados.
El acero rojo original pasa a negro en los pilares y a blanco en el mobiliario; la madera de listones de revestimiento se laca en blanco, el pavimento de mármol se convierte en vinilo conservando la gama de colores, el textil se mantiene en negro para los asientos y se transforma en rojo para las cortinas delimitadoras de espacios.
«Para el cambio de modelo de biblioteca, junto con la transformación física del espacio, el Colegio de Arquitectos puso en marcha un proceso de dinamización y participación de los colegiados. De este proceso, liderado por el equipo de Culturama, que utilizó encuestas y mesas de trabajo, se definió la necesidad de un espacio flexible, que pudiese albergar presentaciones de libros, cursos y talleres, pensando en el futuro de la biblioteca más allá de la consulta de libros. También se acordó la conveniencia de crear un espacio infantil, que permitiese la conciliación de las personas colegiadas. A su vez, se emplazaba al Colegio a establecer un programa cultural paralelo a dichas actividades que dinamizasen y visibilizasen el nuevo espacio», explican sus impulsores.
Siempre verde
«La incorporación de especies vegetales vivas se convierte en una necesidad, más en un escenario de calentamiento global, donde la mínima oportunidad de sembrar y plantar deviene en una obligación. Las especies vegetales, entre otras muchas virtudes, han demostrado beneficios para la salud física y mental de las personas usuarias a su alrededor, por lo que introducirlas en la nueva biblioteca era un paso en esa dirección de bienestar», apuntan los arquitectos que, para llevar a cabo esta parte, han recurrido al trabajo de jardinería de María Pedro.
Una gran jardinera que da la bienvenida a la biblioteca, se convierte en la fachada del nuevo espacio, vinculado al vestíbulo de acceso por una gran cristalera. Además, por la posición y forma empleadas, mientras hace de escaparate al núcleo de comunicaciones, sirve de telón de fondo para los bibliotecarios desde su puesto de control y atención. Alocasias, Pothos, Zamioculcas, diferentes especies de Ficus y una Monstera Deliciosa configuran esta jardinera de entrada a la biblioteca.
Todas las escalas
En la nueva biblioteca, los arquitectos han intervenido en distintas escalas, diseñando y proyectando en todas ellas. En la escala de la arquitectura, imaginando los distintos espacios, organizando los volúmenes, experimentando la flexibilidad, y configurando las diferentes posibilidades de uso y ocupación de las estancias.
La escala intermedia, del cuerpo, se ha trabajado desde el mobiliario fijo, con el diseño del mostrador, la vitrina de novedades y la de los libros antiguos, la grada o las estanterías librerías que recorren todo el perímetro. También pertenece a esta escala de las medidas de la persona todo el mobiliario móvil; se diseñan las mesas, la escalera para llegar a los estantes más altos, los módulos infantiles, el mueble de consulta y las mesas plegables. «Todos ellos desde la flexibilidad y el confort», explican.
Por último se llega al diseño de la pequeña escala, la de los objetos. Vinculado al uso de la biblioteca, se crea un sistema de identificación y señalización de las distintas secciones de libros y de sus materias, expositores, apoya-libros, rotulaciones se conforman con una chapa de acero plegada.
«Con todo esto, la nueva biblioteca del Colegio Territorial de Arquitectos de Valencia, posibilita un nuevo polo cultural en el edificio, generando un diálogo con la sede original en el que se inserta, y experimenta con nuevos arquetipos que miran al futuro de las bibliotecas», concluyen los autores del proyecto.