El arquitecto Pablo Arboleda es muy consciente de que la originalidad de su enfoque radica en reparar en algo omnipresente que ha pasado inadvertido, el toldo verde, y en base al gancho que supone para deslizar consideraciones acerca de la mayor arquitectura residencial de España, qué sentimiento de clase subyace desde el éxodo rural y el desarrollismo y si hoy se construye mejor ciudad que antes. En esas reflexiones andaba desde su grupo de Facebook, ‘Amigos del Toldo Verde’, cuando conoció el trabajo que el fotógrafo Kike Carbajal reflejaba en su foto-ensayo ‘Ladrillo visto, toldo verde’.
«En esa pieza, Carbajal abordaba la homogeneización urbana de los barrios obreros españoles y para ello trazaba una narrativa histórica que entroncaba con muchas de las consideraciones que yo mismo le venía atribuyendo al toldo verde», explica Arboleda. La coalición de ambas cabezas pensando en torno al toldo verde fue casi inevitable tras conocerse, después de muchos correos electrónicos, en un taller sobre antropología y ciudad. Los dos, con el mismo interés, decidieron que debían ‘empaparse’ de calle juntos, así que iniciaron una serie de paseos-rutas todos los viernes por una decena de distritos madrileños, aunque ellos consideran que los toldos y lo que les rodea es perfectamente extrapolable a otros lugares del país porque lo importante no son los casos concretos, sino la explicación de todo un proceso que ha transformado las ciudades a lo largo del siglo XX.
Carbajal aumentaba su registro fotográfico mientras Arboleda iba completando un diario de campo donde anotaba descripciones e impresiones. Evitando juicios estéticos, mientras unos tachan categóricamente de feo todo lo relacionado con ese toldo verde, los autores hablan de unos barrios y unas calles que son parte de la atmósfera de una ciudad real y auténtica. El toldo verde es un fenómeno político, económico y cultural que se entiende aquí combinando ensayo, narración poética y fotografía.
El diseño gráfico de ‘Toldo Verde’ (Ediciones Asimétricas) es de Jaime Narváez, del colectivo La Troupe.
Como explica Pablo Arboleda, especializado en estudios urbanos e investigador del departamento de Antropología del CSIC, «es paradójico esto del patrimonio. Se nos impone ese castillo, esa catedral o ese palacio, pero cuando levantamos la vista lo que vemos son esos edificios con el toldo verde. De los muchos símbolos del imaginario colectivo, pocos configuran más el paisaje urbano». Ante ese rechazo a la estética visual del toldo verde, inasumible para muchos, los autores valoran lo que implica como patrimonio emocional humanizado.
«No solo nos instruimos visitando catedrales y palacios, sino que nuestro entorno inmediato es el que hace que nos reconozcamos, también, como parte integrante de este mundo», explica el arquitecto. Un patrimonio con todas sus contradicciones y sus disfunciones que forma parte de la cultura del barrio. «El toldo verde contribuye a una imagen de país más amplia, humilde y vertebrada, una España que hasta ahora rara vez aparecía en las postales».
Ese paisaje arquitectónico difuminado bajo la generalidad de expresiones como ‘la periferia’, ‘el extrarradio’ o ‘los márgenes’ es el objeto de la mirada de Arboleda y Carbajal en «Toldo Verde», una publicación con muchas capas y muchos sedimentos que, forrada con tela de toldo verde real, lo utiliza como metáfora para reflexionar sobre las ciudades y los que la habitan.
Kike Carbajal apunta que la finalidad del libro es valorar ese paisaje «tan nuestro», con ayuda de diferentes narrativas que ayuden a comprender los grandes retos y logros de «una época turbulenta que tiene su epicentro en la tecnocracia franquista, aunque sus ecos se escuchan antes y después, hasta hoy». En solo 14 años, entre 1961 y 1975, se levantaron cuatro millones de pisos, a través del Instituto Nacional de Vivienda al principio. Cuando en 1957 el falangista José Luis Arrese llegó al Ministerio de Vivienda aplicó rápido aquello de cambiar proletarios por propietarios. Barrios sin asfaltar y sin servicios básicos, pero sí con iglesia cerca y con toldos verdes.
Pronto esas obras del desarrollismo fueron cedidas a las grandes constructoras privadas, que hoy en día siguen dominando el sector. Junto a la banca y las cajas de ahorro, que se ocupaban de las hipotecas de aquellos flamantes nuevos propietarios, consolidaron la clase dominante de la nueva economía nacional. Plusvalía para las élites y deuda contraída para la clase trabajadora, «el origen de un sistema que se perpetúa hasta nuestros días», apunta Arboleda.
Dragados, por ejemplo, que fue fundada en 1941 y cuyos primeros trabajadores fueron presos republicanos a los que pagaban sus jornadas extenuantes con reducciones de días de condena, fue adquirida en 2002 por el grupo ACS de Florentino Pérez. El constructor y contratista Félix Duarte, quien durante la Guerra Civil había importado material bélico para el bando nacional, obtuvo las concesiones de proyectos como Nuevos Ministerios, el Santiago Bernabéu o la Cruz del Valle de los Caídos. En 1998, Huarte y Cia pasó a formar parte del gigante OHL, presidido por Juan Miguel Villar Mir. José Banús, el artífice de Puerto Banús en Marbella, se alzó como el primer promotor inmobiliario de masas mientras construía la carretera al Valle de los Caídos. Su dinámica, explica Arboleda, consistía en expropiar terrenos rústicos, gracias a haber sido nombrado presidente de la Junta de Compensación, a precios irrisorios para posteriormente comprarlos y recalificarlos como edificables. Ese fue el germen de una nueva élite económica que se consolidaba con el negocio de la construcción.
Esos edificios que tenderíamos a liquidar como feos «son la huella del sacrificio y la lucha de la calle trabajadora, mientras que en la otra cara de la misma moneda también representan la base sobre la que se ha afianzado nuestro sistema capitalista y nuestra democracia, para mejor o para peor. Como es obvio – explica Carbajal – las ciudades siguen evolucionando y muchos de esos barrios han pasado de ser periferia a consolidarse como cuasi-centros en sí mismos y, tras el primer aluvión de hace ya más de cinco décadas, los cambios no dejan de sucederse. Desconocemos los futuros desafíos que vendrán pero, sin duda, ‘la España del toldo verde’ es parte esencial de lo que hemos heredado y de lo que dejaremos».
El antropólogo social por la Universidad de Oxford Alberto Corsín pone el broche final al libro en el epílogo. «Materia y color, historia y ambiente, sol y sombra, dialéctica y espíritu, urbanismo y patrimonio, capitalismo y barrio. Todos somos toldo verde».