El arquitecto Jaime Sanahuja ha sufrido en carne propia lo que supone que un proyecto empiece un día cualquiera de 2010 y termine, nada menos, que doce años después. Tras muchos avatares, crisis económica y pandemia mundial incluida, en 2022 concluía un proyecto que había comenzado más de una década antes, un largo periodo de tiempo que posibilitó, no hay mal que por bien no venga, que el arquitecto hiciera innumerables viajes a París y disfrutara de la ciudad. El proyecto en cuestión era el edificio del Instituto Cervantes en la capital francesa.
Sanahuja y su equipo tuvieron la posibilidad de participar en el concurso internacional de arquitectura que lanzó el Ministerio y ganarlo, lo que les abrió la posibilidad de intervenir en el palacete en París que alberga al centro cultural español, un edificio protegido y de gran valor arquitectónico que no había tenido ningún cuidado en los últimos cincuenta años. Desde su base en Valencia, Sanahuja&Partners, el arquitecto escogió como socios locales franceses al estudio Colomer+Dumont para poder revisar la obra de una forma más estrecha.
El proyecto ha consistido en la reforma y adecuación funcional de la Biblioteca Octavio Paz para su puesta al día, dotándola de las condiciones de seguridad, accesibilidad y funcionalidad que se requieren actualmente.
El edificio, construido en el año 1883 por el arquitecto Paul Dechard, está formado por dos bloques que encierran un pequeño patio de servicio al que se accede por un pasaje de carruajes. El edificio está afectado por una protección patrimonial que atañe a las partes de mayor interés arquitectónico y ornamental, como la escalera principal, el gran salón de los espejos, las salas de lecturas o el pasaje de acceso.
El proyecto de rehabilitación ha actualizado su funcionamiento como biblioteca, ampliando los espacios de lectura y creando otros nuevos para usos docentes y, al mismo tiempo, mejorando las circulaciones, los accesos y los sistemas de instalaciones que lo complementan. De esta forma, se ha conseguido un máximo aprovechamiento de los espacios y recursos, y se ha reordenado el punto de acceso y control, haciendo que pueda funcionar de una manera más flexible, según sus usos, y en unas condiciones óptimas seguridad.
El palacete de Marceau, que así se llama la sede del Instituido Cervantes de París, además de estrenar rehabilitación, se ha colado en las noticias en los últimos meses. La historia se remonta a cuando, entre 1937 y 1940, el edificio fue punto de reunión, encuentro y primera delegación del Gobierno de Euskadi en el exterior. Tras la ocupación de París a manos de los nazis, el exilio vasco se vio obligado a escapar y no regresaría al palacete hasta la liberación de la capital francesa por los aliados, en 1944. El gobierno franquista empezó entonces a reclamar la titularidad del edificio. Una petición a la que, finalmente, Francia accedía en 1951. Han pasado los años y el Partido Nacionalista Vasco (PNV) asegura que la propiedad está acreditada como suya y «su devolución, al gobierno vasco, amparada legalmente en la Ley de Memoria Democrática». De momento, la vida sigue igual.