La vivienda que nos ocupa, ubicada en el histórico barrio de Vistabella de Murcia y cuya fundación se remonta a los años cuarenta, presentaba en sus orígenes una distribución compartimentada en habitaciones y pasillo de circulación que respondía a las necesidades de muchas de las organizaciones familiares a las que les eran entregadas las viviendas del barrio en aquellos años.
«Cuando nos encontramos con la vivienda, en el último piso del edificio, –explica el arquitecto Dictinio del Castillo– sabíamos de las posibilidades espaciales que se abrirían al quitar el falso techo continúo que ocultaba el generoso volumen disponible. Desde ese momento, Casa Melón se convirtió en un proceso para pensar, dibujar, ensayar, madurar y construir detalle a detalle muchas de nuestras inquietudes y conceptos de trabajo en el estudio».
Como premisa ineludible se buscó que la nueva casa expresara la identidad de sus huéspedes, solucionara sus necesidades concretas y posibilitara una forma de vivir el espacio abierta, creativa, flexible y sin complejos.
«Esculpir todo el volumen disponible nos ofrecía oportunidades poco comunes en un piso en el centro de la ciudad, como la creación de una pasarela flotante que da acceso a la librería, rincón de lectura y a una habitación/estudio con baño integrado, nivel al que se accede por una escalera que discurre en chapa blanca detrás del mueble de carpintería diseñado a medida y se asoma cambiando a madera natural en sus primeros peldaños ensanchándose en el primero a modo de banco-baúl, invitando a subir».
La distribución proyectada amplifica el espacio disponible multiplicando las relaciones visuales, «ampliando los fondos de perspectiva buscando largas vistas cruzadas en el interior creando un nuevo paisaje interior luminoso conectado con el paisaje exterior del río y el frondoso arbolado del parque orientado a sur- levante. Dicho de otra forma: buscamos pasar del pasillo, al paseo».
Para conseguir esta fluidez y continuidad espacial, se tomaron decisiones como la ubicación de la cocina escamoteable en un lugar que podría haber quedado reducido a un espacio «de paso o mera circulación» y que pasa a transformarse en un ensanchamiento del espacio para leer, trabajar o comer juntos en una bancada, que es también almacenamiento, alrededor de una mesa hecha a medida.
Siguiendo el recorrido interior, dos veladuras de cristales translúcidos acanalados insinúan sombras y dejan entrever los espacios húmedos. Estas veladuras, a su vez, dejan pasar al interior de la casa una luz tamizada norte desde el patio de luces del edificio y permiten corrientes interiores de ventilación cruzada natural gracias a las partes practicables superiores diseñadas para tal fin.
«El proceso de obra se convirtió en un laboratorio vivo donde se repensaron, ensayaron, diseñaron y construyeron soluciones adhoc, porque la obra lo acabó pidiendo, hasta encontrar una atmósfera personal y acogedora, que nos envolviera en texturas, recuerdos, olores y colores en los que nada más abrir la puerta nos sintamos en casa», concluye.
El proyecto, un trabajo de Dictinio del Castillo y María Estrada, ha sido reconocido en la XXIII Edición de los Premios de Arquitectura que organiza el Colegio Oficial de Arquitectos de la Región de Murcia.















