El único edificio del arquitecto Miguel Fisac en la ciudad está en la plaza de Tetuán. Lo proyectó entre 1961 y 1965 donde antes estuvo el palacio de los condes de Alcúdia y Gestalgar, cuyos últimos dueños fueron los miembros de la familia que daría nombre al edificio, Moroder Gómez.
Hubo otra obra de Fisac en València, el Instituto Benlliure, el primero de la ciudad, por cierto, en que se implantó la enseñanza pública mixta, pero fue demolido en 1998 pese a ser un valioso exponente de la arquitectura del Movimiento Moderno. «El deplorable estado de su estructura», según explicaron los técnicos en su día, fue el motivo de su derribo.
Para reconocer con honores la importancia del arquitecto Miguel Fisac y de su Moroder, la Fundación DOCOMOMO, que vela por la preservación de la arquitectura moderna, organiza junto a los arquitectos valencianos un acto de colocación de la placa correspondiente en el edificio. Esta actividad se enmarca en la celebración de la Semana de la Arquitectura y tendrá lugar el viernes 29 a las 10 horas. El acto estará presidido por el decano del COACV, Luis Sendra, y la presidenta del CTAV, Marina Sender.
Fisac plantearía en esta obra un proyecto renunciando a parte del volumen máximo edificable en beneficio del espacio urbano, idea que fue comprendida y apoyada por el promotor.
«De esta forma, el edificio se retranquea de la línea de fachada prevista en el planeamiento, dejando un pequeño jardín delantero, una especie de plaza precedida de la plaza, contribuyendo a la creación de un nuevo espacio en la trama de la ciudad, una manera contemporánea y distinta de construir edificios de viviendas que hasta esa época no había en la ciudad histórica», explica la catedrática Carmen Jordá.
«El conjunto posee una peculiar fisonomía, debida a su volumetría descompuesta y a la gran perforación de unas fachadas ejecutadas con piezas prefabricadas y huecos rectangulares idénticos que curvan sus ángulos. El interesante esquema general se organiza mediante tres cuerpos adosados con buen criterio, de modo que dejan libre su parte delantera y, de ellos, el más alargado se anexiona, con sus seis alturas, a la edificación preexistente, mientras el del otro extremo, con diez alturas, cierra una calle lateral».
«El edificio dispone de un único y amplio zaguán, aunque la existencia de dos núcleos de escaleras, que conducen hacia un gran patio posterior, explica la particular disposición del esquema en planta, ya que cada núcleo sirve a una sola vivienda por planta. La mayor, de considerables dimensiones, se desarrolla en dos volúmenes que comparten su programa, con segregación de zonas de día y noche«, concluye Jordá.
Miguel Fisac viajó mucho. En 1951 lo hizo a Japón y quedó impresionado por el esencialismo y el sincretismo formal de los jardines y casas tradicionales japonesas. Esa fascinación la plasmaría, de cierta manera, en su trabajo en València. También viajó a Estados Unidos para conocer las obras de Wright y de Mies van der Rohe. En esa ocasión visitó a Richard Neutra en los Ángeles, con quien entablaría una prolongada amistad.
En agosto de 1955 viajó a Jerusalén como arquitecto del Santo Sepulcro y, cuando volvió abandonó definitivamente el Opus Dei, organización a la que había estado muy unido desde los años 30. La forma de vivir la religiosidad fue inherente a la obra del arquitecto en todas las etapas de su vida. Desde el punto de vista profesional, fue una excelente oportunidad de experimentar con el espacio y los materiales.
El Premio Nacional de Arquitectura le fue comunicado en septiembre de 2003 coincidiendo con su noventa cumpleaños. Casi tres años después, el 12 de mayo de 2006 fallecía Miguel Fisac en su casa del «Cerro del Aire» en Madrid.