La Casa de recortes y fragmentos de Piano Piano

1 diciembre 2021

por | 1 diciembre 2021

Las arquitectas María Donnini y María Grifo, que forman el estudio Piano Piano, empezaron en marzo de 2020, menuda fecha, las obras en el último piso de un edificio de 1932 situado en el barrio de Monteolivete (Valencia). Se encontraba en un estado de semiabandono pero conservaba la mayoría de sus elementos originales, como carpinterías, vigas y pavimentos, gracias a lo cual pudieron elaborar un proyecto respetuoso con la arquitectura del lugar y con sus clientes. Casa de recortes y fragmentos, la han llamado.

Cuando las arquitectas llegaron a la casa se había eliminado el falso techo pero se había mantenido la tabiquería de origen, que daba al espacio un aire teatral. Ellas demolieron la tabiquería, lo que se tradujo en que los techos, de seis metros y medio, parecieran aún más altos en un espacio inmenso. Los clientes necesitaban una intervención rápida y económica pero a la vez se quería dejar al descubierto texturas que hicieran visibles las huellas del tiempo.

El estudio planteó una propuesta con una pieza central formada por planos que no llegaban al techo, que ordenara el espacio y a la vez hiciera de elemento de conexión. Huyendo de un solo espacio, de un ambiente único, las arquitectas formularon un recorrido mínimamente compartimentado.

Con esta intervención se volvía al espacio teatral pero con una cota construida bastante más razonable, de 2,70 metros. En este lugar central, tres planos ordenan y acogen el espacio íntimo, que queda perimetrado por espacios de almacenaje. Los dos dormitorios, orientados a la calle, recuperan el espacio generoso y, hacia el patio de manzana, solo se construye una caja escultórica que acoge el baño.

«El potente pavimento existente en la casa hace que el resto de los elementos le acompañen pero no compitan, sino que reposen y encuentren su sitio junto a él», explican.

«Al realizar el reportaje fotográfico y volver a la casa un año después de haberla terminado nos dimos cuenta de que habíamos conseguido que fuese un reflejo de las personas que lo habitan. Sus libros, sus objetos, sus vivencias y el arte que cubre sus paredes son elementos que han ayudado a fijar su uso. Al ser habitada es cuando la cota de 2,70 ha alcanzado su razón de ser», apuntan.

Empezasteis vuestra andadura profesional en un estado general post-post crisis de la arquitectura, ¿cómo encajáis este última sacudida que supone la pandemia y sus consecuencias?

Desde que somos arquitectas nunca hemos dejado de estar en crisis (económica, de valores, ambiental) así que el presente y el futuro lo afrontamos con prudencia. Es inevitable la preocupación, claro, pero sabemos que en un porcentaje alto no dependerá de nuestro buen o mal trabajo, sino de factores que van más allá de nuestro radio de influencia. A nivel de estudio y de trabajo, los años 2020 y 2021 nos han ido bien y, afortunadamente, hemos tenido un nivel de trabajo constante.

Prácticamente la totalidad de nuestro trabajo es residencial, así que, aunque el confinamiento queda lejos, nos gustaría pensar que cuestiones que fueron importantes en relación con el habitar no se lleguen a perder del todo y dejen poso. Que se haya podido reflexionar sobre nuestras casas e identificar las carencias que tienen y detectar necesidades es ya algo positivo. Sea alto o bajo el presupuesto del que disponen, nuestros clientes han visto importante invertir dinero en las casas donde habitan para mejorarlas.

Los clientes están más abiertos a propuestas que contemplen “otras formas de vivir”, otra cosa es que quieran que sean sus casas las que las asuman en su totalidad. Pero sí que es verdad que son pocos los que no desechan la rigidez con la que hemos vivido en las últimas décadas. Muchos son conscientes de que una casa tiene que ser, no solo un lugar que atienda a las necesidades fundamentales -cobijarse, comer, asearse, dormir-, ni tampoco la suma de un salón comedor, tres habitaciones, una cocina y un baño, sino que una casa es el conjunto de estancias capaces de acoger muchas otras necesidades relacionadas con el habitar.

¿Creéis que se ha recuperado la imagen del arquitecto que entiende que hacer arquitectura es bastante más que el hecho meramente constructivo?

Por desgracia, no. Hay atisbos de cambio pero somos un colectivo muy grande en el que hay posturas y formas de actuar muy dispares y, en la mayoría, muy alejadas de cómo nosotras creemos que deberíamos posicionarnos cerca de la sociedad y la situación actual del mundo.

Las crisis como las que estamos viviendo paralizan cuando tendrían que suponer un momento de reflexión y de oportunidad y de cuestionamiento sobre el coste económico, social o ecológico de lo relacionado con la arquitectura. Aunque no toda posición es entendible, simplemente las personas tenemos que sobrevivir y trabajar y muchas veces sin ser del todo consecuentes.

La administración pública tampoco ayuda a crear esa conciencia dentro del colectivo con concursos públicos que aprietan y en los que sigue primando la baja económica o la entrega de proyectos en tiempos imposibles para la reflexión.

Mientras se habla de crisis climática y de escasez de recursos materiales se siguen construyendo barrios que no son necesarios y se sigue destruyendo territorio mientras la ciudad está llena de solares por colmatar.

Y los arquitectos, como colectivo, participamos de ello y no ayudamos a que la imagen que proyectamos esté en consecuencia con el momento actual.

Vosotras defendéis que los arquitectos deben ser capaces de “moverse en los límites de un marco teórico en el que se favorezca poder vivir distinto”. 

Totalmente. Si no hay marco teórico nos encontramos en la pregunta anterior: arquitectura igual a construcción. Vemos importante una narrativa que enlace los conceptos y fije las intenciones finales.

Ser arquitectas debería ser sinónimo de ser modestas: el aprendizaje y la experimentación deberían ser un objetivo constante y no deberíamos ponernos límites al conocimiento. Nos parece un requisito fundamental que este aprendizaje surja de la colaboración con otras personas y profesionales que completen la narrativa y enriquezcan el proceso.

Entendemos que hacer arquitectura es también crear conciencia. Nosotras lo intentamos con nuestros clientes. Es menos complejo ya que son en su mayoría privados, y es una suerte cuando al final acaban hablando de funciones domésticas o bienestar en lugar de hacerlo sobre formas predefinidas; de cuestiones sensitivas (como las texturas, o la percepción) en lugar de hacerlo sobre materiales.

Apostáis por una arquitectura que reivindique el pensamiento.

Sí, algo construido sin un discurso que lo acompañe para nosotras no es arquitectura. Es justo el marco teórico formado por pensamientos ordenados el que responde a nuestras dudas y nos da la confianza de estar en el recorrido adecuado.

Tenemos la responsabilidad de hacer un buen proyecto que utilice las herramientas aprendidas y aprehendidas en los años en los que hemos querido ser arquitectas. Lo que nos motiva en nuestro trabajo del día a día es ser conscientes de que la arquitectura tiene que ser, y es, más que solo economía, más que solo construcción, más que sólo materia… Es todo ello, claro, pero acompañado de un discurso, inherente a la propia arquitectura, que piensa en el bienestar, en la espacialidad, en el confort, en las personas, en el entorno, en la repercusión social y material.

En nuestro caso es la presencia de la sensibilidad lo que nos proporciona el disfrute en nuestro trabajo diario y también es la que nos facilita a transmitir a otras personas el entusiasmo y la esencia de los proyectos.

Piano piano si va lontano. Habéis elegido un nombre para el estudio que es una declaración de intenciones.

Sí, claro. Nosotras entendemos el “piano piano” como un proceso prudente en el que vamos estableciendo de una manera lógica y coherente las bases o pilares fundamentales sobre los que se va a apoyar cualquier proceso proyectual. La arquitectura es en sí un proceso aditivo en el que se superponen nuevas capas a medida que va aumentando su complejidad, pero sin dejar de lado el discurso que debe ir entrelazando los diferentes factores que influyen en el proceso. Y, es más, una obra se acaba, pero el tiempo la transforma. Nuestro estudio queríamos que tuviese un nombre que reflejase todo ello y que transmitiese la idea de trayecto.

Fotografía: Pablo Latorre. Colaboradora en el proyecto: Paula Cerverón.
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