«Una operación arriesgada realizada con gran maestría». Así definió el jurado de los premios que concede el Colegio de Arquitectos de la CV el proyecto ‘El octógono de Pelayo’, de las arquitectas Maria Donnini y Maria Grifo, de Piano Piano Estudio.
De este trabajo destacaban la habilidad de la propuesta para transformar el espacio con la introducción de un poliedro en el corazón de la casa, que hace que se produzcan «conexiones sorprendentes y visiones diagonales que agrandan la vivienda, haciéndola más flexible y luminosa». Con todos estos piropos, el proyecto obtuvo el premio a la mejor intervención en un edificio existente, ex aequo, es decir, en pie de igualdad, con la rehabilitación y ampliación de la Masía de San José.
Al habla con las arquitectas del proyecto. «Nos encontramos con una vivienda que por sí misma, en apariencia, no tenía excesivo interés ni en su distribución ni en lo material. Desde el acceso, a través de un pasillo oscuro que iba discurriendo por la totalidad de la vivienda, aparecían habitaciones a lado y lado», explican Maria Donnini y Maria Grifo.
«Sin embargo, una vez efectuadas las demoliciones, vimos que podría albergar muchas posibilidades: su ubicación en esquina y su forma cuasi cuadrada junto a una medianera en diagonal iba a permitirnos resolver el proyecto desde un planteamiento geométrico, una herramienta que consideramos fundamental para poder pasar de una manera natural pero disciplinada de un diagrama a la realidad».
Los clientes querían una vivienda sencilla y no tenían muchas necesidades concretas específicas, más allá de que les permitiese trabajar a veces en casa o cocinar con amplitud y que pudiese adaptarse fácilmente a los cambios futuros.
«Esto nos posibilitó canalizar parte de nuestros intereses constantes alrededor de la vivienda, aquellos que reflexionan sobre la flexibilidad a partir del uso que hacemos de los espacios y que facilitan hacerlos menos jerárquicos de manera no premeditada», explican.
«Las trazas geométricas que marcaban el acceso fueron el punto de partida para situar en el centro de la vivienda una pieza poligonal que, como una rótula, permitiera articular diferentes espacios a su alrededor, ayudar en los recorridos perimetrales y enriquecer la unión entre todos ellos».
Esta pieza poligonal concretada finalmente en un octógono se convierte, más allá de ser una mera pieza de distribución o paso, en un lugar de estancia o de reunión en el que acontezca lo imprevisto. Junto a él aparecen dos piezas cerradas, las únicas que cuentan con un único acceso, que alojan una ducha y un aseo, para permitir los usos simultáneos.
A partir de aquí, un pequeño distribuidor aloja los armarios para liberar a las estancias que recaen en él de contenerlos y permitir así que puedan adquirir usos diversos en función de las necesidades venideras. Aparecen otras piezas de almacenaje en esos espacios indeterminados bien en forma de armarios o en altillos.
«La sucesión de piezas en enfilade que dan sobre la fachada alarga la perspectiva de las estancias y da mayor amplitud a los espacios, las ventanas que se abren al octógono o las diversas puertas que permiten el acceso a las salas generan múltiples ejes longitudinales, transversales y diagonales. La ventana pasaplatos entre la cocina y el octógono hace que este espacio ambiguo se convierta en una extensión de la cocina permitiendo desayunar o tomar una copa de vino a ambos lados de la ventana», apuntan.
Todas las piezas se conectan entre sí y pivotan alrededor de la pieza central para poder ser recorridas en su perímetro, multiplicar las relaciones visuales y espaciales, así como favorecer las ventilaciones cruzadas y ser una casa fresca en verano o permitir que todos los espacios se iluminen de manera natural.
Por último, explican, «la propuesta material del Octógono de Pelayo tenía como objetivo favorecer que la casa fuese percibida como una unidad, de modo que la sobriedad y la uniformidad en la elección de los materiales fue el camino a seguir».
«Pinceladas sutiles recuerdan la preexistencia: unas puertas recuperadas con vidrio esmerilado o un pilar de hormigón dejado a la vista. Leves detalles en madera en forma de pomos y tapajuntas junto con elementos en color verde rompen conscientemente la homogeneidad para redirigir la mirada sin estridencias», concluyen.