¿Qué oculta un arquitecto? “Todo aquello que rodea al mundo de los arquitectos y que el público en general se ve sorprendido cuando lo descubre. Una actividad con un fuerte componente técnico, fácil de intuir, pero también muy humanista, reflexivo y que abarca muchos aspectos del saber”. Lo sabe de buena tinta Carlos Salazar Fraile (València, 1962), arquitecto, profesor de Proyectos Arquitectónicos y del Máster de Paisajismo en la UPV que, en su libro “Lo que oculta un arquitecto”, editado por NewCastle, nos aproxima a un mundo especializado y, a menudo, mitificado.
Salazar, entre otras muchas cosas, ha sido el arquitecto que ha proyectado Bartolí-Lab, un laboratorio gastronómico pensado como cocina y centro creativo para la Fundación Todolí Citrus, en una partida rural de la localidad de Palmera, entre Gandia y Oliva, donde el propietario, el consultor y experto en arte Vicent Todolí, ex director de la Tate Modern de Londres y actual director artístico de la Pirelli HangarBicocca, de Milán, y de Bombas Gens, en Valencia, ha ubicado su proyecto. Un espacio que nació de la inquietud por preservar el entorno medioambiental familiar de Todolí, amenazado por el urbanismo voraz y al que hizo frente creando una Fundación en forma de colección citrícola, la más grande del mundo a cielo abierto con cerca de 400 especies diferentes adquiridas durante los últimos años.
El estudio de arquitectura de Carlos Salazar ha construido ahí la cocina que imaginó el chef Ferran Adriá para Todolí entre naranjos, convirtiendo así la antigua casa de aperos en un laboratorio donde experimentar con cítricos valencianos concebido como un lugar de investigación gastronómico, en una reivindicación del entorno rural con un pabellón completamente integrado en el huerto.
El diseño es el de una cocina móvil, a la vez laboratorio y comedor, y el resultado es un espacio que satisface las diferentes necesidades: trabajar, cocinar, elaborar productos relacionados con los cítricos, realizar eventos y charlas, y que, además, es tanto un comedor interior como exterior, donde la luz natural tiene mucha fuerza. El edificio cuenta con unos grandes voladizos que suavizan el ambiente lumínico interior y, en uno de los laterales, genera un porche donde se realizan comidas al exterior junto a uno de los huertos de cítricos.
La construcción, como señala Carlos Salazar, tiene un indisimulado aire californiano, y muestra con sutileza la eficacia de una estructura de finos pilares, ventanales y cerramientos que nos señalan los valores de una arquitectura culta y recuerdan a los californianos balloon frame –armazones de bastidores– con los grandes voladizos de la arquitectura de los pabellones japoneses, que proporcionan una necesaria sombra en el exterior y una amable luz en su interior. El resultado final se muestra funcional, ligero y luminoso, con un juego de geometrías arriesgadas que provoca una sensación cercana al organicismo, en plena armonía con los campos de alrededor.
Por su parte, el libro de Carlos Salazar nos acerca, a través de una mirada personal, al ambiente que rodea a quienes se dedican al sector de la arquitectura, idealizado de puertas para fuera. “A menudo la gente se sorprende del día a día de la profesión, de dónde nacen las ideas, quiénes son los referentes, cómo se organizan los procesos creativos y cómo las dificultades se pueden convertir en oportunidades”, señala Salazar.
«Lo que oculta un arquitecto» reúne un compendio de situaciones contadas a través de relatos breves en los que cualquiera podría verse reflejado. Relata experiencias personales de las cuales se desprenden enseñanzas que son parte del proceso de formación del arquitecto y no suelen aprenderse en el ámbito académico, escritas con un lenguaje claro, divulgativo, con notas de humor y desenfadado para que el público pueda acercarse al perfil de un arquitecto y deshacerse de los prejuicios.