Luis Barragán, el único mexicano merecedor de un Premio Pritzker, conocido coloquialmente como el Nobel de la Arquitectura, ya no es solo “el artista entre los arquitectos”, ahora sus restos forman parte de una polémica obra de arte inspirada a partir de las dificultades y los obstáculos que existen para acceder al archivo profesional y poder compartir el trabajo de este creador.
El arquitecto nació en Guadalajara, en 1902, en una familia acomodada y profundamente católica, que pasaba los veranos en una hacienda. Todos estos aspectos vitales marcaron su obra: su posición le permitió viajar a Europa, donde le impresionaron la Alhambra y el Generalife granadinos; las influencias religiosas son patentes en numerosas de sus construcciones y su imaginario está plagado de las referencias a los estilos regionales y populares.
Del tapatío, como se les conoce a los nativos de la Guadalajara mexicana, se admira su maestría al jugar con el agua, los volúmenes, las luces y las sombras, así como su impecable elección de los colores.
A Barragán se le venera y se le estudia en las facultades de arte, arquitectura y diseño. Se reconoce su estilo monacal y su arquitectura limpia y equilibrada a golpe de líneas rectas. Es también reconocido por su capacidad para integrar las influencias internacionales con las técnicas y los materiales tradicionales de su tierra natal.
La Casa Gilardi y su propia Casa-Estudio, reconocida por la UNESCO como Patrimonio Mundial, son muestras de su legado en la capital mexicana. Así como las representativas Torres de Ciudad Sátelite, realizadas en colaboración con Mathias Goeritz y “Chucho” Reyes Ferreira en el Estado de México.
Mientras que en Guadalajara, la Casa Cristo y la Casa ITESO-Clavigero, convertida en el centro cultural de una universidad privada, son también ejemplo del gran talento del arquitecto.
Al mismo tiempo, no son pocos sus edificios y proyectos que han sido destruidos, descuidados, modificados, olvidados… La Casa Robles Gil, en la capital tapatía, que data de 1928, estuvo abandonada, llena de graffitis y a punto de convertirse en un local de comida rápida; y el impresionante paisajismo logrado por Barragán en el entorno volcánico de Jardines del Pedregal de la Ciudad de México sufre también del abandono.
El archivo Barragán y Vitra
Uno de los símbolos más dolorosos de esta desafección de las autoridades mexicanas por uno de los más grandes genios de la arquitectura del siglo 20 es que su archivo profesional se encuentra encerrado en un búnker en Suiza.
Federica Zanco, Directora de la Fundación Barragán y esposa de Rolf Fehlbaum, presidente de Vitra, empresa propietaria del archivo del arquitecto, vigila este legado inaccesible al público y a los investigadores.
La artista estadounidense Jill Magid ideó un peculiar trueque para conseguir el regreso de los documentos a México. Desenterró los restos del tapatío, que se encontraban en la Rotonda de los Jaliscienses Ilustres, un monumento donde se encuentran los personajes más importantes de la región y utilizó el 25 % de las cenizas del arquitecto para hacer un diamante de dos quilates, que engarzó en un anillo de compromiso que ofreció a Zanco a cambio de la obra de Barragán. Sin conseguir su cometido.
Esta es la premisa de la rocambolesca historia, que se plasma en “The Proposal”, el filme de Magid, que forma parte de la programación de Cinema Jove y que se exhibirá el 20 de junio en el Octubre Centre de Cultura Contemporània, en el apartado que dedica el festival a la designación de València como Capital Mundial del Diseño 2022.
Grotesca, ingeniosa, digna de un museo del horror, controvertida… la pieza de Magid, que pretende cuestionar los límites de los derechos de autor y lo que sucede con la obra de un artista tras su muerte, ha agregado un capítulo más a la leyenda de Luis Barragán.
(Nota: la foto que encabeza este texto es de una cena celebrada en el Museo de Arte de Zapopan en la que Jill Magid le pidió a algunos familiares de Barragán permiso para realizar su obra “The proposal”).
Fotografía: Las imágenes de este artículo proceden del San Francisco Art Institute.