Cuando se cumplen 30 años de la muerte de la artista valenciana Manuela Ballester (Valencia, 17 de noviembre de 1908 – Berlín, 7 de noviembre de 1994), la Universitat de València presenta en el Centre Cultural La Nau la mayor retrospectiva sobre la artista, con más de 380 obras suyas y con material inédito procedente de los países en los que residió la artista: España, México y Alemania.
‘Manuela Ballester. Pintar frente a todo’ es fruto de casi una década de minuciosa investigación y está comisariada por Carmen Gaitán Salinas, científica titular del Departamento de Historia del Arte y Patrimonio del CSIC, con quien charlamos. La muestra quiere contribuir a comprender el alcance y la importancia de la actividad artística de la pintora, al tiempo que arroja luz sobre obras inéditas y se establece como la primera gran retrospectiva de la artista.
Desde Valencia, pasando por el exilio mexicano y la República Democrática Alemana, Ballester experimentó una vida entre pinceles, murales y luchas personales. La exposición integra pinturas -incluidos retratos, género pictórico en el que la artista destacó-, ilustraciones en revistas y portadas para editoriales, figurines de moda, carteles y proyectos murales y publicitarios. Estas obras se ponen en contexto con fotografías, publicaciones y documentos de archivo que ayudan a conocer su compleja trayectoria.
“El título de la exposición intenta reflejar esas dificultades y obstáculos -como diría Germaine Greer- que tuvo que afrontar Ballester, derivados de sus roles como esposa, al lado de un artista como Josep Renau, y madre de una familia numerosa, al tener que hacerse cargo de sus cinco hijos, pero también de la obligada huida de la patria”. Añade Gaitán Salinas que la producción de Ballester fue determinante para “la modernidad española, para la República y, por supuesto, para los contextos del exilio”.
FLAT pudo reunirse con Carmen Gaitán, en una visita de la comisaria a la exposición para presentar el catálogo de la muestra y una obra de Ballester que se creía desaparecida, ‘Recuerdo de Valencia’.
«La sorpresa de este hallazgo – explica Gaitán- se produjo hace menos de un mes, a través del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, que permitió localizar una pintura que se creía perdida y que tiene gran importancia en la producción artística de Manuela Ballester tanto por su significado como por el contexto y presentación de la misma. ‘Recuerdo de Valencia’ fue una obra pintada en 1939 que, curiosamente se encontraba en Madrid, cuando siempre se había pensado que estaba en México, porque fue una de las primeras obras creadas por la artista en la diáspora mexicana».
«Recuerdo de Valencia– detalla la comisaria- evoca una Valencia que años más tarde la artista leería en el libro de Azorín, cuyas impresiones anotó en sus diarios, haciendo referencia a esa Valencia que lleva en su sangre. En sus cuadernos, Manuela expresa que quiere ser más intensamente valenciana, más intensamente española, expresando un anhelo por la patria perdida que estará siempre presente en su trayectoria».
Tu tesis doctoral sobre las artistas españolas en el exilio, que luego publicó la editorial Cátedra, intuimos que fue el origen de la exposición sobre Manuela Ballester que ahora comisarías. ¿Cómo surge este proyecto de tesis?
En 2012 tuve la oportunidad de asistir a un curso de posgrado sobre la República y el exilio republicano español que dirigía el investigador científico Miguel Cabañas Bravo, que trabaja en el departamento de Historia del Arte y Patrimonio del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). Aquel curso de posgrado, que fue muy interesante, a mí me abrió nuevas líneas de investigación, nuevas perspectivas, conocí artistas y periodos de nuestra Historia de España, a veces, muy olvidada. Pero me di cuenta de que en aquel curso las mujeres brillaban por su ausencia. Yo, que en ese momento quería hacer la tesis doctoral y quería quedarme en Madrid, rápidamente le propuse a Miguel Cabañas un tema de tesis que girara en torno a las artistas españolas en el exilio. A él le pareció un tema pertinente y que era un trabajo que quedaba, en parte, por hacer. Yo me quería centrar en el exilio de las artistas españolas en México Argentina y Chile, que no estaba investigado, con lo cual nos pusimos manos a la obra.
En ese momento tenía un contrato predoctoral que me permitió estar adscrita al CSIC, con Miguel Cabañas como director pero, por otro lado, mi tesis estaba matriculada en la Universidad Complutense de Madrid, en el departamento de Historia Contemporánea, y tenía como codirectora a María Dolores Jiménez Blanco. Mis dos directores supieron guiarme en este tema de estudio que tanto me interesa.
Ese trabajo me permitió adentrarme en una nómina de mas de cincuenta y tantas artistas en el exilio, muy heterogéneas: de algunas sabíamos mucho, como por ejemplo de Maruja Mallo o Remedios Varo, que son las figuras más conocidas, y de otras, lamentablemente, sabíamos muy poco.
Hubo, por ejemplo una artista, Adela Bellido, valenciana también y muy amiga de Manuela Ballester, que llegó a exponer una retrospectiva de su obra en el Palacio de Bellas Artes de México. Tuvo que ser una mujer con una carrera importante, porque una no llega a México y de pronto expone en ese lugar, y sin embargo aquí tenemos muy poca información sobre ella.
Hay, en definitiva, una información muy variada y muy heterogénea, que requiere de un trabajo muy detenido en colecciones particulares sobre todo, con los familiares, e ir entramando un poco todos esos hilos del exilio para poder ir conociendo dónde están esas producciones, a veces muy desaparecidas o que, incluso, las personas que las tienen no saben ni lo que es.
Tu investigación ‘hace justicia’ a Manuela Ballester …
Es un punto de partida bastante amplio, es la primera gran retrospectiva que, junto a la edición crítica de los diarios que pude hacer en 2021, creo que da una idea bastante aproximada de lo que fue la vida de Manuela Ballester. Porque esos diarios, aunque se centran en los años 1939 y 1953, al ser una edición crítica se incluyó una introducción que abarca toda su vida, incluso los años de los que no disponemos información directa a través de sus diarios.
Evidentemente no está todo hecho, se pueden seguir haciendo cosas, yo sé de muchas obras que solo conozco por la prensa, que no he podido localizar y que, bueno, espero que vayan saliendo poco a poco a través de investigaciones como esta.
De la edición crítica de los diarios surgió esta exposición, fue toda una oportunidad porque a la vez que hacía los diarios, iba localizando las piezas e iba armando un posible proyecto expositivo. La Nau se interesó, por eso estamos hoy aquí con esta muestra. Pero sí que quedan cosas todavía por investigar.
¿Fue muy complicado reunir las obras para esta exposición?
Fue complicado intentar localizar algunas de ellas. Yo conocía muchas, pero estaban en paradero desconocido, se sabía que existían a través de dosieres de museos y de instituciones públicas, muchas las había ido rastreando. Fue fundamental para esta exposición el contacto con tres familiares de Manuela Ballester: Teresa Renau Ballester, la hija que queda viva del matrimonio entre Renau y Manuela Ballester, que reside en Berlín; por otro lado, Ana Rosa Ballester, sobrina de Manuela e hija de Tonico Ballester, y Daniel Espesate Romero, nieto de Julieta Renau Ballester y bisnieto de Manuela.
Ellos nos pusieron en contacto con muchos de los familiares diseminados por el mundo y nos han ayudado muchísimo. Por ejemplo, un cuadro que para mí fue revelador fue «El árbol en la casa», aunque yo lo conocía como «Nuestra casa en Coyoacán», ya que así salía en la documentación de la artista. Me interesaba mucho, por diversas razones, y cuando hablé con Daniel, y envió fotos de las obras que tenía su madre, ese era uno de los cuadros, yo daba saltos de alegría de haberlo encontrado, que no está datado pero ella vivió en Coyoacán entre el 41 y el 42, así que se podría datar de una forma bastante aproximada.
Ha sido complicado pero a través de ese contacto con los familiares hemos conseguido localizar muchas de las piezas. Luego, el tema de la financiación tiene sus complejidades, pero La Nau y la Universitat de València han hecho un gran esfuerzo por encontrar los medios para hacer posible esta exposición. Ellos han conseguido las alianzas en Memoria Democrática, en la Diputación de Valencia, en la Fundación Renau, en el IVAM … para que de una manera u otra hayan colaborado y se haya podido hacer esta retrospectiva con casi 400 obras procedentes de países diferentes, lo que requiere mucho esfuerzo y una gran inyección de recursos a todos los niveles.
Antes de la edición de los diarios de Manuela Ballester llevaste a cabo, con Idoia Murga, la edición de las memorias de Victorina Durán, ¿Te interesan de manera particular los escritos de artistas?
Me interesan particularmente sobre todo los escritos de las mujeres artistas. Aquella investigación formó parte de mi tesis doctoral, donde incluía a Victorina Durán en su parte más pictórica aunque también su escenografía para teatro y danza. Tuve la suerte de poder trabajar con Idoia Murga, que había hecho también la tesis en el CSIC, y decidimos poner en marcha esa edición crítica, en tres volúmenes, de Victorina Durán. Todo aquel ejercicio me sirvió para ‘volar sola’ a la hora de enfrentarme a la edición crítica de los diarios de Manuela, a sus textos manuscritos y a saber cómo gestionarlos.
La mala suerte es que no disponemos de tantos escritos de mujeres artistas como nos gustaría, ya que siempre suponen un valor añadido a su producción artística. Ahí pueden contar mucha información de la situación particular de sus momentos de creación y de las vicisitudes a las que se han visto sometidas las mujeres creativas. Si recopiláramos esos escritos de mujeres podríamos sacar denominadores comunes, que nos podemos imaginar, y quedarían así más patentes las dificultades que tuvieron. Que no las conozcamos hoy en día se debe a una serie de razones entre las que también está esa ausencia de escritos.
La historia del arte ha situado las artes decorativas en el terreno de la artesanía. A los hombres les correspondía ‘lo artístico’ y a las mujeres, ‘lo artesanal’. Manuela Ballester, que además de hacer obras de arte diseñó sus propias prendas, fue reflejo de aquello.
Bueno, es que una gran parte de la producción cultural y artística de las mujeres se canalizaba a través de las artes decorativas, las artes aplicadas y el diseño. Cuando Idoia Murga y yo hemos comisariado la reciente exposición en Madrid, «Al bies. Las artistas y el diseño en la Vanguardia Española», nos preguntábamos: si hemos leído a Estrella de Diego, en «El Prado inadvertido», pensamos que las mujeres no están en las salas de los museos y sí están en los depósitos, pero es que tampoco. Porque, en realidad, no tuvieron tantas opciones para entrar en las pinacotecas y posicionarse en las Bellas Artes. Si vemos, en proporción entraron pocas mujeres en las escuelas y menos en los museos.
Y si no están aquí, ¿Dónde estaban? pues estaban, precisamente, en las prácticas en espacios íntimos, en el hogar, allí donde sí son «bien vistas», espacios que les han sido impuestos porque son lo «propio» del género femenino: hacían dibujos bordados, adornos de la casa para recibir, tenían que cantar y tocar el piano para amenizar a las visitas … todas estas cuestiones es algo que estaba muy definido en los programas educativos curriculares de las instituciones académicas artísticas de principios del siglo XX, no era baladí que las mujeres se dedicaran a las artes decorativas. Y Manuela Ballester era una de ellas.
Ya en «Al bies» incorporamos algunas de sus piezas, no tantas como hubiéramos querido, porque estaban en esta exposición de Valencia, de hecho, a última hora retiré los diseños de los años 20, si no no habrían podido venir aquí. Manuela Ballester, que no hizo tantos objetos o muebles como otras artistas, sí que hizo mucho en costura y, en ocasiones, muy creativa. Diseños propios suyos, de su creación. Lamentablemente, hablando con la familia e intentando localizarlas, no les queda nada de aquello, se ha perdido.
Pero sí hay referencias constantes de esos diseños textiles en sus diarios, donde escribe, por ejemplo, que le decía a Renau que se había comprado un vestido en una tienda cuando en realidad se lo había hecho ella … Escribe cómo les hace vestidos a sus hijas, cómo hace la ropa de ballet a Julieta para algunas funciones … Hay ese interés por lo cotidiano, por lo cercano, por lo práctico: bordados, dibujos, cortinas, ropa, cobertores … Manuela Ballester llevó a cabo gran parte de esta producción junto a su madre, Rosa Vilaseca, que era modista y también emigró con ellos.
Recordando la exposición que organizó Jaime Brihuega en La Nau sobre el arte del exilio y sobre Renau, o la que se hizo en Bancaja sobre la figura de Jordi Ballester, sobrino de Renau, ¿Has tenido en cuenta estos antecedentes para pergeñar esta muestra en torno a Manuela Ballester?
Sí que lo he tenido en cuenta porque todo eso fue parte del Estado de la Cuestión de mi tesis doctoral (Brihuega, Cabañas, Manuel Aznar…) y gracias a esos trabajos yo pude ir localizando parte de la producción de Manuela Ballester. Cuando llegué a México, por primera vez en 2015, y pude ponerme en contacto con los familiares, lo que había era mucho más de lo que se había reproducido hasta ese momento en los libros, que también hay que justificar que son libros generales que, muchas veces, abarcan a muchas artistas y no se puede reproducir todo.
Pero esta claro que son la base de esta investigación y para poder conocer el propio Exilio Español, que tiene unas formas de funcionamiento muy concretas, y sin ellos probablemente no habría podido montar la exposición tal y como está montada. El discurso sería otro. Hay que entender a Manuela Ballester como parte de ese fenómeno amplio que fue exilio republicano español, que aparte de tener el contexto valenciano tiene también una proyección muchísimo más amplia.
La exposición cuenta con piezas procedentes de cuatro países, ¿es fácil que itinere a esos lugares?
Podría ser sencillo por las piezas, excepto alguna concreta que está en papel y que es de alguna institución, que por sus peculiaridades no sea fácil, pero en general sí: es natural que viaje a Mexico, también lo sería que viajara a Berlín, aunque no sé si ahí contamos con tantos lazos institucionales. El viaje de las piezas no sería un problema porque la mayoría son de propiedad privada, el traslado de obras de arte es bastante sencillo con prestadores particulares siempre que contemos con la financiación. Con las instituciones es un poco más complicado por sus protocolos, pero sí que es fácil que dé el salto y pueda verse en México.
¿Tienes previsto recuperar más material escrito de alguna de esas artistas del exilio? Epistolarios como los que ya hay publicados de María Zambrano o Ramón Gaya …
Sí que me gustaría seguir trabajando en esta linea, es fascinante y creo que aporta mucho al conocimiento de estas trayectorias artísticas. Creo que sí, que hay epistolarios que pueden completar las investigaciones y serían publicables. Algo que también tengo pendiente son las memorias y notas que Rosa Vilaseca, la madre de Manuela, escribe en su salida al exilio. Ana Rosa Ballester me las facilitó, están inéditas y las tengo encima de mi mesa esperándome. Yo creo que complementaría la narrativa de ese exilio español desde otra perspectiva, la de esa mujer trabajadora que vela por la familia y su bienestar.