El tomate como inspiración creativa

24 julio 2024

por | 24 julio 2024

Desde el concepto, el diseño gráfico, la intervención en el espacio, el vídeo que se proyectó, el set design, el menú y hasta el mismísimo aroma, con jabón y ambientador ‘Tomato Leaves’ de Loewe, incluidos. Todo respiró ese aire de homenaje que viene siendo una oda: una composición de tono elevado que ensalza algo. Las diseñadoras Marta Marco y Cristina Pérez, autoras del experimento culinario, desarrollaron toda la instalación creativa desde cero para elogiar al tomate.

El menú, compuesto por un total de 8 pases, contaba con este alimento en diferentes texturas y elaboraciones, siempre como pieza clave en cada plato. El chef encargado de la ‘Oda al Tomate’ fue Alex Ordiñana; cocinero creador del concepto y puesta en marcha del restaurante Fumiferro (Cabanyal, València), que ahora trabaja como chef privado. Destacó el “espumoso de ensalada valenciana”, una bebida tipo cava con todo el sabor de la ensalada con tomate servida en copas rojas.

El segundo aperitivo estaba compuesto por una esferificación de Bloody Mary, “sang de Marieta”, que explotaba en la boca resaltando el zumo de tomate y la cazalla, que sustituyó al vodka. Y así, hasta ocho platos sorprendentes, tanto gastronómicamente como a nivel estético, que Marta y Cristina fueron presentando en diferentes soportes, muchos de los cuales fueron producidos por ellas mismas.

Uno de los pases que más gustó fue la degustación de tomate, aceite y pan, por lo “sencillo” de la presentación, la rotura del ritmo (los comensales debían levantarse) y lo sabroso de cada alimento. Las creadoras de Oda tenían claro que uno de los platos debía ser el producto crudo en todo su esplendor.

Contaron con tomate valenciano y bombones cherry del Perelló, que les cedió UNIPRO – Cooperativa Valenciana Unión Protectora de El Perelló para la ocasión, así como con tomates pera del Mareny. Además, Irene Espert, con su proyecto Sentit, seleccionó para la degustación tres variedades de los aceites de Olis Cuquello, una productora de la zona del Maestrat (Castellón).

La selección de productos y proveedores fue de total proximidad. Los tomates, los aceites, el pan y, cómo no, la selección de vinos que maridaron a la perfección con todo el menú. Las viñas seleccionadas para la ‘Oda al Tomate’ fueron las de Les Freses, una pequeña bodega de Jesús Pobre (Marina Alta, Alicante).

Oda es un proyecto que une gastronomía y diseño, y, como tal, ambos conceptos son igual de protagonistas. Si la parte gastronómica fue todo un éxito, el trabajo realizado de dirección creativa y diseño gráfico hicieron de la ‘Oda al Tomate’, fue «una instalación redonda». 

Uno de los objetivos de Marta y Cristina con Oda es colaborar y crear sinergias con otros proyectos y proveedores de proximidad con los que comparten valores. Así, para la ‘Oda al Tomate’, contaron con las piezas de Cuit Espai Ceràmic, una tienda-taller de cerámica artesanal diseñada y fabricada en València. Toda la decoración y los platos de la degustación de tomate, aceite y pan fueron piezas únicas realizadas a mano en su taller.

Por otro lado, los asientos que vistieron el espacio eran de Blasco&Vila, la firma de mobiliario de Moixent (València) que trabaja con proveedores locales y cuenta con composiciones de diseñadores como Francesc Rifé y Pablo Gironés, trabajadas a mano por maestros artesanos.

Además, las servilletas fueron personalizadas por Lanevera Ediciones, el taller de serigrafía artesanal del barrio de Russafa, que imprimió el logo de Oda en cada una de ellas.

La reflexión

«La instalación invitaba a los comensales a reflexionar sobre las hipótesis asociadas al modo de ver el tomate como alimento. Un acto que se ha sumido profundamente en la cotidianidad». Marta Marco y Cristina Pérez reflexionaban, «sin darnos cuenta, anulamos nuestra capacidad de exploración, descubrimiento e interacción con él, y por ende, del disfrute del tomate como manjar».

Las diseñadoras al frente de la ‘Oda al Tomate’, Marta Marco y Cristina Pérez.

«El propósito de la ‘Oda al Tomate’ es generar un encuentro con este fruto fuera del ámbito cotidiano, estimulando la ruptura de estas hipótesis aprendidas. A través de una experiencia donde el tomate es un elemento de repetición visual comestible, lo presentamos en más de 12 formatos. Esperamos que esto, además de divertir, ayude a silenciar los patrones cotidianos. Durante tres días consecutivos e inéditos, ensalzamos el tomate de alimento a manjar mediante una triada de acciones: presentándolo en un espacio como pieza de ensamblaje principal, como armazón del encuentro y como hilo conductor de un menú efímero de 72 horas de duración. El objetivo es reconocerlo, entendiendo “reconocer” no como identificar, sino como “volver a conocer”, trascendiendo el vínculo cotidiano y generando un instante único», concluyen las diseñadoras.

Fotografía: Francho Lázaro Aznar.
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