Nacho Carbonell (1980, València), tras graduarse en Diseño Industrial en su ciudad natal, tuvo la feliz idea de marcharse a estudiar a la escuela de diseño de Eindhoven en el momento preciso en el que la ciudad se estaba reinventando, gracias a lo que pudo establecer su primer taller en una gran iglesia abandonada. Se fue para un rato y lleva en los Países Bajos quince años pero, mientras, ha aprovechado mucho y muy bien el tiempo. Tanto, que ha montado uno de los estudios creativos más potentes, trabaja con la mítica galerista milanesa Rossana Orlandi y da la impresión de hacer exactamente lo que le gusta. Hasta Brad Pitt le compró, una vez en Art Basel, toda la colección que presentaba, pero eso es agua muy pasada (y muy contada). En una videoconferencia un poco catastrófica, cosas de la pandemia y de la distancia, conseguimos finalmente entablar un rato de conversación.
He leído que te costó encontrar tu camino profesional … ¿cómo se pasa a ser un estudiante hiperactivo y brillante y, a continuación, un diseñador de prestigio internacional?
Es verdad que no encontraba mi sitio, estaba desmotivado, hasta que me fui a Estados Unidos, después de la selectividad, y volví con ganas de hacer cosas diferentes, estudié Diseño en el CEU, donde descubrí lo que realmente quería hacer, y después me marché a Eindhoven a aprender más. Fuera encontré otra manera de hacer las cosas, otra manera de verlas, un poco el espacio-tiempo donde poder realmente desarrollar una identidad propia. Cuando estás metido en tu rutina diaria, tanto social como familiarmente, te dejas llevar, te acostumbras … cuando te vas a otro contexto ves las cosas de otra forma. Llegué a la Design Academy, donde la interpretación de lo que era el diseño era diferente a lo que había aprendido en el CEU, más libre, con ese espacio para interpretarse a uno mismo.
Al mismo tiempo, llegué a Eindhoven en el momento mágico en el que la fábrica Phillips se había trasladado y todo el mundo estaba volcado en reinventar la ciudad, eso nos dio la oportunidad de tener la ventaja de encontrar espacios vacíos para habitar sin coste alguno, con esa idea general de rehabilitarlo todo. Aquí había una conciencia clara: tu usabas un espacio vacío y te lo prestaban hasta que se tuviera que devolver. Gracias a esa contrata, llamada antiokupa, pudimos permanecer aquí los primeros años, realmente sirviéndonos de incubadora y de plataforma para poder desarrollar el trabajo.
Esa forma de ocupar los espacios a modo de vivero profesional es una jugada maestra, de ahí habrán salido creativos que de otra manera hubiera sido imposible.
Es que de otra manera no se puede desarrollar, si tu máxima preocupación cuando estás empezando es pagar la cuota de autónomos y el espacio de trabajo … eso mata la creatividad y mata al emprendedor. Aquello dio pie a que, muchísima gente se quedara, después, en Eindhoven y se haya generado una conectividad artístico creativa que ha potenciado muchísimo la ciudad. Y en realidad no son modelos nada innovadores, es como lo que pasó en Nueva York, o en ciudades como Rotterdam o Amsterdam … es simplemente aplicarlo, es un win win situation, y así podemos todos progresar.
¿El planteamiento de los estudios de diseño aquí ha cambiado desde que tu estudiabas?
Yo creo que se está intentando, estoy en contacto con algunos profesores que tuve en el CEU y yo creo que sí, hay una búsqueda hacia una interpretación más personal … Estamos en un momento en el que sociológicamente tenemos que estar unidos, las asociaciones tienen que ser mas fuertes que nunca, pero yo siempre digo que para estar asociado a alguien primero tienes que conocerte a ti mismo, en qué vales, en qué eres bueno, qué puedes ofrecer al grupo, porque si no al final te haces un parásito del propio grupo. Se está intentando aplicar en el CEU, y yo, que también doy clases en la escuela de diseño de Eindhoven, digamos que enfatizo esa búsqueda de una identidad propia para saber cómo y qué ofrecer para poder colaborar con otros.
«Si tu máxima preocupación cuando estás empezando es pagar la cuota de autónomos y el espacio de trabajo… eso mata la creatividad»
Algún consejo a alguien que empieza en esto. Alguno de esos que te hubiera gustado que te dieran a ti.
Sobre todo creer en ti mismo. Las respuestas están en ti mismo, esa conexión emocional que tenemos con nuestros recuerdos, ahí puede estar muchas veces la respuesta. No tenemos que buscar simplemente fuera, tenemos que buscar internamente, lo ves en todas las disciplinas. En la comida, ahora tan de moda, todo el mundo habla de reinterpretar el plato de la abuela, no tienes porque ir a copiar el plato que hace un chef francés del que nunca has probado nada, es más algo así como «¿de lo que yo conozco, cómo podemos avanzar desde ahí?» Esa mirada hacia atrás, realmente, proyectarla hacia adelante. Muchas de las cosas me salen del subconsciente, de haber estado con mis abuelos pasando los veranos, buceando, todas esas imágenes y toda esa creatividad, después de cuarenta años, se transforman y se recrean en una visión propia que intenta comunicar cosas básicas como son sentir la arena al tacto, sentir el sol. El sentir, básicamente. Pero no desde un punto de vista que yo no conozco y me lo tenga que inventar, sino que para mí es familiar y reconocible, me gusta hablar de cosas que yo conozco y he experimentado, no de cosas de las que no tengo ni idea.
Se nota la huella del Mediterráneo en tus obras. Tu vinculación con el mar es evidente. Tienes orígenes en Dénia …
Yo creo que es total. Al principio no lo veía, salía innato y natural, pero luego te vas psicoanalizando y ves tu propio trabajo y, claro, te sale el ramalazo este de tus raíces. Por eso también, como te decía, cuanto más te acercas más puedes avanzar. Una mirada atrás te permite ir hacia adelante. Un análisis del pasado para poder proyectar el futuro es fundamental.
Tus creaciones no tienen nada de industrial y sí mucho de artesanía vanguardista. ¿Te consideras más artista que diseñador? ¿Hay fronteras o son sólo etiquetas que ponemos los que os miramos?
No hace falta poner etiquetas. Y más cuando vemos la evolución de cualquier forma artística, que se va ramificando tanto que forma parte de una gran identidad. La creatividad es creatividad, desde el cine hasta el arte pasando por la gastronomía o el diseño, y es un poco donde tu te quieras centrar. Yo me he centrado, de una manera muy natural y sin perseguirlo, en hacer las cosas que me han resultado cómodas. No he hecho más cosas con la industria no porque yo no quiera, sino porque tampoco, quizá, la gente se ha atrevido a contactar conmigo en ese sentido. Yo desarrollo lo que tengo dentro de mí de la manera que puedo.
¿Qué proyecto tienes en marcha?
Estamos desarrollando bastantes piezas para las galerías, ahora mismo estoy trabajando mucho con tierra. Con tierra y con arena, estoy intentando recuperar un poco al niño Nacho Carbonell haciendo castillos de arena. Este proyecto me está empujando a hacer un poco eso pero también es muy arriesgado, es tan íntimo cómo me lo estoy tomando, me estoy exigiendo mucho, y pasito a paso espero tener en unos cuantos meses algún resultado.
¿Qué tal lleváis el confinamiento en el estudio? ¿Os está afectando a los trabajos, estáis más creativos …?
En el primer confinamiento empezaron las grandes preocupaciones, pero realmente teníamos un montón de trabajo, muchos encargos, de los más grandes hasta ahora, por lo tanto nos han mantenido muy ocupados. Ahora mismo hay como un momento de más tranquilidad, casi hasta buscada, donde hay una continuidad de trabajos y de encargos pero también es un momento de verlo todo con menos ansiedad, con una preocupación un poquito más lejana que hace unos meses. Vemos que con ilusión y con ganas, la plataforma que hemos creado en los últimos quince años está funcionando y los clientes están apoyándonos.
¿Cómo es para ti un día perfecto en tu trabajo?
Un día perfecto es cuando estoy todo el día en el estudio y, de repente, llego a una sensación de haber descubierto algo que me late, que me gusta. Esos son los días perfectos. Y este mes he tenido alguno de esos días. Hemos empezado bien el año en ese sentido.
¿Qué tal es vivir en una de las ciudades europeas que es referente internacional de diseño? (Eindhoven, barrio de Strijp-s) Por ahí dicen que es de las más cool.
Yo llevo una vida más de monasterio, con dos niños pequeños, donde voy al estudio, hago mis rezos, y luego voy a casa y hago los rezos con los niños (risas). Realmente, a ver, esto no es Londres, es una ciudad muy familiar, siempre lo ha sido. Cool porque tienes tu círculo de gente y te mueves con ellos, pero también te digo que los veo más en las ferias de Milán, de Miami o de Basilea que aquí. Vivimos en una ciudad de 300.000 habitantes y no nos vemos (risas). La vida para mí está de puertas para adentro, y no al revés. Somos un equipo de doce personas y es muy familiar todo.
¿Cómo se ve València desde Eindhoven?
València la veo como siempre. Esa ciudad de donde vienes y siempre te preguntas «¿volverás? ¿Y cómo se podría volver?». De hecho estamos trabajando para ver de qué forma podríamos volver a ella, aunque no sé si es una visión que yo tengo, pero la veo un tanto paralizada. Igual tengo una visión oxidada de lo que es la ciudad, he visto que de verdad ha habido muchos cambios a mejor, pero como que falta ese gran empuje, esa energía independiente. La capitalidad (mundial del diseño) en 2022 espero que dé paso a creerse que se pueden hacer cosas y es importante hacerlas. Lo del español, y el valenciano no es una excepción, es vergonzoso. Esa timidez al “que dirán”, “qué va a pasar”, al “no encajar”. En España eso lo llevamos bastante mal. Yo por ejemplo, me he acostumbrado a ser aquí el español rarito, y en España el rarito que vive en Holanda, ¡y que siga!, es la mejor postura, no tengo que dar explicaciones a nadie. A Valencia le falta ese empujón, que tiene que venir de las generaciones que están ahora trabajando, con ganas, y sin miedos ni complejos.
¿Puede que la designación como capital mundial del diseño en 2022 suponga ese empujón que dices?
Yo espero que sí, pero hay que ir con cuidado con que solo se hagan cosas puntuales, que en València somos muy de subidón, igual que te hinchan, te deshinchan, hay que seguir practicando esa autoestima y ese querer hacer cosas diferentes. Todos los componentes están ahí, ¿qué más se puede pedir? Hace poco me decían que Valencia es de las mejores ciudades para vivir, de las más sanas … y a veces nos quedamos ahí, como está todo tan bien «¿para qué hacer nada más?» Bueno pues sí, esta todo muy bien y tenemos todos los ingredientes, pero hay que ir mucho más allá. Por un lado está pasando pero por otro hay que seguir empujando.
«En Valencia somos muy de subidón, igual que te hinchan, te deshinchan. Hay que seguir practicando esa autoestima y ese querer hacer cosas diferentes»
¿No te planteas hacer algo en València?
Tengo muchas ganas, pero las cosas de palacio van despacio, y realmente ya ha pasado un año desde el nombramiento de la capitalidad y queda solo otro para que se celebre, ¡un año no es nada! … Nosotros llevamos varios años trabajando en un proyecto para que salga en Valencia, una especie de subsede del estudio donde queremos crear algo especial, algo que crezca orgánicamente en la ciudad de donde venimos y que nos ayude a todos, al contexto de la ciudad y, nosotros, ser los catalizadores. Estamos desde hace tres años esperando permisos. El lugar sería una propiedad, en la huerta, que nos gustaría rehabilitar como espacio creativo. Pero la burocracia es muy lenta y con la llegada del coronavirus, ni te cuento.
Casi como cuando ocupaste aquella iglesia abandonada en Eindhoven …
(Risas) Igual. Al día siguiente de aquello ya estábamos allí metidos y aquí es tan lento … Es curioso porque en el resto del mundo nos tienen a los españoles por locos libertarios y, luego, aquí, hay más normas que en ningún sitio, y encima las seguimos al pie de la letra …
¿Cómo es trabajar con alguien como Rossana Orlandi? Encontrártela en tu camino fue como si te tocara la varita mágica del hada madrina…
Es una locura. Un torbellino de energía que te anima a hacer cosas. Se aprende mucho de las generaciones mayores, Rossana tiene ochenta años y está más joven que los de 18. Es increíble, rompe con lo establecido. Es el mundo Rossana, con otro lenguaje, y es ese lenguaje ecléctico el secreto para estar siempre vivo y creativo. Ella siempre está rodeada de gente joven, de gente creativa, de cosas que le inspiran. Es importante crearse ese espacio propio y es lo que yo he intentado crear en mi estudio, un lugar que te retroalimente para poder seguir tu propio camino.
Y ya, por último, NO te voy a preguntar por Brad Pitt (en 2009 el actor compró toda su colección Evolution y se declaró admirador de su obra).
Me voy a hacer viejo con esa misma pregunta (risas), siempre me la preguntan en España, la verdad.