Gran Martínez, el espíritu de Scott Fitzgerald en El Grao

7 mayo 2023

por | 7 mayo 2023

Está El Gran Gatsby, la novela de Scott Fitzgerald que se desarrolla en el Long Island de los años 20 del siglo pasado, y que retrata de una manera brillante esos locos tiempos de las fiestas, el jazz y el desenfreno previos a la Gran Depresión; está El Gran Lebowsky, el lío cinematográfico de los hermanos Coen que nos adentra en Los Ángeles, con la ciudad dominada por millonarios, prestamistas y extorsionadores y con la comparsa actoral en gracia de Jeff Bridges, Steve Buscemi y John Turturro. Y está el Gran Martínez que, de esta serie de «grandes», es el que nos lleva a los poblados marítimos y el que más nos interesa ahora.

Este lugar, a cuatro pasos de los tinglados del puerto de Valencia, habita en un territorio fronterizo donde la brisa marina te pega en la cara y te recuerda dónde estás. Su nombre viene, en parte, inspirado por esa elegancia de la obra de Fitzgerald y, en parte, porque la antigua farmacia de J. Martínez, en la que se sitúa esta coctelería, pasó a ser más grande al unirse con el local contiguo. Gran Martínez.

Una de las tres entradas se hace a través de lo que fue la antigua farmacia, que es la parte más monumental de la coctelería, con el mobiliario, el pavimento y el artesonado protegido.

«Llegamos a este local a finales de 2019, buscábamos un sitio en el distrito marítimo, porque nos gusta mucho y, además, vivimos por aquí. Pero la verdad es que no tiene nada que ver cómo era entonces esta zona, hace cuatro años, a cómo es ahora, la pandemia ha cambiado muchas cosas. Empezaron a cerrar negocios y hubo un momento en que nos quedamos prácticamente solos. Ahora se están moviendo cosas pero el barrio ha estado en una especie de letargo todo este tiempo», explican Josan Peris y Jaime Pérez, dos de los socios que se aliaron para montar el Gran Martínez y que han vivido todo el proceso que supone embarcarse en un proyecto así.

«Acabamos en este local casi por casualidad: una antigua farmacia que apenas llevaba cerrada seis meses y por la que habían pasado varias generaciones de farmacéuticos. Muy bien conservada, datada en 1881, cuando la vimos nos encantó. La farmacia tenía una parte protegida que no podíamos, ni queríamos, tocar. La cosa estaba en cómo organizar el espacio para sacarle el mayor partido posible. En esas nos enteramos de que el local contiguo, una relojería que llevaba muchos años cerrada, estaba también a la venta. Así que los unimos». 

Empezaron las obras y llegó el COVID. «Estábamos a mitad de los trabajos, habíamos invertido bastante dinero … fue un caos. Tardamos dos años en abrir». Combinar los parones de las obras con las distintas olas de la pandemia los dejó a todos al borde del ataque de nervios, «nos movíamos entre la cautela y la espera. Al final abríamos en noviembre de 2021″.

En una ciudad con poca cultura del cóctel, como es Valencia, ellos han creado un lugar a la altura de los mejores sitios de tragos de Londres, Madrid o Barcelona, conscientes de que ni siquiera están en el centro de la ciudad. Pero da igual, su apuesta es fuerte y «Gran Martínez viene a cubrir un hueco». Aquí llega mucho taxi y mucho Uber de gente que busca el sitio, por lejos que esté. Las buenas noticias también vuelan.

El concepto del local lo tenían claro, querían una coctelería con snack bar. Tenían también claro cómo querían que fuera: luces tenues, evocadoras, con una paleta de tonos suaves, manteniendo el pavimento centenario de la farmacia, con el clásico damero blanco y negro, al que le han colocado al lado un suelo en cemento basto, el de la vieja relojería, que contrasta sin molestar.

Durante las obras consiguieron sacar el pigmento antiguo de las paredes, que es el que luce ahora, un tono caldera suave acorde con el ambiente. Los socios sabían lo que querían, así que ellos fueron dirigiendo los trabajos paso a paso durante las obras. «El constructor quería meter pladur en las paredes desgastadas, no le dejamos, claro» (risas).

Detalles del artesonado de madera del espacio de la antigua farmacia centenaria.

El artesonado del techo de la entrada, con impresionantes paredes revestidas en madera con estantes de la antigua botica, ayuda a que el contrapunto entre las diferentes zonas funcione muy bien. Y para la iluminación no podían estar más inspirados, todo con un aire de nocturnidad y de elegancia muy cinematográfico.

«Intentamos no tocar más que lo necesario, pero es verdad que el local de la relojería estaba muy estropeado, no tenía canalizaciones, estaba lleno de humedades … teníamos una parte que estaba muy bien, la de la farmacia, y otra que estaba muy mal. Cómo casar ambas zonas y que quedara bien fue un reto». 

El espacio donde estaba la antigua relojería estuvo muchos años cerrado, lo que hizo que se deteriorara. Las paredes de esta parte conservan la vejez de todo aquello.

La idea de Gran Martínez, en sus planteamientos iniciales, contaba con una cocina más elaborada. «La pandemia cambió los planteamientos de tantas cosas … todo mutó», explica Josan Peris.

En este año y medio que lleva abierta la coctelería también han tenido ocasión de ver las necesidades del lugar. «Al funcionar con reservas para las cenas, de repente el tardeo más espontáneo se cortaba, porque todo estaba reservado. Y nos dijimos, ¿qué estamos haciendo? esto así, no. Ahora hemos dejado la carta de comida a mínimos, con el sandwich de pastrami, que triunfa mucho, y con una tabla de quesos y jamón para ese agujero en el estómago … que puedas comer algo, también para veganos, pero teniendo claro que esto no es un restaurante. Ahora todo funciona mejor y estamos más a gusto. Se rectificó para bien». 

A ese cambio en la gastronomía se le añade que van a empezar a hacer jam sessions, que se unen a las sesiones de dj y de piano que ya tienen y que quieren agilizar para contrarrestar la solemnidad del local. Los jueves ofrecen sus platos de música para que hagan sus propuestas los dj que quizá no tengan contactos para poder tocar en un local: Gran Martínez cede el espacio y los invitados llevan sus vinilos.

Tras el éxito de La Fábrica de Hielo, llega el Gran Martínez. Los promotores coinciden y los dos espacios vienen de los mismos orígenes y experiencias. De hecho ambos espacios comparten un cierto estilo, un toque que los hermana. «En los primeros días que abrimos Gran Martínez vinieron dos señoras a tomar un cóctel y va y le dicen a uno de los camareros, ‘nos encanta esto, tiene un aire a La Fábrica de Hielo’. ‘Es que es de los mismos, señora’, ‘¡no me digas! «.

El corredor en el altillo original de la farmacia se ha mantenido, ahora con los anaqueles iluminando las botellas de la coctelería.

La Fábrica de Hielo

La Fábrica de Hielo lleva solo siete años alegrando la ciudad pero cuesta imaginarla sin ella. «La verdad es que empezó como una posibilidad, una apuesta con todos los factores en contra. La prolongación de la avenida Blasco Ibáñez hasta el mar (que nunca se llevó a cabo) y todo lo que ella conllevaba no casaba con el espíritu del proyecto», explica Jaime Pérez.

«Mientras estuvo vigente el llamado Pepri, que fue desarrollándose en nuestro entorno desde principios de los años 90, muchos de los que vivimos, trabajamos o simplemente conocemos los Poblados Marítimos de Valencia habíamos ido repensando proyectos que nos ayudaran a recuperar espacios, atmósferas y situaciones. Espacios de los que nos sentimos parte». La fábrica es uno de esos espacios.

«El concepto de lo que queríamos hacer en La Fábrica de Hielo también lo teníamos claro. La idea era hacer algo parecido a espacios similares en Londres o en Berlín; un centro cultural alternativo, de los de allí pero en Valencia».

La Fábrica de Hielo (Foto: Mayte Piera).

Este espacio independiente, ubicado frente a la Playa del Cabanyal, es un lugar de encuentro para la creación artística. De aire berlinés contiene, en realidad, una buena parte de la historia marítima de la ciudad. Era el hangar donde se guardaban los pertrechos de las barcas de pesca y se proveía de hielo a los barcos, que salían al mar, y a la lonja para poder conservar el género fresco. Patrimonio industrial salvado y memoria local en el recuerdo.

«El espacio de La Fábrica de Hielo era, como tantas construcciones de la playa del Cabanyal, un espacio abandonado, entre otras razones, por su incierto futuro. Hicimos una apuesta fuerte y conseguimos un acuerdo con los propietarios que nos permitía consolidarlo y poner en marcha un proyecto de centro socio cultural que sirviera de contenedor a las propuestas que quisieran presentar otras entidades, artistas y compañías». 

«Hicimos la presentación de nuestra idea en diciembre de 2015 y ofrecimos el espacio a las universidades y, en general, a la gente que se dedicaba a temas culturales», explican. «Hemos ido adecuando y mejorando el espacio poco a poco, manteniendo su esencia y mejorando los aspectos técnicos necesarios para las actividades que se desarrollan».

La Fábrica de Hielo (Foto: Mayte Piera).

«Abrimos la fábrica a finales de enero de 2016 con una exposición de piezas escultóricas de alumnos de la UPV. Nuestra intención, entre otras tantas, iba encaminada a programar cosas interesantes para los domingos, que era la muerte aquí (risas). El primer domingo por la mañana que hicimos concierto se corrió la voz, ¡y había cola en la puerta! La respuesta de la gente ha sido siempre buenísima. Y le ha dado a Valencia un punto que le faltaba, un sitio de barrio pero abierto a toda la ciudad».

La Fábrica de Hielo.

«En ambos sitios, en la Fábrica de Hielo y en Gran Martínez, hemos primado la personalidad de los espacios. Nos gustan las cosas con personalidad. Y hemos acabado haciendo lo que de verdad nos gustaba a nosotros, mezclando estilos, creando contrastes … De todas formas, los lugares van mutando, van cogiendo su propio ritmo. Están vivos y van moldeando, junto con la gente que los habita, su forma y su actividad», concluyen.

Fotografía: Eduardo Manzana.
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