La figura del recientemente desaparecido Oriol Bohigas (1925-2021) se revela como una de las más interesantes del pasado siglo en el campo de la arquitectura. Cabe recordarse ahora que, más allá de su labor proyectual, participó e impulsó iniciativas tan destacadas como el Grupo R de arquitectos (que incluyó también a Antoni de Moragas, Josep Maria Sostres o incluso a su admirado José Antonio Coderch, que abandonó pronto el barco), los Pequeños Congresos (con la complicidad de Carlos de Miguel, director de la Revista Nacional de Arquitectura), la revista Arquitecturas Bis o la reconstrucción del pabellón alemán de Mies van der Rohe para la Exposición Internacional de Barcelona de 1929.
Muchos de estos proyectos los desgranó en los distintos volúmenes que forman su obra diarística. Su colega Emilio Giménez (1932-2014) eligió uno de ellos, Combat d’incerteses (1989), de entre sus favoritos. La relación entre Giménez y Bohigas venía de lejos: no solo porque el de Buñol acabara la carrera en la Escuela de Barcelona en torno a algunos de los arquitectos mencionados del Grupo R; también hizo de cicerone para Bohigas con ocasión de la visita que este hizo a Valencia para recoger materiales con los que ampliar su estudio de la arquitectura modernista; así se lo contó Giménez a Jorge Torres Cueco, su sucesor en la cátedra de Proyectos Arquitectónicos de la ETSAV. Por si fuera poco, Giménez acudió a uno de los Pequeños Congresos y colaboró de forma puntual en Arquitecturas Bis.
Que alguien de la talla intelectual de Oriol Bohigas deje una extensa obra escrita, algo poco usual, es sin duda alguna toda una bendición. Supone, entre otras cosas, la posibilidad de acercarnos a su obra, a su pensamiento, a la época en que fueron alumbrados. Giménez no le fue a la zaga, aunque no haya disfrutado de la misma notoriedad. Por algo será.
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La biblioteca de Emilio Giménez contiene asimismo otros muchos libros, y muy dispares entre sí. Entre ellos se encuentran algunas de las referencias que empleó para proyectar edificios como el IVAM, el mismo que estos días acoge una nueva lectura de la obra de Ignacio Pinazo a cargo de Vicente Pla Vivas, profesor del Departamento de Historia del Arte de la Universitat de València.
Giménez detalló algunas de estas referencias en uno de sus artículos. Sabemos que la obra arquitectónica de K.F. Schinkel o un determinado libro de Jean Clair le aportaron algunas de las ideas, grandes o pequeñas, que pondrían en marcha dicho proyecto. También la obra de Bramante, el Bramante del templete de San Pietro in Montorio. Basta pegar un vistazo a la planta del IVAM para descubrir el guiño a la que fue, según confesó al final de su vida, su obra favorita. ¿Adivinan cuál es?