Releo mis notas de lectura del segundo tomo de los diarios de Rafael Chirbes: me quedo con su pasión lectora (la intuición de un final próximo la intensifica: no hay nada mejor que hacer, seguro). Eso, y su lucidez y honestidad y valentía a la hora de poner el dedo en la llaga. Hay que leerlo una y mil veces.
Me estremezco cuando Luis Fernández Castelló, acompañado del pianista Antonio Galera, ataca las primeras notas de la Sonata para clarinete y piano de Francis Poulenc durante el concierto que ambos dieron recientemente en La Nau. La sutil melancolía que desprende la pieza nos lleva a pensar en la época en que fue compuesta, poco antes de que el miembro de Les Six falleciera de un ataque al corazón.
Un poema de R.M. Rilke (en traducción de Antonio Pau) para despedir y recordar una vez más a C.M.A. (1949-2022): “Da tu belleza siempre, / sin palabras ni cálculos. / Calla. / Ella hablará por ti: dirá yo existo. / Y en miles de maneras distintas / acabará por fin llegando a todos”. Ningún otro resume su vida mejor.
Más libros: los de Nuccio Ordine (de cuyo Los hombres no son islas, su último libro traducido al castellano, hablaremos otro día) o Simone Weil, de la que acaba de aparecer La agonía de una civilización y otros escritos de Marsella en edición de Carmen Revilla. Lo publica Trotta y contiene dos textos esenciales de la pensadora francesa redactados durante su exilio marsellés, así como una serie de cartas, entre ellas las que escribió a Antonio Atarés, refugiado en el campo de Vernet.
El compositor Joan Cerveró, ha llevado a cabo una magnífica instalación sonora en los bajos de la Biblioteca General de la Universitat Politècnica de València. Se titula Saramago. Tal vez sólo el silencio exista… y toma la obra del escritor portugués como eje para su desarrollo. En un espacio casi a oscuras, el visitante se ve envuelto por diversos objetos (un piano, una radio, una máquina de escribir, una silla…) que aluden directa o indirectamente a los libros del premio Nobel al mismo tiempo que las diversas composiciones de Cerveró suenan en sucesión, una tras otra. Una excusa para volver a la obra del autor de los Cuadernos de Lanzarote, sin duda.