El alumnado de los estudios de Ciencias de la Información no lee a los clásicos de nuestro periodismo porque los planes de estudio, más centrados en lo audiovisual, no recogen tal opción. Lo afirma el investigador Francisco Fuster (Universitat de València) en la introducción a su edición de Mis páginas mejores (Cátedra, 2025), de Julio Camba. Al periodista gallego, Fuster le ha dedicado varios prólogos para otras tantas reediciones (Alemania, Londres y Playas, ciudades y montañas), una nueva edición de Maneras de ser periodista (Libros del KO, 2013), e incluso una biografía: Julio Camba. Una lección de periodismo (Fundación José Manuel Lara, 2022).
Apena pensar que los futuros periodistas no vayan a profundizar en los referentes de una profesión que ha contado –y cuenta– con firmas tan notables. La lectura de las crónicas de Julio Camba recogidas en Mis páginas mejores resulta tan placentera como las de Azorín (al que Fuster ha dedicado otra biografía: Azorín. Clásico y moderno, en Alianza), Manuel Chaves Nogales (tan reeditado, ahora que su obra ha pasado al dominio público), Josep Pla (cuya obra completa publicada por Destino aguanta fantásticamente bien el paso del tiempo) o Álvaro Cunqueiro (del que la Biblioteca Castro publicó recientemente el imprescindible Al pasar de los años. Artículos periodísticos, 1930-1981). Porque, como afirmara Gaziel, otra pluma insigne de la época, la calidad de este periodismo se mide por la “prueba del libro”; esto es porque, según el autor de Meditacions en el desert, consiguen «resistir (…) la sosegada lectura de gabinete, el examen del tiempo». Es, por descontado, el caso de todos ellos.
En definitiva, los textos recogidos en este libro –aparecidos originalmente en diarios como ABC o El Sol, el proyecto del empresario Nicolás M. Urgoiti y Ortega y Gasset, pero también en diversas antologías, algunas de ellas ilustradas por el inolvidable Rafael de Penagos; o esta que nos ocupa, que vio la luz en 1956 en otra colección de referencia: la Biblioteca Románica Hispánica, dirigida por Dámaso Alonso y publicada por Gredos– han envejecido bien. Tanto que siguen a la espera de que acudamos a su encuentro una vez más. Aprendices de periodistas incluidos.