No había leído nada del filósofo Joan-Carles Mèlich hasta hace apenas unos días, cuando me topé con la cubierta de su penúltimo libro: La sabiduría de lo incierto (Tusquets, 2019). En ella se reproduce parte de una de las pinturas de Vilhelm Hammershoi que más me habrán fascinado en los últimos años: Interior con joven leyendo (1898).
Dejando de lado la anécdota, he de decir que he leído estos últimos días con buen provecho algunas las páginas del que ha sido galardonado recientemente con el Premio Nacional de Ensayo.
Primero devoré un libro construido a partir de breves reflexiones de su autor: La lectura como plegaria. Fragmentos filosóficos 1 (Fragmenta, 2015), una suerte de semillero para nuestro escritor (sí, escritor, decimos bien). Más tarde, leí con atención el capítulo que dedica a Michel de Montaigne en el mencionado La sabiduría de lo incierto. En él, a partir de referencias oportunas (Antoine Compagnon, v.g.) da cuenta de la importancia que los Ensayos habrán tenido en su vida. Y ello porque, afirma, “la tarea básica de toda existencia humana es la formación de sí mismo, y los Ensayos son su expresión más intensa, porque ‘darse forma’ es ensayar un modo de vida, esto es, avanzar a tientas, retroceder, equivocarse y no saber”. En este mismo texto reflexiona a propósito de la obra del francés, además de insistir en cuestiones como la importancia del fragmento o de leer a solas para “activar el conocimiento, para ponerlo en marcha”.
De su último libro, La fragilidad del mundo. Ensayo sobre un tiempo precario (Tusquets, 2021), me quedo con el último capítulo, titulado “La ceremonia del adiós”; esto es, de cómo afrontamos la muerte de los demás. Mèlich echa de menos, dice, que las filosofías clásicas (Platón, Epicuro o Séneca) no hayan dedicado una mayor atención a la muerte, como sí hizo su admirado Montaigne porque, entre otras cosas, “el que aprende a morir, aprende a no servir”. En estas páginas, Mèlich se apoya entre otros en el Heidegger de Ser y tiempo para dejarnos una serie de ideas capitales: la importancia que deben seguir teniendo los ritos funerarios o el proceso de duelo que necesitan las personas allegadas de un difunto. Unas personas que, según nuestro autor, quedan marcadas, heridas, por la ausencia para siempre. Sólo por páginas como estas merece la pena acercarse a la obra de Mèlich. Seguro.