A la pintura de bodegones se la ha denominado de muchas maneras a lo largo de la historia. Pintura ordinaria es una de ellas.
Norman Bryson recogió en uno de sus libros la distinción que otro historiador del arte, Charles Sterling, hizo entre la megalografía y la ropografía.
La primera atiende a los sucesos considerados como verdaderamente importantes: las grandes batallas, la historia con mayúsculas, por ejemplo. La segunda, aquellas otras cosas consideradas como cotidianas, sin especial valor.
La pintura ordinaria, como el bodegón, quedaría encuadrada en esta segunda categoría. A la persona que observa, a la que desde aquí toma notas, le interesa la ropografía, es decir, la pintura ordinaria.
Las cosas del día a día que son, en definitiva, las que van conformando nuestras pequeñas vidas. En absoluto insignificantes.
**
Se amontonan los libros por leer. Los libros que a priori creemos que merecen la pena.
Algunos de ellos recogen los diarios de personalidades que por una u otra razón nos interesan; son los casos de Manuela Ballester, artista exiliada, exmujer de Josep Renau, y tantas cosas más, cuyas notas ha editado y recogido Carmen Gaitán en un volumen (titulado Mis días en México. Diarios, 1939-1953, en Renacimiento); del lúcido Rafael Chirbes, del que también estos días aparece la primera entrega de sus diarios; de Jordi Teixidor y sus (¿falsas?) entrevistas con Agar Contiñas (Hemos venido a no ver, en Cátedra); o de la serie de ensayos que el también pintor Joël Mestre ha reunido en Gif_ Una corta línea de tiempo a propósito de su última exposición en Gandía. Por ejemplo.
En cualquier caso, falta tiempo, que no ganas. Lo intentaremos, como siempre.
**
Me entero por los periódicos de que el artista suizo Thomas Hirschhorn dirigirá una serie de talleres en Bombas Gens. Para acudir hay que llevar un poema, un collage o una creación similar de factura propia. Eso, y -según reza la convocatoria- la predisposición a escuchar y ser escuchado. Una cosa en apariencia seria, muy seria.
Me atrae la idea de participar en un proyecto de Hirschhorn, no tanto por ser autor de proyectos como el Musée Precaire Albinet (2004) cuanto por su condición de lector incondicional de Robert Walser: el escritor de las pequeñas cosas, un ropógrafo, otro más.