Transformar la casa familiar para volver a habitarla es siempre un reto. En estos casos, al ejercicio habitual que implica reflexionar sobre los nuevos usos y las nuevas formas de habitar una vivienda, en esta ocasión en el barrio de Benicalap (Valencia), se suman otros componentes con los que es más difícil trabajar: la memoria y la nostalgia.
Este es el caso de la casa de Guillem, un pequeño piso en Benicalap que ha pertenecido a su familia desde hace décadas, explican los arquitectos Marcel·lí y Carles Rosaleny, desde Endalt Arquitectes. Allí vivieron sus abuelos, se crió su madre y en ella vivió Guillem durante su etapa de estudiante años atrás.
«Se suman, pues, los recuerdos de tres generaciones. Entre sus paredes han reído y han sufrido, han visto crecer la familia, pero también la han visto menguar, en él han pasado la madurez algunas generaciones, la infancia o la juventud, otras. Los vestigios de estos recuerdos no son siempre físicos: una cama, unas cortinas, una cocina, la mesa del comedor o de la salita, … entre estas paredes vive también la memoria de aquellas personas que la habitaron y la nostalgia de aquellos que echan de menos aquello que vivieron en esas habitaciones, pero también hay algo más; una ilusión, una esperanza, los sueños de aquellos que la habitarán en el futuro», apuntan los hermanos Rosaleny.
Con esta premisa arranca una rehabilitación que pretende, por un lado, acondicionar la vivienda a la forma de habitar de Guillem y sus planes de futuro y, por otro lado, conservar de alguna forma la memoria de su familia. «Esta premisa se transforma en un collage de materiales, de formas, de trazas y cicatrices que conviven en un espacio nuevo. Aquel piso viejo de Benicalap se convierte en un recipiente de recuerdos y sueños, de nostalgia y esperanza», apuntan.
El nuevo espacio se concibe alrededor de la barra de la cocina, un lugar amplio, abierto y funcional que se convierte en el corazón de la casa. Esta barra, que da nombre al proyecto, sirve para definir el espacio, para separar la circulación de la acción, que permite a la vez trabajar, cocinar, comer y conversar. «La cocina recibe a las personas que viven y a las que visitan, permitiendo, además, liberar por completo el resto del espacio de día para disfrutar de una zona de estar volcada a la calle, al verde del jardín de enfrente, a la cálida luz de oeste».
Sobre esta barra aparece un elemento nuevo, una gran luminaria diseñada para el proyecto que cose dos espacios de la vivienda, la cocina y la sala de estar a través de un juego de diagonales que persigue los trazos de una cubierta inclinada tradicional. «La luz se convierte aquí en una herramienta poderosa que, por una parte, realza el protagonismo de la barra y, por otra, destaca el valor de la cubierta original de la vivienda a través de un juego de luces opuestas».
En la proyección de la barra, el elemento germen del proyecto, aparece un vestigio del material, una alfombra de pavimento hidráulico recuperado de la propia vivienda, que se repite en la entrada de la vivienda y junto al mobiliario de cocina. «Los pavimentos aquí dialogan con el pasado, con los recuerdos, al tiempo que ayudar a organizar y definir los espacios».
La vivienda se convierte en un espacio de recepción para la familia, la que vivió entre estas paredes y la nueva, un espacio para disfrutar de las amistades y entre todas, crear nuevos recuerdos que, en algún momento, serán nostalgia para quienes habiten la casa en el futuro.