Historia de una escalera (en una casa con vistas al primer rascacielos de Madrid)

9 diciembre 2025

por | 9 diciembre 2025

Philippe, apasionado del diseño, la arquitectura, la literatura y el arte contemporáneo, es originario de una localidad al sureste de París aunque, en la actualidad, habita un singular ático interior de 80 m², dispuesto en dúplex dentro de un edificio de 1900, renovado en 2006, situado a escasos metros de la Plaza de España de Madrid. Se trata de una vivienda de crujía muy estrecha, orientada al sur y con una terraza en la planta baja del dúplex que se abre hacia la imponente silueta de la Torre de Madrid, de los años cincuenta, el primer rascacielos de hormigón de la capital.

«Cuando Philippe nos contacta –explican desde gon architects, autores de la renovación–, lo hace movido por el deseo de mudarse de casa sin marcharse: permanecer en el barrio que tanto le gusta, el de Conde Duque, pero reinventando el espacio doméstico en el que lleva ya cinco años. El piso no respondía a su modo de vida, tan social y a la vez tan introspectivo. La compartimentación excesiva, unos baños anodinos de estética hotelera, una terraza desconectada del interior, la falta de espacio para libros y cuadros y una cocina sobredimensionada y desarticulada, conformaban un escenario poco funcional y sin carácter».

Pero si había un elemento que condensaba todas las fricciones del proyecto era, sin duda, la escalera: un cuerpo monolítico de acero soldado, de un solo tramo, cuya ubicación y diseño rígido definían una organización espacial ineficiente, con numerosos espacios residuales. Pese a su condición meramente circulatoria, su presencia era excesiva para un espacio tan limitado y, además, actuaba como barrera para la luz natural, oscureciendo ambas plantas.

«El eje conceptual y constructivo de la intervención se centra en reformular el papel de la escalera en la arquitectura doméstica contemporánea: no como simple vínculo vertical, sino como dispositivo espacial capaz de integrar funciones, generar recorridos más fluidos y dar lugar a nuevos modos de habitar. La primera decisión proyectual consiste en reubicar la escalera: se desplaza al muro este de la vivienda, exactamente en el lado opuesto a su posición original», apunta el arquitecto Gonzalo Pardo, al frente del equipo.

Esta operación exige abrir un nuevo hueco en el forjado superior, lo que conlleva el vaciado casi total del interior, dejando, durante algunos meses, un único volumen continuo de 181 m³. «Este gesto estructural revela el esqueleto del edificio —vigas, pilares, orientaciones de luz antes ocultas— y plantea una suerte de tabula rasa sobre la que repensar la casa».

La nueva escalera se diseña para integrarse sin protagonismo, casi camuflada, diluyéndose en el espacio de la casa. «Entre los pilares metálicos existentes se insertan baldas de acero de 7 cm de espesor que, en ciertos puntos, se prolongan en el eje Z hasta convertirse en peldaños volados, también de 7 cm. Estos se resuelven mediante una estructura metálica soldada y oculta dentro de la pared. Bajo ella, se coloca un volumen compacto y pesado, a modo de zócalo, cuya altura coincide con los tres primeros peldaños».

La escalera flota, ligerísima y casi oculta, y deja de ser solo un elemento de circulación para aglutinar otros usos: se convierte en estantería, mueble, asiento, banco, soporte expositivo, rincón de lectura o, incluso, lugar para una siesta. Es a la vez circulación, almacenaje y estancia.

«Este híbrido de escalera-mueble-estantería puede leerse como un binomio espacial, en el que ambas condiciones —lo que conecta y lo que contiene— son indivisibles. Su incorporación transforma por completo la organización del espacio, la entrada de luz natural, la relación entre ambas plantas y la experiencia doméstica. La planta baja alberga los espacios sociales y compartidos (cocina-salón-comedor, terraza y un pequeño aseo), mientras que el nivel superior recoge los programas más íntimos (dos habitaciones, un baño y un espacio central sin uso predeterminado, flexible y abierto). Todas las estancias mantienen una conexión directa con el exterior, facilitando la ventilación cruzada y la entrada de luz natural», explican desde Gon.

La elección material de la casa establece un sutil diálogo con el origen francés de Philippe a través del uso de cerámica continua en los suelos, inspirada en el pavimento tradicional conocido como tomette. Este tipo de baldosa hexagonal, a veces octogonal, de tono terracota, es habitual en viviendas del sur de Francia por su capacidad para conservar el calor en invierno y refrescar en verano. Aquí se reinterpreta en una versión contemporánea, de gran formato, extendida tanto en el interior como en el exterior.

«El rojo tomette difumina los límites entre dentro y fuera, reforzando la continuidad visual y espacial entre los dos niveles de la casa, que ya no se conciben como dos espacios diferenciados, sino como dos exteriores conectados a través de una escalera. En contraste, otras zonas de la vivienda —como los baños, dormitorios o cocina— emplean el mismo formato cerámico pero en otros colores: grises y azules que introducen variaciones cromáticas sutiles y a la vez marcan diferencias de uso».

La segunda gran presencia material en el proyecto es el espejo, que reviste los volúmenes del cuarto de baño y la habitación principal. «Estos prismas reflectantes multiplican el espacio y objetos, desmaterializan los límites y crean juegos ópticos inesperados, dependiendo de la luz del día y de la apertura de puertas y paneles. Son dos habitaciones secretas que, a la vez, reflejan y ocultan, amplifican y suavizan, diluyen lo masivo y densifican lo leve».

Casa binôme es una vivienda que se proyecta como un gran espacio continuo exterior. «Una intervención compleja que facilita que el propietario socialice y, a la vez, disponga de una profunda intimidad. Una actuación que reflexiona sobre cómo una escalera, un elemento presente en la historia de la arquitectura doméstica con tantos y tantos buenos ejemplos, pensada desde la sensibilidad y la técnica, es capaz de aportar otro valor más allá del estrictamente funcional; un elemento que muta de objeto a lugar, que da presencia a una multiplicidad de escenografías de la casa, siendo el telón de fondo, desde la cocina a la terraza, entre libros, objetos, lámparas y cuadros, de las acciones de la vida cotidiana de Philippe», concluye.

Fotografía: Imagen subliminal (Rocío R. Rivas + Miguel de Guzmán).

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