La casa de Peter & Lisa y la evolución de El Cabanyal (2014-2024)

2 marzo 2024

por | 2 marzo 2024

Igual que los personajes de una película que se vuelven a encontrar tiempo después, como pasaba, por ejemplo, en ‘Pequeñas mentiras sin importancia’ (‘Les petetits mouchoirs’, 2010) y su continuidad, ‘Pequeñas mentiras para estar juntos’ (‘Nous finirons ensemble’, 2019, ambas de Guillaume Canet), revisitamos la casa de Peter y Lisa en el barrio valenciano de El Cabanyal diez años después de su rehabilitación por parte del arquitecto David Estal.

Tanto la casa como el barrio han cambiado en esta década. Por entonces, en el año 2014, el Cabanyal luchaba por sobrevivir a su destrucción. Un año después, el PEPRI (Plan Especial de Protección y Reforma Interior del Cabanyal) sería derogado y, al pasar página, aumentaría el interés por vivir en este barrio marítimo hasta llegar al momento actual, en el que el metro cuadrado ya alcanza los 4.000 euros.

La casa en origen

En 2014 esta vivienda, ubicada en una parcela de proporciones tremendamente alargadas (27,7 x 5,4 metros), albergaba una peluquería que, curiosamente, lucía una reproducción fotográfica del tramo del jardín del Túria diseñado por Bofill. Tras esa estancia inicial había un infinito pasillo, con zócalo de PVC para esconder las humedades de las paredes y con habitaciones a ambos lados, que desembocaba en un patio poco usado y ocupado por las distintas ampliaciones del baño y la cocina. Allí, dos viejos limoneros algo cansados precedían a otro volumen anexo, un antiguo taller de botones.

Imágenes de la casa en el estado en que la compraron Peter y Lisa, antes de la intervención del arquitecto David Estal.

La conexión Hamburgo-Valencia

Peter y Lisa, alemanes residentes en València desde una década atrás, fueron pioneros en repoblar el barrio antes de ponerse de moda, cuando todavía seguía perdiendo habitantes. La elección de Peter y Lisa venía motivada, entre otras, por su experiencia de movilización vecinal en el barrio de Ottensen, en Hamburgo.

En Valencia se implicaron desde el principio con la iniciativa ‘Salvem el Cabanyal’, participando de forma activa y tratando de ligar ambas batallas ciudadanas separadas por 2.500 km de distancia. «Lo tenían claro, querían vivir en este barrio a pesar de la incertidumbre que pesaba sobre el mismo. Su sensibilidad hacia su arquitectura hizo el resto», explica Estal.

Flyer de la época en la que el barrio de El Cabanyal estaba amenazado por la piqueta.

La rehabilitación de 2014

El reto de la intervención que acometió David Estal en aquella casa recién comprada por Peter y Lisa pasaba por hacer la vivienda, con 106 metros cuadrados construidos, más luminosa, cálida y adecuada al modo de vivir de sus habitantes, «diáfana, pero con rincones».

«Eso sí, respetando huellas de su propia evolución y materialidad, que fue desvelándose al retirar falsos techos y revestimientos añadidos en los años 70 y 90».

«Se trataba de conseguir una casa patio contemporánea a partir de la permanencia, tal y como habíamos demostrado que era posible, más de 30 arquitectos, con ejercicios proyectuales o reformas previas en el Cabanyal recopiladas en el libro Juégate el tipo, coordinado por Tato Herrero y Aitor Varea en 2011, o anteriormente, Cases de El Cabanyal: maneres de viure, catálogo de la XI edició Cabanyal Portes Obertes 2009, coordinado por Maribel Doménech, Maota Soldevilla y María Villora», apunta el arquitecto.

Poesía Habitable. Intervención artística dentro del festival Cabanyal Portes Obertes (Ce Rodríguez).

La casa y el barrio en 2024

«En 2024 el Cabanyal es muy diferente a como era diez años atrás, otra evolución, como ya pasó después de los incendios de las barracas, los bombardeos de la Guerra Civil o incluso los efectos de la Riuà… Lo primero es obvio: la calle tiene más vida gracias a los que volvieron, o los hijos de los que se fueron, y a los nuevos habitantes que han descubierto la calidad y singularidad de este barrio», explica David Estal.

Poco a poco las casas se han ido rehabilitando y los vacíos urbanos, completando. «Todo esto acompañado de una sustanciosa inversión pública, subvenciones, fondos europeos, etc. Y con ello, la mochila de los efectos colaterales a la revalorización: gentrificación, turistificación, uniformización, etc».

En diez años, en el interior de la vivienda, los muebles han encontrado su sitio, que no siempre ha sido el mismo.

«La energía solar ahora se aprovecha tanto como los limones de cada cosecha. Los detalles ingeniosos que en su día dieron carácter a la casa, como la reutilización del agua de lluvia de la terraza para el riego a partir de tejas enclavadas en la medianera al estilo menorquín, aún siguen causando una sonrisa», explica Estal.

La celosía metálica diseñada a partir de la trepa de la baldosa hidráulica continúa rematando de forma original la medianera entre colindantes, donde antes estaban los típicos cristales rotos.

«Las reparaciones que se acometieron sin ortopedias sobre su sencillez constructiva, especialmente de las viguetas en T de hormigón y revoltón de ladrillo macizo, las patologías que hubo que sanear o las puertas de Mobila restauradas y resituadas, han ofrecido una segunda vida reciclada a lo existente», explica el arquitecto.

«La cuidada combinación de los materiales (barro, hidráulico, madera y microcemento), sus tonalidades, texturas y colores en relación al verde que ha ido creciendo, aporta una pretendida naturalidad al ambiente de la vivienda con la idea de que fuera fácilmente apropiable como un hogar por sus moradores, cumpliendo con su propósito, un lugar con personalidad, pero sin alardes».

Las personas envejecemos y la arquitectura, también, pero al cuidarla, mejora.

«La decoración, el mantenimiento y los arreglos posteriores se van superponiendo a las ideas que la crearon. Aquello que era potencial en el 2014, ahora es realidad y, usada, cobra más valor. Las casas se renuevan y se rehabitan. ¿Cuántas vidas puede tener una casa? ¿Cuántas casas pueden pensarse en una misma parcela? Merecía la pena volver a visitar y compartir la casa habitada ahora que, además, se cumplen 100 años desde su construcción original», afirma el arquitecto.

Una reflexión sobre la profesión

«Antes, en la Escuela de Arquitectura, apenas se impartía formación sobre cómo hacer una rehabilitación o incluso una reforma de vivienda. Casi toda la docencia se basaba en el proyecto de obra nueva. En cambio, para la mayor parte de los/as estudiantes de arquitectura, cuando acaban la carrera, el primer trabajo vinculado a la construcción suele ser este. Es como si a un médico no le enseñan la medicina familiar», apunta David Estal. 

«La escala doméstica solo era apreciada cuando se trataba de una vivienda unifamiliar aislada o pareada o en un solar entre medianeras o donde poder hacer tabula rasa. Además, se trataban de viviendas para un perfil de usuario tipo artista, escritor o cineasta. Pero la realidad es que las viviendas son para toda la gente, con sensibilidad artística o no: funcionarios, comerciantes, profesores, informáticos, traductores, etc. Y eso es lo bonito de nuestra profesión. Conocer a las personas, familias diversas y transmitirles detalles de la arquitectura que puedan emocionarles. Sin pensar que las viviendas sean impositivas ni meros decorados. En mi opinión, las casas no deben ser manifiestos poco habitables. Al contrario, deben posibilitar su apropiación por quién las habita». 

«Así que hemos tenido que aprender de la propia experiencia, viajes, lecturas y de compartir ideas con compañeros y compañeras. Por suerte, esto ha ido cambiando y se puede ver que incluso los premios de arquitectura reconocen el mérito que hay detrás de la rehabilitación de vivienda. El papel de entidades como el IVE ha sido clave también en nuestra formación y difusión de la rehabilitación, la innovación y conciencia por el medio ambiente. Hoy en día, la tipología ‘casa de pueblo con patio’ es una de las más buscadas, tanto en València como municipios de l’Horta. La mayoría tienen 100 años y las intervenciones que hacemos los arquitectos sobre estas les otorgan una nueva vida. En su conjunto, hay signos de una arquitectura mediterránea que busca ser como nuestra gastronomía: sencilla y sabrosa», concluye el arquitecto.

Fotografías: Mariela Apollonio.

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