Los libreros veinteañeros que son ‘la resistencia’

25 noviembre 2024

por | 25 noviembre 2024

Tienen 23 años, han estudiado Humanidades y se han montado una librería, poca broma. Ana Rubiero y Gerardo Dieterlen, los jóvenes libreros al frente de Praxis, decidieron materializar la idea a raíz de su desencanto con la institución académica. «Las ganas de aprender con las que llegas a primero de carrera se van sepultando entre clases tediosas». Ante esto decidieron volcarse en los libros como otra forma de instruirse. «La casa es de mi familia y disponíamos del bajo– explica Ana Rubiero- tenemos mucha suerte porque eso nos deja funcionar un poco al margen del mercado editorial, nos lo podemos permitir. Elegimos lo que queremos vender, y eso no es muy frecuente».

Tras un año y medio con la persiana subida, ya tienen agilidad con las distribuidoras y con las editoriales que más les interesa ofrecer en sus estantes. La primera mano era la más accesible, a la hora de empezar, para conseguir determinados títulos, «te permite ser más selectivo e hilar más fino. La parte que más nos gusta es buscar libros especiales que se han ido hundiendo entre las novedades de los catálogos». Venden también libros de segunda mano y de importación, «empezamos con Sofía Coppola (‘Sofia Coppola Archive: 1999-2023’), que pegó el pelotazo nada más abrir la librería, pero lo que queremos es cubrir el hueco de libros difíciles de encontrar y que los puedas tocar, que no sea todo virtual», explican.

Ana Rubiero y Gerardo Dieterlen en su librería asociativa Praxis, en la calle Avellanas, durante la entrevista para Flat (Fotografía: Eduardo Manzana).

A la hora de elegir qué venden cada uno tiene sus obsesiones, «yo soy muy friki de Pasolini, que son libros, en general, fáciles de conseguir, pero buscamos rarezas, hay ‘fricadas’ muy chulas y casi todas han pasado por aquí, pero se venden rapidísimo. Tenemos también nuestras preferencias editoriales, Atalanta, por ejemplo, nos encanta», apunta Gerardo.

Situada entre la calle del Mar y la Plaza de la Reina, «nuestro público es el de una librería del centro de Valencia, como otras, en ese sentido es tradicional, nos hacen encargos y los pedimos. Nos gusta ir para atrás pero también estar en lo que se está haciendo ahora mismo en el mundo editorial». Su forma de trabajar les permite mucha flexibilidad. «Nos han llamado punkis pero no lo somos, no somos punkis, somos libreros (risas). Es una forma antigua de entender el negocio, este es nuestro sitio, son nuestras reglas, vendemos lo que nos gusta».

«Aquí hay joyitas, libros que sorprenden, que no son fácil de encontrar, cosas raras, queremos romper la barrera de lo que suele ser una librería, queremos llegar a mucha gente, hacer un sitio donde la lectura y el libro estén presentes de muchas formas. A mí lo que más placer me da es que alguien compre un libro porque después de estar mirando con calma un buen rato, descubre que se lo quiere llevar a su casa. Viene gente que se toma su tiempo, lo pierde aquí, y eso es maravilloso», apunta Ana.

Las columnas laterales de la estantería son obra del artista Abel Iglesias.

«A veces nos han dicho que este lugar intimida al entrar, igual es porque no hay cartel en la puerta (está encargado), y parece que sea una casa a pie de calle». Se sitúan en pleno centro de la ciudad, en la calle Avellanas, donde muchísimas plantas bajas han pasado a ser negocios para el turismo. «En un entorno invadido somos la resistencia, estamos en primera línea de batalla. El turista no entra a comprar aquí, solo hace fotos como si esto fuera un safari, pero no es un decorado, es nuestra vida», explica Ana.

En ese interés por ampliar el concepto de librería y llegar a más gente organizan actividades ‘extralibreras’. «Ya que tenemos la suerte de tener un espacio queremos lanzar propuestas interesantes. Le damos muchas vueltas a todo lo que hacemos porque la gente merece buenas propuestas culturales, pensadas y bien elegidas. A veces creemos que no vendrá nadie, y luego se llena. Con la conferencia de la arquitecta Lourdes García Sogo y con la de la escritora, dramaturga y actriz Juana Dolores, hubo lleno y mucha expectación, vino gente muy dispar, un público muy heterogéneo, y eso nos encanta. Nos gusta ofrecer propuestas interesantes. Estamos muy contentos con la parte humana del proyecto, es muy gratificante, nos llena mucho y aprendemos un montón. Nos ha conectado más con el barrio y eso también es una experiencia, porque las librerías atraen, ya de por sí, a personas interesantes, nos encanta mezclarnos», explican.

Asiduos visitantes de las librerías de segunda mano de la ciudad, en Praxis venden de todo, desde libros muy baratos a libros muy buscados, que son más caros, con el rango de precios amplio, «por ser jóvenes y querer llegar a gente joven interesada en leer queremos ofrecer precios asequibles, intentamos ajustarlos al máximo», explica Ana. «Por ejemplo, el libro de arte es genuinamente caro pero lo ajustamos para que llegue a todo el mundo: vendemos catálogos maravillosos del Museo del Prado o del Reina Sofía a diez euros, para que todo el que quiera los pueda tener. Libros muy bien editados, como deberían ser todos. Esto nos permite ofrecer buenos libros a buenos precios. Si dejas de mirar los bestseller te encuentras verdaderas maravillas».

¿Cómo acogen sus familias la loca idea de montar una librería con 23 años? «Mis padres –explica Gerardo Dieterlen – muy bien, ellos solo me exigieron que terminara mis estudios de Filología Francesa y luego, adelante con lo que viniera. Si estoy contento, ellos también. No tener que pagar el alquiler del local es una gran ventaja de partida y la razón por la que nadie nos ha parado los pies para montar esto». En el caso de Ana Rubiero la idea fue recibida «con cautela (risas)». «Parte de mi familia no tiene ningún habito de lectura y esta idea les extrañó. Se le va a decir que sí porque no se le puede decir que no, debieron pensar, pero incluso a día de hoy tampoco lo terminan de ver». A la librería entra dinero, venden bien, lo compaginan con otras actividades y les resulta rentable. «No nos haremos ricos pero podemos mantenerlo bien».

Una señora ojea un libro de Trini Simó con fotografías de Jarque bajo la mirada de Ana, desde su mostrador sesentero comprado de segunda mano.

Tras instalarse han recibido la visita de muchos libreros de la ciudad que les han dado consejos valiosos. También de clientes habituales, como el galerista Tomás March, asiduo de la librería. «Hemos conocido a mucha gente interesante desde que tenemos la librería. El entorno está contento con nosotros, al principio nos daba miedo porque esta parte del barrio es muy católica, muy formal, … pero nos hemos dado cuenta de que no es un barrio cerrado, nos han acogido bien y eso es importante. Estamos a pie de calle porque queríamos ese contacto real en contraste con lo teórico de la universidad y lo hemos encontrado. Hay más vida de barrio de la que pensábamos».

Bastante ajenos a las redes, comunican como pueden las actividades que programan («yo es que soy muy burro con todo eso», explica Gerardo). A corto plazo lo más inminente que tienen es un ciclo de cine, que fue pospuesto por la catástrofe de la DANA. Se llama ‘Trípticos y trilogías’, y supone la proyección de tres tríos de cine: el de Val del Omar (‘El tríptico elemental de España’); la trilogía flamenca de Carlos Saura (‘Bodas de sangre’, ‘Carmen’ y ‘El amor brujo’), y, por último, tres cortos independientes hechos por jóvenes, dos valencianos y una holandesa: ‘Cuerpo anónimo en habitación vacía’ (C.A.E.H.V.), ‘La piel del toro (Cristo se paró en el Pardo)’, de Peppermilk Films, y ‘Monad1.Monad+’, de Dana Dawud.

La construcción de la librería verde que ocupa toda la pared de la estancia fue el verdadero salto desde la vida académica a la real porque pasaron a levantarla con sus propias manos sin tener ni idea, auxiliados por un par de amigos que sí que sabían de construir cosas. Casi un año les costó hacerla, «con sangre, sudor y lágrimas», aprendieron a enlucir, a aplanar las baldas, a manejar el material y la técnica… «No fue ni barato ni fácil, fue más bien una odisea, eso sí que fue punki (risas)».

Por Praxis hay losas desechadas tras la reforma de la calle de La Paz, tienen azulejos que eran parte de un montón de escombros de obra en Ruzafa … «El artista Abel Iglesias, amigo nuestro, nos ayudó con las columnas laterales de la estantería … La verdad es que después de haber puesto en pie la estantería gigante, la declaración del IVA o la negociación con las distribuidoras no nos da ningún miedo», concluyen entre risas.

Fotografías: Eduardo Manzana.

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