¿Entrevistar a un ecologista es realismo o pesimismo? ¿Y entrevistar a un arquitecto, ecologista, que se ha bajado de la profesión y ha reorientado su vida hacia el activismo y la música? Javier Canales (Valencia, 1969), reúne todas esas circunstancias. Con él charlamos sobre arquitectura, precariedad, el derecho a la ciudad y la defensa del territorio. También sobre su banda de música, Mar Morález, y sobre Vicent Andrés Estellés.
«Ese abandono de la profesión – dispara para empezar – es algo bastante generalizado en la gente de mi generación y las posteriores, hasta el punto de que, actualmente, la opción de estudiar arquitectura es de las menos atractivas entre los estudiantes de instituto. Desde luego, siempre ha habido cambios de necesidades de determinadas profesiones, y estas han ido evolucionando también, pero la arquitectura ha resultado ser un termómetro del sistema económico, de sus normas y de sus crisis, que también son una norma del sistema».
«Durante nuestro paso por la Escuela de Arquitectura nos educaron para pensar que triunfaríamos y que nuestro triunfo sería económico y artístico. Y así lo creía cuando empecé a trabajar los primeros años. Lo hice en el estudio de Luis López Silgo, que realizaba importantes proyectos de restauración monumental y rehabilitaciones de edificios de viviendas y donde lo aprendí casi todo. Incluso seguí pensándolo cuando empecé a trabajar de manera independiente. Pero al final de la primera década de los 2000 llegó la tormenta perfecta, pienso que perfectamente diseñada: el gobierno había suprimido los honorarios recomendados para los diferentes trabajos de arquitectura, (para mejorar la competencia, decían), las escuelas de arquitectura, públicas y privadas, habían proliferado en años anteriores y las personas que ejercíamos la arquitectura éramos muchas más de las necesarias».
«El resultado en el medio plazo fue que, para seguir ejerciendo la profesión, debías bajar tus honorarios hasta el punto de acabar precarizándose una profesión cuyo ejercicio en condiciones dignas es maravilloso pero que ha acabado siendo insostenible en la mayoría de los casos. E insisto, no es algo exclusivo de la arquitectura, ha ocurrido con infinidad de profesiones de las llamadas liberales, pero también con el pequeño comercio y otras pequeñas empresas. Por no hablar de las personas asalariadas e incluso de las que están en la función pública, donde muchas veces llaman ‘mejora del desempeño’ a la mayor dedicación de tu tiempo por falta de personal», explica Canales.
En el ejercicio de la arquitectura se dan, además, otros factores. «Siempre ha pesado mucho la carga de la responsabilidad, material y personal. Es algo que resulta especialmente estresante, y más si no hay un retorno económico digno. También ocurre que el ejercicio de nuestra profesión no se ha valorado muchas veces por las personas a las que se presta el servicio y se nos ha considerado a veces como un escollo, “un mal inevitable”, decía un compañero. Y llegó el colofón, o más bien la secuela del terremoto: el estallido de la burbuja inmobiliaria en 2008 y la crisis económica».
«Yo ya tenía cierta experiencia, y me desenvolvía bien, era capaz de hacer casi cualquier trabajo, obra nueva, rehabilitación, actividades, incluso durante unos años ejercí de arquitecto perito judicial. Pero fue alargar la agonía. Cada vez entraban menos trabajos, peor pagados y creo que, aunque he tardado demasiado en tomar la decisión, al final he decidido dejar la profesión. El sentimiento es de frustración, con todo el peso de la palabra, pero es que no compensa. Ahora preparo oposiciones. No para ejercer de arquitecto, no tengo fuerzas para ello. Mi objetivo es un trabajo sencillo, menos exigente, que me permita tener más tiempo, y de mayor calidad, para hacer otras cosas. Básicamente dos cosas que ahora mismo no puedo dejar de hacer: activismo y música», explica.
El activismo
«Siempre sentí la necesidad de contribuir a mejorar las cosas, y siempre desde los movimientos sociales, no desde las instituciones. Respeto a quien lo intente desde ese lado, y a veces es útil la interlocución con ellas, pero nuestras democracias son muy imperfectas y no favorecen la participación de las personas en la toma de decisiones. El motor de los cambios, las mejoras, las resistencias, las luchas… vienen del asociacionismo, de lo colectivo, de la calle», opina Canales.
«Mi participación en estos movimientos ha estado en gran medida marcada por mi formación en arquitectura, ya que me ha permitido disponer de herramientas valiosas para centrarme en objetivos de lucha en los que desgraciadamente, por haberse convertido en mercancías, siempre hay trabajo que hacer, como son el derecho a la vivienda y a la ciudad y la defensa del territorio. Hace unos años empecé a colaborar con Per l’horta contra la revisión del PGOU de València que el PP de Rita Barberá pretendía aprobar justo antes de unas elecciones municipales en las que se preveía que perderían la mayoría para seguir gobernando, como así fue finalmente».
«Aquello fue una victoria ciudadana porque, después de una campaña de mucho trabajo y la colaboración de muchas personas, se consiguió que la revisión no se aprobara y con ello se impidió la reclasificación de 400 hectáreas de huerta protegida. Pero también ha habido derrotas. Después, y ya con el primer gobierno del Botánico, no se consiguió parar la ampliación de la V-21, la antigua autovía A-7 de entrada a València que, además de destrozar unas cuantas hectáreas más de huerta, escondía las primeras obras del acceso norte al Puerto de València. El tiempo ha demostrado que esta ampliación era a todas luces innecesaria. La sensación que queda, después de tanto trabajo sin conseguir el objetivo, no es del todo frustrante. Quién sabe si esa lucha no condicionará otras que están por venir», reflexiona.
«Precisamente, y hablando del Puerto, desde hace unos años trabajo activamente en la Comissió Ciutat-Port, un colectivo formado por asociaciones ecologistas y vecinales, además de por personas que han venido sumándose al grupo, para tratar de impedir la ampliación norte del Puerto de València. Una ampliación que, según los propios números que maneja el Puerto, es funcionalmente innecesaria, que solo beneficiaría a la multinacional naviera TIL-MSC para que seamos su almacén de contenedores (una cuarta parte de ellos, vacíos), y que produciría el retroceso continuado de las playas del Saler con enormes perjuicios a l’Albufera, afecciones a nuestros fondos marinos próximos y una gran contaminación atmosférica que producirá (ya lo está haciendo) enormes problemas de salud para las personas que vivimos en la ciudad y sus inmediaciones…».
«Nos encontramos ante un caso claro de conversión de la ciudad, y el territorio, en una mercancía para el beneficio exclusivo de las grandes empresas, ante la complicidad del político de turno, por falta, unas veces de valentía, otras de un futuro que solo quiere asegurarse por medio de puertas giratorias. El expediente de la ampliación norte del puerto continúa haciendo su camino, pero con la suficiente oposición ciudadana, que la habrá, todavía es posible detenerla y revertir el dique norte ya construido. Pensar global, actuar local y -añado- actuar también global», explica.
«Hace un tiempo, coincidiendo con un período de descanso del activismo y también de descenso de la actividad profesional -uno más- retomé de nuevo la creación musical, una faceta ya vivida durante mi época de universitario en la que edité algunas grabaciones con un grupo llamado Los Canadienses, con el que hacíamos una música que tomaba referencias de los 60’ (The Velvet Undreground, Stooges) y de los primeros 90’ (Pixies, Dinosaur Jr.). Colgué la guitarra cuando empecé a ejercer la arquitectura, pero en realidad lo hice porque sentía que ya no tenía nada que decir. Y fue justo la sensación contraria, la de tener algo que decir, la que me hizo volver a componer canciones».
La música: Mar Morález y Estellés
Después de tomar clases de piano, «primero clásico, luego aproximándome al jazz«, Javier Canales descubrió a Brad Mehldau y sus versiones de The Kinks, Radiohead y Nick Drake, entre otros.
«Así que un determinado día del año 2019, estudiando un estándar de Charlie Parker – explica Canales – cambié la velocidad y el ritmo del tema en cuestión y acoplé la letra de ‘Ací em pariren’, uno de los poemas más conocidos del ‘Llibre de Meravelles’, de Vicent Andrés Estellés. Como el resultado fue bueno, o al menos así lo pensé, probé con otras músicas que fui componiendo y con otros poemas del libro. Algunos de ellos se prestan a ser musicalizados con cierta facilidad, por la métrica de los versos, su rima, su temática. Con otros, más extensos y complejos, resultaría muy difícil, si no imposible, mantenerse en un lenguaje cercano al pop, que es el terreno donde nos movemos, aunque buscando también cierta experimentación sonora y añadiendo otros estilos como el rock, la electrónica o la nueva psicodelia».
Esta propuesta ha acabado definiéndose con la formación a la que han llamado Mar Morález, en compañía de Pilar Pérez, Pedro Torres y Emilio Nadal, la banda con la que han grabado un total de trece canciones con letras de otros tantos poemas de Estellés y que están publicando desde que empezó 2024, coincidiendo con el año en que se conmemora el centenario del nacimiento del poeta de Burjassot.
«He de insistir en el hecho de esta coincidencia, pues cuando comenzó este proyecto en 2019, y empezó a tomar cuerpo en 2020, ni siquiera caímos en la cuenta del año en que se conmemoraba el centenario. Nuestra idea era acabar los temas, grabarlos, publicarlos y presentarlos en directo a partir de 2022, pero en música, como en otras muchas disciplinas artísticas – y en nuestro caso, el amateurismo es un ingrediente más- la independencia y la precariedad siempre -o casi siempre- van de la mano. Lo bueno de hacer las cosas sin prisas es que tienes más tiempo para reflexionarlas y pulirlas, aunque, eso sí, corres el riesgo de dar demasiados rodeos y no acabar nunca. Como una vez me dijo Joaquín Arnau, arquitecto y musicólogo, uno de los profesores de la Escuela de Arquitectura de los que mejor recuerdo guardo, ‘los proyectos no se acaban, se abandonan en un momento determinado'».
Durante 2024 presentarán los trece poemas musicados del ‘Llibre de Meravelles’, de V. A. Estellés, que reúnen en un LP llamado ‘Una entre tantes’. Mar Morález es nombre de mujer. Y es nombre de madre. «Es el resultado de un acrónimo que compusimos con nuestros segundos apellidos, los que nos transmitieron nuestras madres, los que siempre han acabado perdiéndose. Intentaremos que esta vez permanezcan en la memoria», concluye.