La fiesta celebratoria de la vida que supone el documental ‘Dios lo ve’, sobre la alegre existencia del diseñador Oscar Tusquets, contrasta con la bella melancolía de ‘Miralles’, la película que ha dirigido María Mauti con guion de la escritora Sara Mesa sobre el sobresaliente arquitecto Enric Miralles siguiendo el hilo de sus proyectos más increíbles. Ya en la primera escena del documental aparece Miralles hablando sobre el cementerio de Igualada, una de sus obras más impresionantes realizada junto a Carme Pinós. Lo siguiente son escenas bellísimas del cementerio pero en el día del entierro del propio arquitecto. El arquitecto en su arquitectura.

La muerte prematura e inesperada de Enric Miralles tuvo lugar en el 2000, a los 45 años, a causa de un tumor cerebral. Al día siguiente fue enterrado en su obra maestra: un cementerio-bosque inacabado. Desde este momento, vida y obra quedaron entrelazadas para siempre, formando un solo relato. En la película, cientos de personas en silencio rinden homenaje al más prometedor arquitecto de su generación en su entierro.

El film avanza por variaciones, siguiendo el método creativo que el mismo Miralles empleaba, inspirándose en Giacometti: una investigación abierta, sin conclusiones posibles. La película fluctúa por los diferentes lugares y por la ciudad natal del autor, Barcelona, donde el narrador habla con un fantasma, lo evoca en sus espacios, hace preguntas sobre sus arquitecturas, «cruza el umbral entre la muerte y la vida». Hace un retrato del hombre y el genio construido a partir de sus arquitecturas, formando un cuadro abierto y completo sobre la persona y su proceso creativo. ¿Cuántas ciudades hay dentro de una ciudad?, se pregunta la voz en off.
Considerado uno de los arquitectos catalanes más notables del panorama contemporáneo a escala internacional, Enric Miralles i Moya (1955-2000) diseñó construcciones tan importantes y singulares como el edificio del Parlamento de Escocia, la Torre Marenostrum de Barcelona o el Centro Deportivo de Huesca. En la película se trata el episodio de colapso durante la construcción de Huesca, con el desplome de la cubierta, contando cómo el arquitecto se recompuso tenazmente («solo en la intimidad es vulnerable») y ganó el León de Oro de la Bienal de Venecia solo dos años después, en 1995.




Durante su vida trabajó junto a sus dos parejas, Carme Pinós -a lo largo de los 80- y Benedetta Tagliabue, a partir de 1993 y hasta su fallecimiento en 2000. Su cuerpo reposa en el mencionado Cementerio-Bosque de Igualada, con el que ganó su primer premio de arquitectura en 1985.
El arquitecto Joan Roig define a Miralles como «el arquitecto más interesante de su generación», mientras que Jaume Prat, que fue alumno y discípulo, habla de él como «el arquitecto catalán más importante después de Gaudí». Son solo dos ejemplos que muestran la influencia e impacto de Miralles en las actuales generaciones de arquitectos de nuestro país.
‘Miralles’ se detiene en sitios tan impresionantes como el Centro Cívico de Hostalets de Balenyà, visitado en romería por decenas de arquitectos a lo largo del año; la vivienda que compartió con Tagliabue y con sus hijos, Casa Mercaders; el pabellón de tiro olímpico o la casa que hizo para un primo suyo, pedagogo, entre otros proyectos.

Mercaders es la casa que rescataron de la ruina los arquitectos Enric Miralles y Benedetta Tagliabue. Enclavada en plena Ciutat Vella, la pareja escogió para construir su hogar un antiguo almacén de botones de una finca histórica en el centro de Barcelona.

El mundo arquitectónico de Enric Miralles es vibrante e intenso, agitado y exuberante, como escribió Rafael Moneo tras su muerte. Miralles hizo concursos, construyó, enseñó (fue profesor en Francfort, en Barcelona, en Columbia y en Harvard) y su obra refleja esa energía interna que tanto asombró a quienes le conocieron. No olvidemos que Miralles fue capaz hasta de explicar la geometría de un cruasán.


