Palabra de Pritzker

21 agosto 2022

por | 21 agosto 2022

Tras ser el primero en meter al inclasificable Mariscal en un libro, con una aproximación biográfica al diseñador y artista valenciano, pionero del cómic underground y padre del olímpico Cobi, el periodista Llàtzer Moix siguió con un libro de conversaciones con el escritor británico Tom Sharpe («Wilt soy yo») y con otro donde recorría la literatura de Eduardo Mendoza («Mundo Mendoza»). Entre medias, publicó varios libros y cientos de artículos sobre arquitectura en La Vanguardia, donde escribe desde los años 80. «El libro es un formato idóneo para el periodismo cultural. Los diarios recogen noticias, que son como olas, fugaces y solapadas. Los libros dan una visión amplia del mar; de sus olas, y también de sus profundidades, su fauna, sus corrientes, sus procesos y sus significados», explica el autor de «Palabra de Pritzker», su último libro.

Disparó con «La ciudad de los arquitectos», en 1994, donde repasaba la transformación de Barcelona antes de los Juegos Olímpicos y, de paso, describía al colectivo de arquitectos que se encargó de ella. Continuó con «Arquitectura milagrosa», donde contaba los años de fiebre por la arquitectura espectacular en España tras la construcción del Museo Guggenheim de Bilbao. A este libro le siguió «Queríamos un Calatrava. Viajes arquitectónicos por la seducción y el repudio», del que hablamos largo y tendido aquí porque no tiene desperdicio.

Llàtzer Moix (Sabadell, 1955) publica ahora «Palabra de Pritzker» donde reúne 23 entrevistas a ganadores del codiciado premio que, poco menos, supone la entrada al Olimpo de la arquitectura mundial.

«El tiempo vuela y todo lo transforma. Incluido el Pritzker. Este premio nació como una rama más del frondoso árbol filantrópico de la familia de Chicago que lo impulsa pero, pasados más de cuarenta años desde su primera edición, ha alzado el vuelo y se ha convertido en una potente marca global, sin parangón en su ámbito, que aporta valor añadido a sus receptores y, también, a sus patrocinadores», apunta Llàtzer Moix

En sus cuarenta años de historia, el Premio Pritzker ha distinguido a los grandes arquitectos vivos hasta convertir su palmarés en un canon oficioso de la arquitectura contemporánea.

El premio pudo haberse llamado Getty, en vez de Pritzker, cuenta Moix, porque al primer magnate al que se acercó Robert Carleston Smith, ideólogo del galardón, fue a John Paul Getty para ofrecerle ser el mecenas de un premio que honrara a los mejores arquitectos.

Getty no sintonizó con la propuesta y Smith se fue a tocar a otra puerta, la de Jay A. Pritzker, magnate hotelero de la cadena Hyatt, punta de lanza de un imperio industrial, inmobiliario y financiero. «Fundado a caballo entre los siglos XIX y XX por judíos de Ucrania emigrados desde Kiev a Estados Unidos y establecidos en Chicago, la fortuna conjunta de los todos los miembros de la familia se ha situado cerca de los 30.000 millones de dólares», explica Moix. Es la séptima familia más rica de Estados Unidos.

Smith propuso a Pritzker crear un premio de arquitectura, disciplina que no contemplaba el Premio Nobel, y que el jurado estuviera compuesto por gestores y autores culturales de prestigio. En la primera edición se eligió a Philip Johnson, en 1979 y, como ganador, se llevó a casa una escultura de Henry Moore y un cheque de cien mil dólares. El resto es historia.

Escultura de Moore que se entregaba con el Pritzker hasta 1987. A partir de entonces se sustituyó por una medalla.

Moix explica que el palmarés del premio, durante todos estos años, puede dividirse cronológicamente en tres etapas claras: la inicial, que premió a los «clásicos» (Barragán, Johnson, James Stirling …); la siguiente, que premió al «Star System» (Gehry, Renzo Piano, Foster, Koolhaas, Zaha Hadid, Nouvel …) y, en los últimos años, la etapa de los arquitectos en cuya obra priman las preocupaciones asistenciales, sociales, poéticas, históricas y medioambientales (Aravena, Lacaton&Vassal, Shigeru Van, RCR Arquitectes, Francis Kéré …).

Los criterios van evolucionando para el jurado tal y como lo hace la propia sociedad y su reflejo en la arquitectura. Un jurado que está compuesto por siete miembros, actualmente cuatro hombres y tres mujeres, entre estas últimas, Benedetta Tagliabue, la arquitecta italiana afincada en Barcelona.

Obviamente, esta casi paridad es de tiempos recientes. Y en cuanto a mujeres premiadas, de esos cuarenta años de Pritzker, solo aparecen en la lista Hadid, Sejima, Carme Pigem, Anne Lacaton, Yvonne Farrell y Shelley McNamara.

Moix recorre en sus entrevistas una amplia selección, un total de 23, de esos ganadores del Pritzker. El libro comienza con la calidez de Frank Gehry, premiado en 1989, y termina con la entrevista a Francis Kéré, que obtuvo el reconocimiento en la edición de 2022. De todos los tanteados por Moix para participar en el libro, Rem Koolhaas fue el único que no respondió a la propuesta, ni siquiera para rechazarla.

Moix repasa al autor del Guggenheim de Bilbao; a la Escuela de Oporto, a través de Siza y Souto de Moura, la Fundación Serralves o las piscinas de Leça da Palmeira; al autodidacta Tadao Ando, que aprendió arquitectura viajando y leyendo, «no tenía dinero pero sí mucha hambre de arquitectura»; al erudito e intelectual Rafael Moneo, «sus conocimientos sobre la historia de la arquitectura son oceánicos», explica Moix. Su primera colaboración con Sáenz de Oiza fue para hacer Torres Blancas. Con ese sueldo se pagó un psicoanalista, un lujo intelectual por aquel entonces.

Guggenheim de Bilbao, obra de Frank Gehry. Palabra de Pritzker.

Las piscinas de Leça da Palmeira, de Alvaro Siza, en Portugal.

El Kuursal, de Moneo, en San Sebastián. Palabra de Pritzker.

El libro también pasa por la obra de Renzo Piano (Postdamer Platz, Aeropuerto de Kansai …), «cuando construimos (tenía 33 años), junto a Richard Rogers, el Centro Pompidou en 1970, veníamos de mayo del 68, de los Beatles y de toda una serie de movimientos de cambio que caracterizaron esos años. A partir de cierto momento comprendes que hacer arquitectura no es solo construir de un modo más o menos poético, sino que también refleja una sociedad en proceso de transformación». 

Centro Pompidou, en París, obra de Piano y de Rogers. Palabra de Pritzker.

Moix también entrevista a Norman Foster (Torre Collserola, Reichstag de Berlín, sede de Apple en California …), Premio Pritzker en 1999, para quien «unos padres que me quisieron y me apoyaron, trabajo duro y unos mentores que simpatizaron conmigo y me guiaron», le ha llevado a tener una oficina con 1500 empleados.

La Fundación Foster, ubicada en un palacete madrileño de estilo francés, guarda maquetas, bocetos, dibujos, libros y objetos que reflejan una carrera de más de medio siglo. Cuenta hasta con un coche, un Avions Voisin restaurado y en uso, que perteneció a Le Corbusier.

Fundación Foster en Madrid, foto de Luis Asín.

Moix charla con Herzog, Glenn Murcutt, Mendes da Rocha, Rogers, Nouvel, Zumthor, Kazuyo Sejima, Souto de Moura, Wang Shu, Toyo Ito o Shigeru Ban.

A este último le horroriza despilfarrar materiales, le gusta construir con elementos reciclados y le parece conveniente dedicar parte de su tiempo a visitar zonas devastadas por terremotos, tsunamis y demás catástrofes con el objetivo humanitario de procurar cobijo de emergencia a quienes han perdido todo.

Esta faceta solidaria es compatible con su espectacular sede del Pompidou en Metz, en el noreste de Francia. «Empecé a ayudar a los damnificados por los desastres naturales porque estaba descontento con mi profesión (…). Catástrofes que, por cierto, ahora ya no son siempre naturales, aunque sigamos calificándolas así, porque están provocadas por el hombre», explica Ban en el libro.

Centro Pompidou en Metz, obra de Shigeru Ban. Palabra de Pritzker.

El arquitecto Alejandro Aravena, cuando recibió el Pritzker en 2016, explicó que su intención era afrontar el futuro con libertad y, para ello, trataría de ser lo más pequeño posible. Es decir, asumiría proyectos «por el desafío profesional, no para sufragar la nómina de una estructura laboral gigante». «Si eres suficientemente pequeño puedes elegir con libertad», le cuenta a Moix.

El arquitecto Alejandro Aravena.

Parecido, en esa filosofía, es el estudio RCR Arquitectes, formado por Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramón Vilalta, con sede en Olot (Girona) y ganadores del Premio Pritzker en 2017. «Siempre hemos apreciado mucho nuestra libertad. Nunca hemos hecho nada que pudiera convertirnos en esclavos del sistema. No es una cuestión política, es un deseo de libertad. La libertad no la da el dinero, sino la manera en que te estructuras. Nos gusta tener las manos libres y, para eso, va bien no necesitar mucho». 

RCR en su estudio de Olot, Girona.

Balkrishna Doshi, Yvonne Farrell y Shelley McNamara, de Grafton Architects, Lacaton&Vassal y Francis Kéré completan la lista de arquitectos entrevistados por Moix en este libro.

Yvonne Farrell and Shelley McNamara, foto cortesía de Alice Clancy.

Université Toulouse 1 Capitole, School of Economics, foto cortesía de Dennis Gilbert. Grafton Architects.

Latapie House, Lacaton&Vassal, foto cortesía de Philippe Ruault.

Diébédo Francis Kéré, foto cortesía de Lars Borges.

Benga Riverside School, foto cortesía de Francis Kéré.

Noomdo Orphanage. Foto cortesía de Francis Kéré. Palabra de Pritzker.

Kéré, premio en 2022, es de los que piensan que «todos merecemos calidad, lujo y confort». Desde su poblado de Burkina Faso hasta el Pritzker, Kéré es ya una referencia para quienes construyen en países en vías de desarrollo.

«Su arquitectura es un cruce de la sabiduría ancestral y las modernas técnicas constructivas, con una visión del mundo abierta, integradora y solidaria», explica Moix. «Si dejas a alguien atrás, tendrás que volver a por él en algún momento», dice Kéré. Su construcción de escuelas asequibles en África, sin calor asfixiante, funcionales y con coste de mantenimiento cero, son un ejemplo de su trabajo más social.

«Cada arquitecto es un mundo y la arquitectura la habitamos a diario, influye continuamente en nuestras vidas y, de forma determinante, en el futuro de nuestras ciudades y de nuestro entorno más inmediato. Conviene conocerla y, siempre que se pueda, disfrutarla», reflexiona Moix en un libro que no solo interesará a los estudiantes y a los arquitectos, créanme.

Fotografía: The Pritzker Architecture Prize. Palabra de Pritzker.

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