“El confinamiento domiciliario hizo visible al casi millar de personas sin hogar en la ciudad de València. Solo ellos ocupaban los bancos de las plazas y los parques sin paseantes. Mientras, los apartamentos turísticos se volvían de polvo, vacío e inutilidad”. Esto lo escribe Lidia Caro en el epílogo del libro “No es ciudad para pobres”, de Alejandra Ramiro.

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