Una lesión en la rodilla a los 19 años apartó a Eduardo Chillida del mundo del fútbol cuando estaba cerca de fichar por el Real Madrid. Jugador de la Real Sociedad, su agilidad para saltar sobre el balón le había valido el apodo de ‘el gato’. De portero a escultor, Eduardo Chillida solía decir que no existían apenas diferencias entre uno u otro oficio. A fin de cuentas, señalaba, para ser buenos en lo suyo, ambos debían desarrollar la capacidad de controlar el espacio y el tiempo.
Cien años de Eduardo Chillida, el arquitecto del vacío
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