En lo que llevamos de Año Sorolla, las ocasiones para contemplar las obras del pintor valenciano (pero también para aprender unas cuantas cosas más a propósito de la aparición de una serie de publicaciones) no han dejado de sucederse. A continuación detallaremos algunas de las más significativas.
El historiador del arte Carlos Reyero ha dado a la imprenta un ensayo (Sorolla o la pintura como felicidad, publicado por Cátedra) que, de primeras, impacta por el tono irónico empleado y por las puyas que lanza (al con frecuencia estirado ámbito académico, por ejemplo, no sin razón). Luego, uno se da cuenta de la solvencia del estudio, bien documentado (incluye aparato crítico) y demostrando su mayor virtud: la de presentar a un Sorolla de carne y hueso lejos de los tópicos (y en el caso de nuestro pintor, estos lastran y no poco la percepción de su pintura) al uso.
Reyero, que se propone demostrar la “búsqueda obsesiva de la felicidad” por parte de Sorolla, acaba mostrándonos a un hombre al que le abruma el mal tiempo, se cansa al pintar una vez pasados los cuarenta o se deja llevar por la ideología. Lo que a cualquiera, bien es cierto.
En la muestra “Sorolla en negro” (Fundación Bancaja; hasta el 10 de septiembre), su comisario, el propio Reyero, pone de relieve la adhesión de nuestro pintor a una cierta modernidad pictórica que hizo del negro y el gris colores válidos para las más diversas representaciones; valgan como ejemplos los retratos que hizo de Miguel de Unamuno o de Manuel Bartolomé Cossío, o paisajes como el del rompeolas de San Sebastián. La muestra, además, hace hincapié en el magisterio de maestros como Velázquez, cuyos cuadros Sorolla pudo copiar en el Museo del Prado.
Por último, el también historiador del arte Rafael Gil ha dirigido un volumen (titulado Sorolla y su tiempo, aparecido en Tirant Humanidades) que recoge diversos ensayos con los que fijar el contexto en el que vivió el pintor valenciano. Así, Ester Alba se encarga de trazar el panorama pictórico anterior a la irrupción de Sorolla; Francisco Fuster, de desgranar la relación del artista con los miembros de la Generación del 98, o María Roca (también encontramos en la nómina de autores a María Roca, Clara Solbes o Mariángeles Pérez), de lanzar una mirada al coleccionismo de la época.