‘Los lugares invisibles’ de dos actrices 360

31 mayo 2025

por | 31 mayo 2025

Leonor Martín Taibo y Lidia San José se conocieron en el programa que ambas conducen en La 2 de TVE, Los pilares del tiempo. Pero antes, ambas habían hecho carreras previas. Leonor, arquitecta y actriz, había trabajado en series de televisión como Física o química o Acacias 38, además de realizar documentales sobre la ciudad contemporánea como Escenario Gran Vía y Fin de temporada. Por su parte, Lidia San José, actriz pero también historiadora, había presentado el programa Los Reyes de España, en el Canal Historia, además de participar en series como Paquita Salas. Actualmente Lidia, que se especializó en Antropología Americana, vive en México, donde trabaja en series televisivas como Valiendo madres. Como diría la añorada representante, son actrices 360. Arquitecta e historiadora se han unido para publicar el libro Los lugares invisibles donde hablan de esos sitios a los que, generalmente, no se les presta demasiada atención pero que condicionan nuestras vidas. Visibilizan las historias humanas que hay detrás, ya que no hablan solo de la forma meramente arquitectónica de los espacios sino que se centran en la necesidad que los motivó. Hacen, así, un recorrido por la humanidad, saltando de siglo en siglo ágilmente, para saber cómo se habitaba y porqué era así.

«A lo largo de la vida habitamos muchos lugares: casas, hospitales, escuelas, teatros, cementerios… Entornos cotidianos que forman parte de nuestra rutina, pero que, si nos detenemos a mirarlos con detalle, nos hablan de un tiempo, de unas personas, de una sociedad que los construyó y los habitó», explican las autoras.

Lidia San José y Leonor Martín Taibo en una fotografía de Victoria Gris, cortesía de ‘Los pilares del tiempo’/Winwin Audiovisual.

«Estos lugares que a menudo pasamos por alto guardan historias invisibles que nos conectan con nuestro pasado, con las decisiones que se tomaron en su momento y que hoy siguen determinando cómo vivimos, aprendemos, trabajamos, sanamos o incluso morimos. En este libro hemos intentado visibilizar precisamente eso: lo que no se ve a simple vista. Desvelar las ideas, tensiones sociales y luchas de poder que encierran fachadas, formas y materiales. La arquitectura refleja la historia, es imagen de su tiempo. Nos habla no solo de las elecciones estéticas o de las modas arquitectónicas, sino de las voluntades humanas: las de aquellos que decidieron qué construir, cómo hacerlo, con qué objetivo y para qué destinatarios».

Este viaje a través de la arquitectura y la historia se estructura en cinco capítulos que abordan las disciplinas fundamentales en la evolución de nuestra sociedad: la arquitectura doméstica, la sanitaria, la educativa, la escénica y la funeraria. Desde las humildes viviendas de las clases populares hasta los grandiosos teatros de la élite, desde los hospitales que fueron pioneros en la atención sanitaria hasta los grandes mausoleos construidos para enterrar a los poderosos, cada uno de estos espacios nos habla de las prioridades de un momento histórico determinado, de los ideales y los miedos que marcaron su construcción.

Junto a las historias de los lugares y los relatos están las ilustraciones de Patricia Bolinches, que ha compuesto collages visuales que superponen imágenes y capas de tiempo, «tal como nosotras intentamos hacer con las palabras. Sus imágenes son como tejidos en los que la historia y la memoria se entrelazan», apuntan.

Arquitectura doméstica

El foro romano, la domus, el modelo de casa-patio o la arquitectura del movimiento moderno, con las casas de Mies Van del Rohe, los Aalto o Josep Lluís Sert aparecen en este sucinto repaso por la parte más doméstica de esos lugares invisibles de la arquitectura.

Las autoras también exploran la relación entre vivienda y trabajo, los proyectos de colonización que provocaron, por ejemplo, la mezcla de alemanes y suecos con los nativos de Sierra Morena (como atestiguan los apellidos y los rasgos físicos de algunos habitantes de la zona), el trabajo del Instituto Nacional de Colonización a partir de 1939, las viviendas obreras, las colonias, la arquitectura del hogar, Matilde Ucelay y las VPO.

Fundació Joan Miró, obra de Josep Lluís Sert (Foto: Denis Esakov).

La arquitectura que cura

Cuentan Leonor y Lidia que una de las personas que más hizo por la arquitectura sanitaria fue, en realidad, una enfermera llamada Florence Nightingale (1820-1910), quien descubrió, durante la Guerra de Crimea que la falta de higiene, el hacinamiento de pacientes, la mala alimentación y la carencia de material sanitario causaban entre los soldados más muertes por enfermedades como el tifus o el cólera que por las heridas propias del conflicto bélico. Esto llevó a efectuar la limpieza de los desagües y a mejorar la ventilación, lo que redujo el número de fallecimientos considerablemente. Nightingale dejó una huella profunda en el ámbito de la atención sanitaria y el diseño hospitalario. Su influencia transformó el concepto de la arquitectura hospitalaria: su enfoque apuntaba a crear espacios que favorecieran la circulación del aire, la luz solar y la separación de áreas funcionales para evitar la propagación de infecciones. Fue la primera mujer que confió en que la edificación bien concebida es terapéutica.

La diseñadora Patricia Bolinches ha compuesto para el libro collages visuales que superponen imágenes y capas de tiempo.

Las autoras hablan de la arquitectura al servicio de la salud mental, de las mujeres silenciadas como grandes abandonadas de la medicina durante siglos, y de la evolución de la arquitectura sanitaria, entre otros tantos aspectos de los lugares invisibles.

La arquitectura para aprender

Desde la ciudad romana de Complutum, germen de la ciudad universitaria que sería después, pasando por la Residencia de Estudiantes de Buñuel, Lorca o Severo Ochoa y por la arquitectura de las nuevas corrientes pedagógicas, las autoras repasan los espacios de esas formas de aprendizaje («la mejor escuela es la sombra de un árbol», decía Rousseau), recuperan a las primeras mujeres universitarias y certifican a la arquitectura como testimonio de la educación como herramienta social a lo largo de la historia.

Fotograma de «Tribuna de la historia», uno de aquellos programas de los años 80 de RTVE, dedicado a la Institución Libre de Enseñanza.

«Una de las anécdotas más asombrosas ligadas a la institución Libre de Enseñanza fue la que ocurrió en  julio de 1936: un grupo de seis profesores republicanos de las Colonias de la ILE, una iniciativa que nació con la intención de mejorar la salud de los estudiantes más desfavorecidos, partieron de Madrid a San Vicente de la Barquera con cincuenta y tres niños y niñas de escasos recursos, para que se pudieran beneficiar del aire puro de la zona. Estando allí, se produjo el golpe de Estado del 18 de julio, desencadenante de la Guerra Civil, suceso del que el maestro Leopoldo Fabra se enteró de manera casual. Ante la noticia y, a pesar de la confusión inicial, los profesores decidieron mantener la rutina de juegos y actividades, con la esperanza de que la situación se resolviera y que los niños no llegaran a enterarse de lo sucedido. Pasaron los días y los menores empezaron a intranquilizarse ante la ausencia de cartas de sus familias, así que los tutores crearon un mundo en el que ocultarles la realidad: falsificaron cartas firmando como los padres de los estudiantes y multiplicaron las actividades lúdicas para distraerles de la situación. Lo que iba a ser un contacto de tres semanas con la naturaleza se alargó hasta septiembre, cuando por fin pudieron regresar a la capital y los niños reencontrarse con sus familiares. La institución nunca más volvería a abrir sus puertas».

Escena y espacios

A lo largo de los siglos, el teatro ha evolucionado desde su origen en la Grecia clásica hasta las formas contemporáneas de representación, adaptándose constantemente a los cambios sociales, culturales y religiosos.

«Como humanidad necesitamos comprender el mundo que nos rodea, encontrar explicación a todo, y si no la encontramos, atribuirle cualidades mágicas o divinas. Así surgió el pensamiento mítico mágico. El fuego, los rayos, la lluvia, fenómenos desconocidos que había que combatir con rituales seguramente teatrales. Por eso no es de extrañar que el teatro, tal y como lo conocemos, surgiera ligado a la religión», explican las autoras.

Las iglesias, los patios, los corrales de comedias, los teatros italianos, la modernidad, el Teatro Campoamor de Oviedo, la edad de plata sobre las tablas, las sinsombrero o el teatro total del arquitecto Walter Gropius, tienen cabida en las páginas de este capítulo.

Gropius concibió este espacio, bajo el encargo del director Erwin Picastor, en 1926. Nunca fue construido.

«Diseñado en la década de 1920, el proyecto de Gropius planteaba una sala teatral revolucionaria en la que el público quedaba completamente integrado en la acción escénica, suprimiendo la barrera entre sala y escenario y la estratificación social de los teatros tradicionales con su distribución en patio de butacas, plateas y palcos. A través de una planta compuesta por la intersección de formas elípticas y circulares y el uso de plataformas móviles y elementos escenográficos envolventes, el Teatro Total buscaba la flexibilidad de configuraciones teatrales y responder a la naturaleza cambiante de la acción dramática. Aunque este proyecto nunca se llegó a construir, su influencia ha perdurado en la forma en que se conciben muchos espacios escénicos contemporáneos, que buscan borrar la línea entre actores y público para crear una experiencia teatral más integrada».

Collage de Patricia Bolinches que ilustra el interior del libro ‘Los lugares invisibles’.

El Teatro Valle-Inclán de Madrid, diseñado por los arquitectos Ángela García de Paredes e Ignacio García Pedrosa, o la sede de la Fundación Pedro Barrié de la Maza, en Vigo, obra del estudio Mansilla + Tuñón Arquitectos, son ejemplos que exploran relaciones innovadoras entre escenario y público.

 

Arquitectura funeraria

«Probablemente no exista mayor logro humano que merecer amor al final», citan a Paul Auster (Cuaderno de invierno) las autoras en la parte del libro que se centra en los enterramientos y sus espacios.

«No es inusual que quien ha ostentado el poder en vida erija construcciones en las que perpetuarse más allá de la muerte. En España, a partir del siglo XV comienzan a proliferar sepulcros escultóricos, cuya suntuosidad, ubicación y simbolismo tienen como objeto hacer inmortales los cuerpos que albergan», explican en un capítulo por donde desfilan los duelos, los rituales, las cenizas y el mármol, el choque cultural y el sincretismo, el poder del cardenal Mendoza y los muertos de la Guerra Civil.

Cementerio de Igualada, diseñado por Enric Miralles y Carme Pinós. Foto: Frans Drewniak (CC BY-SA).

«Donde se nos entierra habla más de la vida que de la muerte de las personas», concluyen Leonor Martín Taibo y Lidia San José.

*Los lugares invisibles. Cuando la arquitectura cuenta nuestra historia está editado por Lunwerg.

Ilustraciones: Patricia Bolinches. Fotografía: D.R.

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