Aún guardo la columna que Félix de Azúa escribió a propósito de la retrospectiva que de Mark Rothko ofreció la Fundació Joan Miró de Barcelona en 2001. Su lectura me llevó precisamente a visitarla. Todavía hoy la recuerdo como una de las exposiciones que mayor impresión me han causado. Cosas del magnetismo y la emoción provocada por sus intensos, dramáticos, campos de color, que una década después -cuando la Phillips Collection recaló en la Fundación Mapfre de Madrid- pude volver a experimentar.
La pintura de Mark Rothko en particular, y la del expresionismo abstracto en general, ha tenido buena acogida en nuestro país. La Fundación Juan March y el Guggenheim Bilbao le han dedicado sendas muestras individuales. Por añadidura, si el primero de estos centros museísticos dedicó otra muestra al grupo de Los irascibles (del que Mark Rothko formó parte), el museo bilbaíno dedicó una amplia exposición a la Escuela de Nueva York.
Eso, en cuanto a exposiciones; en cuanto a publicaciones, también las hay: traducidas al castellano (como la espléndida biografía de Annie Cohen-Solal: Mark Rothko. Buscando la luz de la capilla, en Paidós) o escritas en este idioma, como el ensayo que le dedicó el filósofo Amador Vega (Sacrificio y creación en la pintura de Mark Rothko, publicado por Siruela).
En breve (a partir del 18 de octubre) será la Fundación Louis Vuitton de París la que acogerá una nueva retrospectiva de la pintura de Mark Rothko, después de la que le dedicó en 1999. Comisariada por Suzanne Pagé y Christopher Rothko, reunirá algo más de un centenar de obras de nuestro artista que van desde una primera y tímida figuración (influida por el surrealismo) a los campos de color por los que hoy es mayormente conocido.
La exposición se complementa con la residencia que el compositor Max Richter llevará a cabo en la Fundación Louis Vuitton. Para tal ocasión, el autor de Sleep o The Blue Notebooks interpretará -acompañado de una orquesta, Le Balcon- las tres piezas que ha compuesto por encargo de esta institución. Será entre noviembre de este año y marzo del que viene.
La ocasión, pues, la pintan calva. En mi caso, esta vez el gancho no será otra columna (podría ser la presencia de Max Richter, por ejemplo). Pero tal vez para ti, que me lees ahora, lo sea. Yo de ti no me la perdería. París (y París con Rothko todavía más) bien vale una visita este otoño.