Conforme pasan los años uno se aferra cada vez más a la realidad; no quiere saber nada de nostalgias ni de mitomanías. Bien al contrario, uno cree que el pasado ha de servirnos para afilar nuestro sentido crítico. Por ello, empecé a leer con cierta reserva las memorias de Jarvis Cocker (‘Buen pop, mal pop Un inventario’, Blackie Books), el antaño líder de Pulp. Y ello porque tuve una mala experiencia anterior con las memorias de Morrissey: tras una lectura en la que primó la estupefacción y el malestar ante tanto disparate, el libro acabó en la papelera. Acabé constatando que el escritor (endiosado) no le llegaba a la suela de los zapatos al (idolatrado) compositor de canciones pop. Una decepción.
El libro de Jarvis Cocker me ha gustado; me ha hecho pasar un buen rato. Como en las Vidas de Plutarco, no es tanto lo que se cuenta –que también– cuanto las reflexiones que generan en el escritor a medida que va desgranando su experiencia vital. La narración parte de un recurso facilón, pero efectivo: recurre a un supuesto desván en el que el autor ha ido almacenando objetos. Objetos que traerán consigo retazos de memoria: la ropa del mercadillo benéfico al que acudía con frecuencia, los cuadernos en los que anotaba sus primeros proyectos musicales, un parche del Wigan Casino, la guitarra que le regaló el novio alemán de su madre, el envoltorio de una pastilla de jabón o el aparato con el que grababa las canciones que John Peel (otra persona decisiva en su vida) ponía en su programa de radio en la BBC.
Por encima de todo ello aparece el espíritu de una época, la de los setenta del pasado siglo: la del advenimiento del libertinaje económico y la precariedad laboral que trajo consigo y que todavía hoy seguimos disfrutando.
Decía que me lo he pasado bien leyéndolo. Me han hecho reír sus ocurrencias, sus manías (y en especial las que conciernen a “una especial aversión al cambio”, ese que en nuestra sociedad impulsa el consumismo desmedido), su gran sentido del humor exento de falsa nostalgia: su inteligencia, en resumidas cuentas.
Este libro no acabará en la papelera. De momento, mi ejemplar ha pasado a otras manos. Léanlo, no se arrepentirán.