Lo mismo proyectan un pabellón de fin de semana de 25 metros cuadrados en medio del campo que se ponen a rehabilitar un edificio histórico que tiene más de 200 años, proyectos diferentes entre sí pero que tienen en común la huida de la grandilocuencia que les caracteriza. Hablamos con el arquitecto y diseñador Borja García, fundador de Made Studio junto a Laura Ros, que nos cuenta porqué el buen diseño es aquel que no ves, pero sí percibes.
Made Studio nace en 2017 como consecuencia de la evolución profesional de ambos, tanto en diseño de producto como en arquitectura, a través del trabajo hecho con cuidado desde el concepto inicial hasta el último detalle. La nueva estructura coge la experiencia del estudio anterior y añade nuevas perspectivas.
Cuentan con un equipo que combina profesionales del diseño industrial y de la arquitectura para ofrecer una visión panorámica en los proyectos: el resultado son numerosos premios nacionales e internacionales, como el Red Dot Design Awards, los premios Delta o los premios ADCV.
Casa de fin de semana en la Vall de Laguar
Visitamos uno de sus proyectos, una vivienda de reducidas dimensiones, con solo 25 metros cuadrados de planta, que proyectaron en la Vall de Laguar (Alicante), y que resolvieron como un bloque compacto respetuoso con la arquitectura local y con el entorno en el que se encuentra.
La mampostería de la fachada está ejecutada a imagen de los muros de contención de las tierras agrícolas presentes en la zona. La parcela de la casa está poblada en su mayor parte por un huerto de cerezos.
«La calidad de la vivienda es una ecuación de muchas variables, no únicamente el tamaño. Hemos hecho casas de 25m2 y de 600m2 y cada caso tiene sus particularidades y sus problemáticas a resolver. Una vivienda de este tamaño requiere de un aprovechamiento del espacio absoluto, una optimización de recorridos y soluciones constructivas sin menoscabo de su calidad espacial», explica Borja García.
«Cada proyecto tiene múltiples aportaciones, algunas las trae el cliente, otras el lugar… Todos los proyectos que hacemos tienen una parte de cada uno y, en este caso, los propietarios nos dieron un concepto claro de lo que necesitaban, que es perfecto para que, entre todos, aportemos soluciones y demos forma al resultado».
El proyecto ha sido realizado por los arquitectos Jorge Cortés, Borja García y Sergio García-Gasco con la colaboración de la arquitecta Inma Lifante.
Casa Salvador
El estudio se dispone este año a empezar la rehabilitación integral de un edificio palaciego de finales del siglo XVIII.
El programa alberga una planta baja de uso común y tres viviendas privadas, todo ello con el propósito de conseguir la búsqueda de la luz y del espacio continuo. «Un ejercicio donde dialogar con respeto entre el patrimonio arquitectónico y la arquitectura del presente».
«Toda intervención en un edificio existente suma un punto de complejidad, pero aún más cuando este tiene 200 años y ha sufrido tanta vida y tantas modificaciones durante su historia. Las capas de esa historia están en sus paredes y en sus patologías, lo que deriva en un trabajo minucioso de detalle en cada lugar del proyecto», indica Borja García.
«Este trabajo nos brinda la oportunidad de devolver a la vida a esta edificación y de sumar, de la manera más discreta y respetuosa posible, una capa más de historia a su carrera».
Objetocultores
«Queremos hacer casas para las personas, que cumplan con las necesidades de cada uno, que resuelvan sus problemas diarios y que aporten comodidad y practicidad al día a día, sin lujos ostentosos ni alardes arquitectónicos. Dicho esto, no creemos que esta lógica, que aplicamos en nuestro día a día, deba estar reñida con hacer espacios atractivos, equilibrados y bellos».
«Creemos que el buen diseño es aquel que no ves, pero sí percibes, y que no debe ser sinónimo de lujo o costes elevados. Hacer las cosas bien tiene un coste, por supuesto, pero hacerlas mal tampoco es gratis. Creemos en que se pueden hacer las cosas mejor y alimentando todas nuestras necesidades, tanto las funcionales como las que no lo son».
En el estudio se declaran objetocultores, que es, explican, «rendir culto a las cosas bien hechas, y ser recolectores de objetos y experiencias que vamos sumando a la mochila para poder disponer de ellas a la hora de proyectar. Cultivamos objetos y espacios, los plantamos, los vemos crecer y los regamos cuando corresponde. A veces hay que podar, pero siempre aparece un brote nuevo cargado de energía y buenas vibraciones».
Sobre València
¿Cómo veis la ciudad ahora mismo? (Pandemia aparte)
¡Bueno, bueno, bueno! ¡València está que arde! Incluso pandemia mediante Valencia está en un momento de efervescencia creativa. Durante los próximos años veremos proyectos de mucha calidad aflorando, tanto en urbanismo y arquitectura como en el entorno del producto y, por supuesto, en el arte y otras disciplinas creativas.
¿Qué os gusta más de lo que veis en el urbanismo de València?
Pese a lo controvertido del tema, la apuesta que está haciendo la ciudad por la movilidad sostenible, y en particular por la bicicleta, es brutal. Una actuación que, por supuesto, tiene derivadas colaterales pero que, a medio plazo, nos dará como resultado una ciudad más consciente e integrada en nuestro entorno. Por nuestra parte, es top.