Una casa en Dénia

8 febrero 2022

por | 8 febrero 2022

La arquitecta Andrea Pons vive y trabaja en Dénia y, en esa ciudad que no puede ser más deliciosamente mediterránea, ha diseñado esta vivienda familiar condicionada por su entorno más inmediato, ya que está situada en una zona residencial de alta densidad y rodeada de parcelas con viviendas muy cercanas. «El primer impulso que surge es el de crear una especie de fortaleza para proteger la privacidad de los habitantes», explica. Una casa en Dénia.

El inicio del proyecto nace de este deseo de pasar desapercibido. La arquitecta ha partido de una figura tan básica como la del cubo, a modo de caja ubicada en la parcela. «Desde su interior se va observando lo que ocurre a su alrededor para decidir qué es aquello que vamos a dejar penetrar en nuestra caja, es decir nuestra vivienda, y aquello que no dejaremos entrar. Se pretende crear la sensación de un cubo cerrado, casi hermético, que te sorprenda y, una vez en el interior, evoque justamente la sensación opuesta, la de amplitud, luminosidad y relación con el exterior», apunta.

El alzado norte constituye la fachada principal de la vivienda, muy expuesta al exterior, y Andrea Pons se ha servido de un recurso tradicional de la arquitectura mediterránea para generar una fachada perforada que permita “ver, sin ser vistos”. Han utilizado una pieza de celosía cerámica producida en la zona que crea una composición de fachada que, a su vez, aporta unos interesantes juegos de luces y sombras cuando la luz atraviesa esta fachada de celosía, que además va cambiando según la época del año y la posición del sol.

«Una vez atraviesas la puerta de acceso, tamizada por este muro de celosía, nos adentramos en un espacio interior muy luminoso, con un fondo de perspectiva que nos lleva a un gran ventanal, con un patio trasero de cuidada vegetación. La posición de cada una de las ventanas de la vivienda está minuciosamente meditada y fue adaptándose a medida que la obra avanzaba, para controlar muy bien las visuales desde el interior», explica Pons.

El proyecto se ha servido de la vegetación como un recurso más de la arquitectura para hacer desaparecer de las visuales interiores los elementos del entorno que no interesaban.

«El proyecto busca la línea de una vivienda construida con materiales sinceros, naturales y que puedan envejecer bien sin necesidad de un excesivo mantenimiento. Materiales como mortero de cal en fachada, piezas cerámicas con tonalidad natural y suelos de cemento fratasado, contribuyen a construir esta atmósfera deseada. La elección de estos materiales, implica a menudo, valorar la imperfección y la irregularidad, pero forman parte de la belleza de la naturalidad de la vivienda», apunta.

En la planta primera se ubican los dormitorios, abrazando un “patio en altura” que no es más que una terraza cuyos límites se elevan a modo de muros, para aportar privacidad con respecto a las viviendas colindantes. «De este gesto, surge un espacio de terraza privada, cuyo muro es perforado estratégicamente en el lugar en el que, de algún modo, borramos del paisaje todo aquello que nos molesta, y abrimos una ventana a la montaña, y a las vistas nobles del entorno», concluye.

Fotografía: Mariela Apollonio.
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