Sabotage: la extraña pareja en la galería más underground

1 mayo 2021

por | 1 mayo 2021

La calle Purísima, normalmente bulliciosa, es una de las arterias con más vida de Ciutat Vella, hablando en términos prepandemia. El camino desde la calle Caballeros hasta la Lonja transcurre por lugares legendarios como el Café Negrito, testigo de tantos momentos épicos de casi todo el mundo boomer (también de la Generación X), o como Studio Vintage, un paraíso para amantes del mobiliario de diseño del siglo XX. Pues bien, también se encuentra, en esa ruta, Sabotage, una galería nada convencional dirigida por dos tipos, cada uno en su estilo, nada convencionales. El artista urbano Vinz Feel Free y el almonedista Alfredo Solaz: la extraña pareja en la galería más underground. 

Se conocieron en el mundillo de los anticuarios, el exsuegro de Vinz era Alberto “el Tirantes”, “un hombre fabuloso, con el que pasaba mucho tiempo”, quien, a su vez, conocía a Alfredo, que lleva metido en el mundo de los objetos de segunda mano desde su infancia. Cuando Vinz terminó Bellas Artes empezó a echar mano de Alfredo, a quien le pedía ayuda para transportar los cuadros que presentaba a concursos o a exposiciones. Así, en la época de Vinz antes de ser Vinz, comenzó la relación entre ambos. 

Vinz Feel Free

En 2010, Vinz, empezó a estudiar cómo llevar su trabajo a la calles y, allá por mayo de 2011, se lanzó a pintar los muros de Ruzafa, hace ahora diez años. A los tres meses de eso le llamaron de una galería de Nueva York para proponerle ir allí a hacer una exposición, a hacer murales, a hacer un libro … “fue la explosión”. 

Ese proyecto, “Feel Free”, además de darle su nuevo nombre, le llevó a viajar por medio mundo durante seis años, hasta que hace cuatro volvió a aterrizar en València. 

 

 

Los caminos de Vinz y de Alfredo se volvían a cruzar cuando el primero preparaba una exposición para el Centre del Carme, en 2017 («José Luis Pérez Pont, director del CCCC, le ha dado un vuelco al panorama del arte urbano en la ciudad a nivel institucional»). Vinz contactó con Alfredo mientras preparaba esa muestra porque necesitaba unos marcos antiguos para darle cierta solemnidad a unas piezas que iba a exponer en el Carmen. Ligaba así contemporáneo y clásico en un premonitorio avance de lo que, en poco tiempo, iba a pasar en sus vidas.

La idea de abrir una galería en València ya rondaba por la cabeza de Vinz desde 2013 pero, por circunstancias personales, no lo había hecho. Él pensaba en un modelo de galería similar a lo que había visto en Berlín, Berna, Londres o Viena, ciudades que contaban con galerías underground. 

 

 

No quería una galería donde todo es blanco, perfecto … yo pensaba más en una galería bazar, donde todos los días hubiera un flujo de gente comprando objetos de autor, prints … y luego, también, donde acudiera un modelo de cliente coleccionista menos fetichista”. 

«Es decir, la idea era dirigirnos a la gente que tiene pasión por este mundo, ¡qué es mucha! Muchos artistas de arte urbano contaban con muchos followers … muchos fans, que no tienen suficiente dinero para comprar un original pero sí para comprar un print por 30 euros, o una serigrafía por 100, haciendo un esfuerzo … yo quería llegar a ese tipo de público: el fetichista. El que compra por pasión”.

Hablando con Alfredo, Vinz primero pensó en ubicar la galería en Ruzafa, pero no le convencía porque ya estaba convirtiéndose en un lugar sin apenas rastro de la gran oferta cultural que llegó a tener hacia 2013, “zampada ahora por el ocio y la hostelería”. 

Esto es El Carmen, aquí tenemos a la vuelta de la esquina una muralla del siglo XII, tenemos museos, tenemos galerías, giras una calle y hay un elemento arquitectónico que es una obra de arte. Eso, en Ruzafa, no lo tienes, de manera que lo que viene aquí es un turismo cultural”, dice Vinz.

Alfredo entonces dijo ¿Porqué no transformamos esto? Está en el centro, en un enclave perfecto, ¿lo hacemos?”. Y lo hicieron. Alfredo vació su local en tres meses y nacía Sabotage. 

 

 

Comenzaron a traer a artistas e idearon este modelo de negocio, hablando tanto con los coleccionistas de Vinz como con los clientes que ya tenía Alfredo, que resultó que muchos se conocían entre sí. Es decir, eran dos públicos aptos para las dos visiones del local. 

 

 

Empezaron solo con la parte de arriba de la galería, (ahora también tienen habilitado el sótano, donde sitúan las piezas más grandes), que se inauguró en mayo de 2018 con la última exposición del colectivo XLF y reunió a 600 personas. Era la noche de los museos y sobrepasaron de lejos sus expectativas: “lo petamos”, resumen. Acabaron con toda la cerveza de los tres badulaques cercanos a la galería. 

A partir de ahí se generó una sinergia entre la parte de bazar y la parte de galería que funciona muy bien. El público es fetichista y coleccionista, les hemos cogido por la parte del corazón, la gente que frecuenta Sabotage no es especuladora, no piensa en la revalorización de este arte, son fanáticos: es gente que realmente adora un álbum de cromos de Star Wars o adora un dibujito original de Barbi”. O las fotos del entierro de Blasco Ibáñez, que también las tienen. 

 

 

Es un concepto de galería que en Valencia antes de ellos no existía, “es curioso porque en el resto de ciudades europeas está muy extendido, yo he estado en la mitad del planeta – dice Vinz – y en casi todas partes he visto lugares parecidos, más o menos underground, más o menos serios, pero siempre hay algún espacio así para gente que está empezando, pero también para gente que ya está consolidada”.

Echando la vista atrás, cuentan que ha habido meses en los que Sabotage ha vivido de la parte de Alfredo y, otros meses, de la parte de Vinz, “es el modelo de cooperación, ese del que todo el mundo habla, ‘no hay que competir, hay que cooperar’, pues eso es lo que hacemos aquí”. 

La galería más al margen

El nombre de Sabotage, (en francés, en homenaje a Sevi, pareja de Vinz y parte importante del proyecto, del que es coordinadora), ya lo eligen para entrar en la escena “rompiendo, que se viera que era algo diferente, al margen del circuito de galerías que ya había. De hecho no estamos en LaVac (Asociación de galerías de arte contemporáneo de la Comunidad Valenciana), la respetamos profundamente, y yo participo allí con Galería 4, pero no es lugar para Sabotage: aquí queríamos que primara el lado underground”.

No trabajan con ninguna marca, en las inauguraciones de la antigua normalidad ellos mismos compraban sus cervezas, “no queremos que ninguna marca se asocie a esta galería porque intentamos mantenerla ‘pura’ en este sentido. Llevamos tres años y nadie puede decir que nos hemos vendido. Y luego también por respeto a los artistas, que se curran una exposición y no van a querer que en sus carteles aparezca “cerveza tal” o “neumáticos nosecuantos”. Eso forma parte de su “estar al margen” que defienden a capa y espada. 

 

 

¿El balance en estos tres años es bueno? “Estamos aquí”, dice Alfredo. Antes de la pandemia el balance era muy bueno, nuestro nivel de ventas tanto en bazar como en galería era constante. Sin parar. No nos haremos ricos pero nos permite autogestionarnos. El problema de la pandemia es que mucho de nuestro cliente venía de fuera, el ochenta por ciento más o menos. Gente de fuera y gente de paso. Además de que no podemos hacer inauguraciones, que solían reunir a unas cuatrocientas personas con cerveza, dj … las fiestas aquí eran muy chulas. Ahora mismo, con la pandemia, no tenemos ni turistas ni fiestas”, explican.

Las cabezas de animales y el anonimato 

“Yo nunca enseño la cara, no quiero que me reconozcan. ¿Por qué? Uno, para preservar mi intimidad, tengo mi familia, tengo mis amigos … y dos, porque el mensaje de mi obra es lo que quiero que la gente vea, no al mensajero. Si mis personajes no tienen cara, no tiene sentido que yo la tenga. Mi trabajo es mi carta de presentación, no mi persona”, explica Vinz, que jamás se fotografía a cara descubierta.

Los personajes en las obras de arte de Vinz van siendo cada vez más conocidos, todos con cabezas de animales: el pájaro simboliza la libertad, el policía-reptil, la opresión, los peces son el consumismo … Y cada año y medio, aproximadamente, introduce un nuevo personaje, “acorde con mi estado de ánimo; el tigre es la audacia, el riesgo, y es de la época que montamos Sabotage … ahora he sacado los perros de presa, que simbolizan a la gente que está rabiosa, a la gente que está muy agresiva, que hay mucha”. 

 

 

Conforme avanzo, voy introduciendo personajes. Mi idea es, al final de la aventura, poder tener como un Springfield, el pueblo de Los Simpson, que empezaron siendo una familia y al final es un pueblo entero con diferentes personajes. Todo esto me permite, cuando quiero construir una obra, tener más personajes para contar la historia que quiero contar. Lo que más me gusta de mi trabajo es la composición, componer escenas con personas reales a las que le he cortado la cabeza y que, con la pintura, permite la fantasía”.

Dr. Cáspulo

Alfredo Solaz, como todos aquí, también tiene una versión outsider de su nombre, Doctor Cáspulo, “el nombre empezó como una broma con mi primo Rafa (Solaz, el librero anticuario más joven de Europa), y, al final, se ha convertido en mi nombre de guerra”. 

 

 

Lo usaba en las subastas, en las que muchas veces me disfrazaba de médico (risas), y me “doctoré” en el tratamiento de la polilla, que fue derivando con el tiempo en otras especialidades (más risas)”. “Así, si alguien en un restaurante o en un avión, lo típico, pide un médico, puedes levantar la mano”, remata Vinz. 

En las divertidas subastas que Alfredo hacía en el Café Museu o en el Mercado de Tapinería algunos domingos a la hora de merendar, acudía muchas veces con un bombín que completaba el disfraz. Tiene, sobre esta parte de su trabajo, como dos mil anécdotas que, tristemente, no caben en este reportaje. 

El escaparate de los madelman

Durante el primer año de Sabotage, los tours de arte urbano que había por Ciutat Vella terminaban su recorrido justo en la puerta de la tienda. A los guías les hacía gracia enseñar el sitio a los turistas. La galería iba siendo cada vez más conocida. A raíz de aquello, con motivo del Festival Intramurs, sus organizadores les propusieron participar en el concurso de escaparates decorados, junto a otros cincuenta y tantos locales del centro histórico. 

Entonces, Alfredo y Vinz se acordaron de la colección de muñecos geyperman y madelman de su amigo Martín (in art, Martín Martini), que fue quien montó con esmero el escenario de una orgía punk gigante, con 350 muñecos que recreaban más de treinta escenas a la vez. Se llevó, justamente, el primer premio del festival. 

 

 

Ellos, que ni pensaban acudir a la entrega de premios, tuvieron que mandar a algún representante de urgencia (la madre de uno de ellos, un señor al que habían conocido ese día …) a recoger el primer premio. “Por cierto, posaron con el cheque de Primer Premio pero nunca vimos los 150 euros”, recuerdan.

Ese escaparate, por el que también han pasado más de 800 pitufos, es una de sus señas de identidad. Un par de veces al año lo adornan, para pasmo de los curas que transitan por la zona, con la colección de muñecos musculosos de Martín.

Selección pasional

Sabotage, con su particular idiosincrasia, tiene las paredes negras (nada de blanco), su logo del tigre es más propio de una tienda de tatuajes que de una galería y tienen claro que hacen lo que les da la gana, “estamos aquí para divertirnos, en el momento que dejemos de hacerlo seguro que decaerá el negocio”, dicen.

“Somos malos comerciantes, en el sentido de que no pensamos en lo que vamos a vender, pensamos en que todo quede bien y que guste. Hacer cosas que valgan la pena. No podemos pensar solo en vender o en si es o no contemporáneo …”, explican. 

 

 

A los artistas les ofrecen, cuando montan las exposiciones, si quieren alguna pieza de Alfredo para incorporar a sus trabajos. “Les damos muchas facilidades. A la hora de traer el material deben tener en cuenta el espacio, esto no es un muro ni un museo, es una galería. Para los artistas, (somos pobres por definición), es una buena oportunidad para enseñar sus materiales, para vender su obras y también sus productos de merchandising”. 

A los autores los seleccionamos por amistad”, dicen sin rodeos. “Este es un espacio para toda la gente que he ido conociendo durante estos años y que, creo, tiene un proyecto chulo; además, es gente que no nos va a dejar tirados, que no tiene un ego mayor que su obra (importante), y con quien vamos a tener un trato fácil. No es democrático pero es pasional, nos tenemos que enamorar”, dice Vinz. Artistas como Xelon, Belén Segarra, Barbi, David de Limón, Deih, Julieta, Miguel Muñoz, Vitoria Ripalda o La Nena trabajan con Sabotage.

Boicot callejero

Alfredo cuenta que, esa mañana, han amanecido algunos murales de Vinz grafiteados, (“tu street arte sube mi alquiler”), y Vinz explica que esa es una vieja batalla entre grafiteros y artistas urbanos … y lo dice con conocimiento de causa, vivió en la Malilla de los 80. “Lo que pasa es que los grafitis los hacen sobre obras ya muy visibles, para ganar ellos mismos, a la vez, más visibilidad”. 

Vinz no censura, “cada uno que haga lo que quiera”, pero distingue en que una cosa es una expresión artística y otra es aprovecharse del trabajo que alguien ha hecho previamente. De todas formas, no critican. “Hay gente muy jodida y muy rabiosa, y su forma de queja es esa, y, la verdad, prefiero que pinten encima de mis tigres a que revienten coches, por ejemplo”. 

Hablando del futuro que nos viene, en este presente tan raro, ambos concluyen que intentar controlar el caos del universo es imposible, así que sus planes siempre son en corto, a un año vista o así. Nada de planear a largo plazo, que luego viene, de repente, una pandemia mundial y todo salta por los aires.

Mientras el futuro llega, larga vida a Sabotage. 

Fotografía: Eduardo Manzana

 

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