Desde el 18 de octubre hasta el 12 de enero, la Fundación Juan March acoge la primera retrospectiva completa en España de Saul Steinberg (Rumanía, 1914- Estados Unidos, 1999). La exposición cuenta con cerca de 400 piezas para explorar las distintas facetas de este artista, considerado uno de los creadores más relevantes e inclasificables de mediados del siglo XX.
La muestra incluye dibujos, murales, collages, pinturas, grabados, fotografías, libros de artista o revistas, tantos soportes como los que Steinberg escogió para desarrollar una obra que se resiste a las clasificaciones simples. Vinculado al expresionismo abstracto americano (Pollock, De Kooning, Rothko o Ad Reinhardt), Steinberg eligió el dibujo como un medio de expresión artística fundamental. El crítico Harold Rosenberg lo describió como un “escritor de imágenes”.
En los años 40 y 50, la relación de Steinberg con The New Yorker le permitió darse a conocer mundialmente. Recorrer la vida de Steinberg supone un viaje por la escena cultural del convulso siglo XX. La errancia entre géneros artísticos y literarios fue fundamental en su obra.
Esta exposición monográfica cuenta con la participación de la Saul Steinberg Foundation de Nueva York, la principal fuente para la investigación en la obra del artista. Además, la Fundación Juan March ha recibido una donación de algo más de cien piezas de la Steinberg Foundation, y se suma a otras instituciones internacionales receptoras del legado del artista, como The Art Institute de Chicago, la Biblioteca Nazionale Braidense de Milán o el Centre Pompidou de París.
La muestra tiene a Alicia Chillida como comisaria invitada en un equipo curatorial formado por Manuel Fontán del Junco, Aida Capa y Francesca Pellicciari como asesora especial. Está acompañada de un catálogo profusamente ilustrado, que incluye textos históricos, como el publicado por Harold Rosenberg en su primera exposición monográfica en 1978 en el Whitney Museum de Nueva York, y ensayos de otros investigadores como Sheila Schwartz o María Teresa Muñoz.
Sin papeles
Nacido en Rumanía, Steinberg se formó como arquitecto en Italia durante su juventud. El creciente antisemitismo le obligó a abandonar su país natal. Huyó a Italia, donde las leyes antisemitas de Mussolini lo forzaron a abandonar Europa. Sin documentación y con dificultades, consiguió llegar a Estados Unidos, donde comenzó a colaborar con The New Yorker, una relación profesional que duró 50 años.
Los medios de comunicación de masas fueron decisivos para la difusión de la obra de Steinberg, quien se introdujo en los hogares norteamericanos como un observador agudo y sacudió sus modos de pensar. “Por la atracción que siente por la pluma, la tinta y los lápices, y por la compleja naturaleza intelectual de sus creaciones, se podría pensar que Steinberg es una especie de escritor, aunque es el único de su género”, señaló Rosenberg. “Steinberg ha ideado diálogos entre lo verbal y lo visual que incluyen juegos de palabras con múltiples planos de significado verbal y visual, y que han llevado a compararle con James Joyce”.
Steinberg escogió y transformó el dibujo como un medio de expresión artística, pero su obra va más allá: el ingenio y el juego de imágenes se traslada a otros medios menos populares, pero claves en su producción, como la pintura, la gráfica, el collage, el fotomontaje, hasta llegar a “dibujar” en tres dimensiones. Sus murales, junto con sus portadas del New Yorker y algunas de sus series más célebres, se incluyen en esta retrospectiva.
En 1946, su obra se expuso en el Museo de Arte Moderno de Nueva York junto a la de otros artistas como Isamu Noguchi o Robert Motherwell. “No pertenezco del todo al mundo del arte, ni al de las viñetas, ni al de las revistas, por eso el mundo del arte no sabe muy bien dónde situarme”, escribió entonces Steinberg. Su obra se consagró tanto en los medios de comunicación como en los museos de arte contemporáneo de primera línea.
Admirador de Nikolai Gógol y de su teatro del absurdo, Steinberg sintonizó con algunos artistas e intelectuales contemporáneos como Samuel Beckett o Alberto Giacometti y con algunos rumanos exiliados como Emil Cioran, Constantin Brancusi o Eugène Ionesco, con quienes compartía agudeza e inteligencia. En ese espacio entre la escena y el libro puede situarse buena parte de su obra.
“Steinberg fue errante por su biografía: judío, dibujante formado como arquitecto, prisionero y emigrante. Esta línea vital enredada es la que dibuja su carácter y da origen al signo: un signo que se mueve entre signos”, escribe Alicia Chillida en el catálogo de la exposición.
El crítico Harold Rosenberg afirmó que Steinberg emergió entre los artistas americanos de la postguerra y revolucionó la pintura y la escultura introduciendo el nuevo tema del “misterio de la identidad individual”. Así lo constata una de sus series más célebres en torno a la identidad del emigrante, que se expone en esta muestra: Las rúbricas.
La ciudad y su inmensidad, la arquitectura de Nueva York o su agudeza como observador son algunos de los símbolos y temáticas recurrentes en la obra de Saul Steinberg. La sátira de una América decadente queda reflejada en su serie ‘Las Vegas’, mientras que su interés por las paradojas y juegos visuales se constata en ‘Art Viewers’, un gran mural que también se muestra en esta exposición.
‘Saul Steinberg, artista’. Del 18 de octubre al 12 de enero en la Fundación Juan March (Calle Castelló, 77, Madrid).