Por encima del debate entre los partidarios de los tatuajes, que consideran esta práctica un medio de identidad personal, y sus detractores, que no entienden la necesidad de tatuarse, se sitúa la exploración rigurosa y con expertos en culturas de los cinco continentes que realiza la exposición, «Tattoo. Arte bajo la piel», que puede verse hasta finales de agosto en CaixaForum Valencia, sumergiéndose en el universo de esta disciplina en todas sus dimensiones. Vivimos en un auge del tatuaje, pero este, en realidad, encierra una gran historia técnica y estética de más de 5.000 años.
El centro cultural acoge esta muestra, que ya ha pasado por Toronto, Los Angeles, Chicago y París, cuando se cumplen nueve meses de su apertura al público.
Producida y organizada por el Musée du Quai Branly – Jaques Chirac de París, «lugar mundial de referencia en estudios antropológicos», y la Fundación ”la Caixa”, Tattoo propone un viaje al singular universo del tatuaje desde una visión antropológica y analiza el resurgimiento de este fenómeno global.
La muestra repasa el tránsito desde los ambientes marginales a la modernidad. «De la prisión, a la exposición», como apuntaba el director de CaixaForum Valencia, Álvaro Borrás.
El recorrido, con cinco paradas diferenciadas, arranca desde una perspectiva global para comprender el vínculo del tatuaje con lo marginal, la delincuencia y su espectacularización. En el segundo ámbito, se presenta el tatuaje como un arte en movimiento, haciendo hincapié en su expansión por Japón, América del Norte y Europa desde su origen hasta la actualidad.
En la tercera parada, se muestra el renacimiento del tatuaje tradicional en Nueva Zelanda, Samoa, Polinesia, Indonesia, Malasia oriental, Filipinas y Tailandia. A partir de la década de 1970, surgen nuevas escuelas y se expanden a nuevos territorios del mundo como China y Taiwán, así como Latinoamérica, con el tatuaje chicano, aspecto que se aborda en el cuarto ámbito. La muestra termina su recorrido con una reflexión sobre el tatuaje en la actualidad.
La muestra sigue a tatuadores y tatuados a través de épocas y continentes para explorar las confluencias que han convertido el tatuaje en una forma de expresión artística mundial. Entre ellos se encuentra la tatuadora filipina Whang-od Oggay, de 105 años, considerada como la última maestra que utiliza el batok (tatuaje tradicional hecho a mano). También reúne más de 240 obras históricas y contemporáneas entre fotografías, dibujos, pinturas, libros, audiovisuales y objetos como herramientas, máscaras o sellos.
Se expone una veintena de prototipos de cuerpos hiperrealistas modelados en silicona y tatuados con tinta, creados expresamente para esta exhibición, a cargo de maestros de este arte de distintas partes del mundo: Horiyoshi III, Filip Leu, Mark Kopua, Kari Barba, Colin Dale, Jee Sayalero y la madrileña Laura Juan, cuya obra reflexiona sobre el aislamiento social y la incertidumbre durante la pandemia.
Entre las piezas, destacan elementos como una pluma eléctrica presentada por el inventor Thomas Edison en 1877 (y que fue el antecedente de la máquina de tatuar actual); un baúl para transportar las herramientas de los tatuadores ambulantes; un retrato en pintura acrílica de Artoria, una célebre artista del sideshow de la década de 1920; o un álbum original de Rich Mingus, editado por Henk Schiffmacher en 2011, con fotografías, postales y fragmentos de publicaciones periódicas relacionados con el tatuaje desde el siglo XIX.
También hay una flauta en forma de estatuilla del período tardío de la cultura maya con representaciones de tatuajes faciales, herramientas y utensilios para tatuar del siglo XIX provenientes de Indonesia, Birmania, Túnez, Argentina o Australia; y retratos de grupos con sus tatuajes identificativos, como por ejemplo las maras centroamericanas o la mafia japonesa yakuza.
«Hoy en día se distinguen dos corrientes: por un lado, una corriente que basa su labor en la reinterpretación de géneros históricos y que añade al irezumi japonés, al tatuaje de la vieja escuela americana o al fine line chicano la vena salvaje del tatuaje ruso del gulag o la descarnada línea francesa; y por otro lado, una corriente que formula estéticas liberadas de los códigos clásicos para explorar las posibilidades de las artes gráficas, en las que las tipografías, los píxeles, las tramas y los esquemas dan lugar a otros tipos de motivos y composiciones que rayan en la abstracción«, apuntan los organizadores.
La exposición va más allá de la sala con la publicación a cargo de la Fundación «la Caixa» de un catálogo de la muestra y la organización de un completo programa de actividades paralelas.