«Todos tenemos las librerías que nos merecemos, salvo los que no tienen ninguna», decía el escritor chileno Roberto Bolaño, quien abandonó su país tras el golpe de Estado, vivió en México y, finalmente se instaló en la localidad catalana de Blanes. Dio muchos tumbos pero siempre acababa en las librerías, de las que era un obseso y a las que sacaba, siempre que podía, en sus libros. Bolaño murió en 2003 pero en la librería gallega «As Follas Novas» se acuerdan con mucha frecuencia de él gracias a que la incluyó en su libro «2666», con el teléfono real, y no hay semana que no llame alguien a la tienda preguntando si de verdad existe esa librería de la que hablaba el escritor.
Así como en Apocalypse Now Robert Duvall decía amar el olor del napalm por la mañana, seguramente lo que amaba Bolaño era el olor a papel, a tinta y a historias que hay en las librerías. Nos hacen falta siempre pero hemos podido comprobar que más ahora, en estos tiempos tan convulsos y tan poco predecibles.
Los propios libreros, por su parte, tuvieron ocasión de verlo cuando, por fin, se abrieron las librerías tras los cierres por el confinamiento sanitario y las diferentes restricciones. Los lectores respondieron. Y de qué manera. Todos buscando, como locos, el olor del papel y las historias en esos lugares tan queridos.
Paseamos, ahora que ya se puede, por tres librerías de la ciudad para hablar con sus propietarios (venga, que se note esa pasión), sobre sus anhelados espacios físicos: la librería de Almudena Amador y Paco Benedito, Ramón Llull; la librería de Rafa Solaz; y Bartleby, la librería de Luci Romero y David Brieva.
Todos ellos son conscientes de que hay razones emocionales para que los lectores, que tienen tan fácil comprar a golpe de clic, sigan acudiendo a sus librerías, que son, al fin y al cabo, lugares reconfortantes relacionados con el deseo y el amor. Amor a los libros, al conocimiento, a las ideas, a los relatos.
Librería Ramón Llull
«Yo llevaba muchísimo tiempo pensando en cambiar de local, porque se estaba poniendo todo muy complicado. Estábamos en el barrio de las universidades, en la calle Ramón Llull, donde durante años el sostén fijo fue el manual universitario pero ya habíamos dejado de venderlo. No tenía mucho sentido seguir allí, nos interesaba un sitio más céntrico. Cada equis tiempo buscaba un local nuevo, veía muchos, me agobiaba y volvía al que estaba. Me tranquilizaba un tiempo y otra vez a buscar».
«En 2016 es cuando nos ponemos en serio a buscar un nuevo espacio. Tardamos cerca de siete meses en encontrar este, incluso ya habíamos visto uno por la calle Císcar que nos tenía convencidos. Nos pasó lo que pasa muchas veces, habíamos quedado con la de la inmobiliaria y por cortesía vinimos a verlo. Y menos mal, porque era el sitio perfecto para nosotros. El local de Ramón Llull era un espacio muy grande y muy caro, en el que no tenía sentido seguir si no íbamos sacarle partido vendiendo libros universitarios. Nuestra idea, entonces, era encontrar un lugar donde montar una librería de barrio, donde hacer comunidad, que me parece muy importante y, por otro lado, que fuera un lugar de fácil acceso para que la gente pudiera acudir a las convocatorias que hacemos», explica Almudena Amador.
Almudena dirige, junto a Paco Benedito, una de las librerías, ahora en la calle Corona, con más carisma de la ciudad. Su fondo es imbatible y su agenda de presentaciones (hoy Aramburu y en dos días, Belén Gopegui), no tiene rival.
«Este local es una maravilla, es verdad que hemos metido mucho trabajo y mucha inversión, pero ya era precioso per se. Antes era una joyería muy muy bonita, con la tienda dando a la calle y la parte trasera del local destinada a la vivienda de la propietaria», indica. «Elegimos El Carmen porque es un barrio, como un pueblito, pero también porque es el lugar perfecto para ir a pasear el fin de semana, están los museos, los restaurantes … es muy agradable».
Las imponentes lámparas de la librería son herencia de la joyería que había antes, igual que el muro lacado de madera con hornacinas y la mesa de la entrada. La joyera mostraba sus joyas y Almudena muestra sus libros. Gracias al buen gusto de aquella, los libreros han podido aprovechar y dar un nuevo uso a esos elementos, aunque como dice Almudena, «una librería es un sitio muy agradecido porque los libros lo embellecen todo». A la entrada de este lugar ya nos recibe una exposición de libros en sus anaqueles y un maravilloso papel pintado de William Morris. A partir de ahí todo es deleite, tanto intelectual como estético.
El local, grande, tiene muchos recovecos y permite pasear tranquilamente entre islas de libros, mecedoras y cómodas, todas de procedencia familiar, que le dan calidez y convierten este lugar en «casa» . «Mucha parte de la decoración tiene que ver con nuestras vidas, la cartelería de exposiciones, por ejemplo, es mi obsesión desde muy joven», dice Almudena. «Son cosas que ya traen su historia encima».
Respecto a este extraño verano sin muchos turistas ellos no lo han notado especialmente, su público es más local. Les afectó más el tema de los cierres perimetrales, los horarios cambiados, el aforo restringido, que sigue afectando a las actividades que organizan. «Aunque – señala contenta – cada vez viene más gente. Y gente que no conocemos de nada. Es decir, nos alegra mucho ampliar el campo de lectores. Hasta en las actividades que organizamos, que son más complicadas porque hay que reservar plaza etc, vemos que vienen caras nuevas, gente de fuera de la ciudad. Eso es fantástico».
Cuando la situación lo permita retomarán los clubs y las aulas de humanidades, y tienen previsto acondicionar las partes más altas de la librería para convertirlas en zona de préstamo y venta de libros de segunda mano. «La explosión de apoyo del año pasado nos emocionó y nos puso en cifras de venta buenísimas, pero la incertidumbre de no saber qué pasará hace que seamos muy prudentes. Así que vamos poco a poco pero vamos bien».
Almudena y Paco son de esos que hacen viajes adrede para ver librerías de otros sitios, así que era inevitable que hablaran de los sitios que les gustan. «La primera vez que visite la librería Panta Rhei, en Malasaña, me impresionó», dice Almudena. «Este verano hemos ido a conocer Letras Corsarias, con quienes haremos planes porque nos encanta lo que hacen y cómo lo hacen. Y no olvidaré jamás mi primera visita a la librería La Central en el museo Reina Sofía. Qué belleza».
Librería Anticuaria Rafael Solaz
Rafa Solaz, el librero anticuario más joven de Europa, decidió montar su maravillosa librería en la calle San Fernando, en pleno centro histórico de València, en 1999, «no tenía ninguna vinculación con la calle, pero me pareció bonita, aunque entonces estaba muy abandonada», explica. Antes de elegir este espacio, en el que ya lleva más de 23 años, estuvo un par en otro local cerca de la calle de La Paz, en la plaza Margarita Valldaura, también en la parte vieja de la ciudad. «Ciutat Vella es un distrito bonito y con mucha tradición de comerciantes, yo soy uno más», dice Solaz.
«Este local era una antigua mercería, y con la ayuda de un amigo, Víctor Zahonero, en ese momento estudiante de arquitectura, nos embarcamos en una reforma evocando, un poco, el estilo de alguna librería inglesa. No teníamos casi conocimientos pero teníamos ilusión y éramos muy jóvenes».
Hijo del conocido bibliófilo del mismo nombre, su afición a los libros antiguos la lleva en el ADN. Se lanzó, qué verbo tan arrojadizo para hablar de vocaciones, a la profesión de librero después de haber realizado estudios de encuadernación y libro antiguo, aunque sus primeros pasos se remontan a cuando tenía un puesto en el Rastro de Valencia y visitaba con frecuencia a los libreros de Madrid, Barcelona o Zaragoza.
Es entonces cuando inicia su colección de libros escolares editados en su ciudad y, a partir de ahí, empieza a formar una biblioteca que alberga todo tipo de publicaciones, aunque tiene especial predilección por los relativos a la cultura valenciana (de los que posee más de 4000 ejemplares), los editados en el siglo XVI o los del XVIII, especialmente atractivos por su impresión e ilustraciones.
El edificio donde se ubica su librería presenta una arquitectura ecléctica, de mediados del XIX, con planta baja y tres pisos. Este tipo de viviendas con bajos comerciales, muy popular en la época, reúne los elementos típicos de estas construcciones: grandes alturas, vigas de madera… y consigue hacer de esta una de las librerías más bonitas, con un intencionado y elegante estilo british. Cuando le preguntamos por su tienda de libros preferida, no nos sorprende que la elegida sea la impresionante librería Bardón, de Madrid. Los iguales se reconocen entre sí.
En cuanto a la disposición de sus libros, Rafa explica que en su librería «los libros antiguos, los mejores bibliográficamemente hablando, están en la trastienda. En principio, intento atrapar la atención de los transeúntes decorando el escaparate con libros atractivos visualmente y los voy cambiando continuamente para darle un poco de dinamismo».
Lo consigue, porque la fachada de su librería, que el año que viene cumple 25 años, atrapa.
Librería Bartleby
En 2013 fue cuando Luci Romero y David Brieva decidieron que iban a montar una librería. No una librería-bar, como ya había alguna por el barrio, sino una librería-librería. Los dos socios en este tinglado, llamado Bartleby en honor a su autor preferido, buscaron sin descanso por un Ruzafa no tan gentrificado como está en la actualidad. Querían un local que reuniera las condiciones idóneas que tenían en sus cabezas y una de ellas era que tuviera un buen escaparate con mucha luz. Estuvieron tanteando unos meses hasta que, por fin, apareció el sitio perfecto en Cádiz, la calle de entrada al barrio desde la Gran Vía.
Tenían claro que la parte del fondo del local iría para el cómic y el libro ilustrado, uno de sus fuertes; el resto, delante. La disposición de los muebles la idearon ellos mismos y, como la librería es de un tamaño medio y tiene los muebles con ruedas, el espacio es muy adaptable, «hemos hecho hasta representaciones teatrales». Todo es móvil, lo que facilita el montaje de las exposiciones y de las diferentes actividades que organizan.
Los vinos, retirados de momento, volverán a tenerlos disponibles en octubre, los venden por botellas, con lo que no hay peligro sanitario. Vinos y libros casan bien así que, cuando las condiciones pandémicas mejoren y se retomen las actividades habituales de forma completa, volverán a incluirlos servidos en copas tras las presentaciones de libros.
La ilustración está muy presente en el interior de este lugar. Esteban Hernández, pinta la pared del fondo de la librería; Nuria Tamarit, el lateral frente al mostrador, y el mural de la entrada es del ilustrador Jaume Pallardó, autor de una obra que, precisamente durante 2020, se vendió muchísimo, «La muerte rosa». Un libro que habla de pandemias pero pensado y dibujado mucho tiempo antes, un visionario al más puro estilo de la película «Contagio» pero en cómic. El mostrador de la librería ya estaba en el anterior comercio y algunos rasgos del aspecto más industrial del sitio, como las planchas metálicas del suelo, por ejemplo, también.
Tras el confinamiento, en opinión de Luci Romero, las librerías han tenido un resurgimiento, «parece que la gente ha tomado conciencia de la importancia de las tiendas de barrio y del pequeño comercio. Al final te cansas de las pantallas, que son inevitables, y yo creo que en este tiempo ha habido un aumento de los índices de lectura de libros. Nuestra clientela son los vecinos del barrio, con lo que eso implica, gente mayor de toda la vida que aún vive aquí, pero también el lector más joven. Todos ellos respondieron muy bien tras el shock del confinamiento».
La estabilidad de la pequeña y mediana librería es una de las principales conclusiones extraídas del Mapa de Librerías 2021, un instrumento de análisis de las librerías en España que acaba de dar sus últimos datos, y vienen a constatar la resistencia del sector librero en un entorno cambiante y complejo como el actual.
Las librerías atractivas, apasionadas y resistentes que nos merecemos, libreros y lectores, para unos tiempos tan difíciles.